Vinos divinos en Tarragona
Bodegas modernistas que parecen catedrales y pueblos entre olivares y viñedos en las cinco denominaciones de origen de la provincia catalana
Las viñas rodean la ciudad desde que los romanos llegaron a esta costa y fundaron la bella Tarraco. Esencialmente mediterránea, Tarragona huele a viña, olivos y almendros que forman un paisaje rural que alberga cinco denominaciones de origen vitivinícolas. Qué decir de los reconocidísimos vinos de Priorat, de las multipremiadas garnachas de Terra Alta, de los novedosos vinos de Montsant, de los sutiles cavas de Conca de Barberà y de las variedades elaboradas bajo la DO Tarragona.
El casco antiguo de la ciudad se encarama frente al mar, con el anfiteatro (del siglo II) a sus pies, y el Balcón del Mediterráneo, icono de Tarragona, al lado. Hay que subir a la plaza del Fòrum, donde se encuentra el Foro Provincial y el circo, un lugar muy apetecible. En una de sus esquinas se halla el Espai Vi (Santa Anna, 13), perfecto para un primer contacto con los vinos locales, y, muy cerca, otro de los clásicos en esta materia, el Vinissim (Santa Anna, 10). Desde allí, y a través de callejuelas, se va desgranando un abanico de maravillas arquitectónicas, artísticas y gastronómicas. El paseo lleva hasta la plaza de la Font, con sus animadas terrazas, descubre las murallas romanas y termina frente a la catedral, junto a la que se encuentra el restaurante AQ (De les Coques, 7), con cocina de proximidad y una cuidada carta de vinos con muchas marcas locales. La Cuineta (Nou del Patriarca, 2) y el Degvsta (Cavallers, 6) son otras dos opciones recomendables.
A menos de 20 kilómetros se encuentra una de las famosas Catedrals del Vi, una joya modernista alrededor de la cual se estructura el pueblo de Nulles. El edificio de la bodega Cooperativa Adernats es obra de Cèsar Martinell, data de 1917 y sus depósitos se llenaron de vino por primera vez en 1920. Desde entonces, el centenar de miembros de la cooperativa han elaborado vino y cava y cosechado premios. Ofrecen experiencias enoturísticas en las que combinan la cata de sus vinos con visitas a las espléndidas instalaciones y productos gastronómicos de la zona.
Los viñedos de la denominación de origen Conca de Barberà no distan más de 23 kilómetros de Nulles y tienen en la bodega Mas Vicenç uno de sus grandes activos. Las instalaciones regentadas por la familia Vicenç Morató se hallan en el pueblo de Cabra del Camp y han sido reconocidas en Tripadvisor como una de las mejores para el enoturismo. Vino, arquitectura e historia, combinación perfecta en la visita a los monasterios cistercienses de Poblet y el de Santes Creus, dos importantes etapas de la Ruta del Císter. Paisajes de almendros y viñas y las montañas de Prades en el horizonte animan descubrir ambos monumentos medievales. Santes Creus, fundado en el siglo XII, es uno de los conjuntos monásticos mejor conservados de Europa y Poblet se cuenta entre los monasterios aún habitados más grandes del continente. Aquí se han recuperado las antiguas viñas y se elabora el vino Abadía de Poblet con la variedad pinot noir.
Un museo con taninos
Poblet se halla muy cerca de L’Espluga de Francolí, donde se visita otra catedral del vino: aquí elabora sus vinos y cavas la cooperativa Castell d’Or. El edificio, proyectado por el gran arquitecto modernista Lluís Domènech i Montaner y construido por su hijo, merece la pena ser visitado para admirar sus naves y echar un vistazo al Museu del Vi, donde se explica la historia vitivinícola de la zona.
Detrás de las montañas de Prades se esconde la pequeña y fructífera denominación Priorat con sus viñas escalonadas, su suelo de pizarra y su tierra agreste y generosa. Son 106 bodegas, muchas de origen familiar, en los minúsculos valles en los que descansan pueblos como Gratallops o Porrera. Abrazando las tierras del Priorat se hallan los viñedos de Montsant, una de las denominaciones más recientes, con capital en Falset. Sus tintos son cada vez más apreciados y lo mejor es catarlos in situ. Una buena opción es un maridaje con propuestas gastronómicas del cercano delta del Ebro en el restaurante El Celler de l’Àspic (Miquel Barceló, 31).
En una ruta de poco más de 40 kilómetros y cruzando el Ebro se penetra en los dominios de Terra Alta, que tiene en Pinell de Brai uno de sus emblemas: se trata de una de las más potentes catedrales del vino, un edificio modernista también obra de Martinell (1918-1927), discípulo de Gaudí, que alberga en la actualidad la bodega Pagos de Híbera. Son numerosas las bodegas en la Terra Alta que abren sus puertas a los visitantes para mostrar su trabajo y sus vinos. Destacan los elaborados con garnacha blanca, reconocidos con importantes premios.
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