A ver cómo evoluciona el asunto
He aquí una noticia (la de las neuronas humanas trasplantadas al cerebro de una rata) que me produjo un sobresalto histórico. Conozco bien a estos animales, pues conviví con ellos de pequeño. En mi barrio las había a cientos. Aunque normalmente permanecían en su dimensión (las alcantarillas), no era raro verlas correr por las aceras empujadas por el hambre o quizá por la curiosidad, pues tenían una mirada muy inteligente. Además, eran mamíferas, como nosotros, y, según leí aquí o allá, vivían en grupos familiares semejantes a los nuestros. Pese a ello, nos resultaban repugnantes porque parecían venir del subconsciente y porque transmitían la peste bubónica (léase La peste, de Albert Camus).
Pues bien, la extrañeza no cesa. Un equipo de científicos de Stanford ha tomado un grupo de neuronas humanas, ha formado con ellas una especie de pelotita y las ha injertado en el cerebro de una rata. Lo que se aprecia en la foto es el cerebro del bicho. La zona fosforescente de la izquierda corresponde a la bolita neuronal humana. Lo bueno es que la bolita se ha integrado en el órgano del roedor y parece que actúa frente a determinados estímulos. Si la rata se reprodujera y su descendencia heredara esas neuronas, en pocas generaciones podrían hablarnos de tú a tú. Es un decir, claro, ignoramos cómo evolucionará la cosa. La pregunta es si las neuronas de las ratas podrían integrarse con la misma facilidad en nuestro cerebro. Personalmente, podría aceptar que me trasplantaran la válvula cardiaca de un cerdo, incluso su hígado. Pero prefiero no saber cómo es la mente de una rata.
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