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Un sorbo de pizarra

De ruta por los pueblos y bodegas del Priorat, tierra de vinos con alma mineral

Carlos Delgado
El Lloar, en el Priorat (Tarragona), con la sierra del Montsant al fondo.
El Lloar, en el Priorat (Tarragona), con la sierra del Montsant al fondo.RAFAEL LÓPEZ-MONNÉ

El Priorat, la prestigiosa zona vitivinícola catalana, tiene un laberinto de colinas donde el terreno se desliza en estratos mientras el sol juega al escondite con las sombras de las cepas varadas en sus inclinadas laderas. A la magia de un paisaje fascinante se une en otoño la aportación cromática de las viñas y su cambiante colorido, que vira del verde al rojo según la hoja se acerca a su ocaso.

Estamos en la accidentada orografía formada por las estribaciones de la sierra de Montsant, donde los viñedos trepan hasta los 700 metros de altura. Las viejas cepas, plantadas en vaso, se agrupan en pequeñas parcelas que tapizan las redondeadas lomas formando bancales (costers), donde las escasas filas de cepas, en taludes inclinados, se asoman al vacío. Todo en singular contraste con el suelo negro y pardo de la licorella (pizarra). Estamos en el reino de las garnachas y cariñenas centenarias hechas mineral, del lento tiempo vegetativo, de la viticultura difícil, arriesgada, donde nacen vinos de terruño con vocación de grandeza, incluso desde su exigüidad numérica. El encanto del viñedo embebido de un clima duro tiene su necesario complemento en el trabajo de viticultores sin miedo, y en la pericia de enólogos amantes del riesgo. Juntos han logrado el milagro de vinos con intensa frutosidad, estructurados, de balsámica frescura y sabor hondo, telúrico. Paisaje hecho vino.

javier belloso

Primera parada, Scala Dei

Priorato viene de prior, el que organizaba la explotación vinícola y hortelana de toda la comarca. Y el prior era el de Scala Dei, eremítica morada de los monjes discípulos de San Bruno que introdujeron el arte de la viticultura en estas tierras. Hasta hace poco, la cartuja era un esqueleto de piedra centenaria comido por la yedra; ahora está parcialmente restaurada, aunque todavía queda mucho trabajo. Su impresionante arco de piedra recibe al viajero. Luego hay que visitar los tres claustros, la iglesia y el refectorio. También se ha reconstruido una celda que permite al visitante hacerse una idea del hábitat cartujano.

Tras el baño de historia, un buen trago en la bodega Scala Dei, fundada en 1878, y hoy propiedad del Grupo Codorníu. Un paseo por los calados de crianza en barrica de sus vinos procedentes de los viñedos más antiguos y privilegiados de la zona. Luego, a beber. La bodega ofrece al visitante, tras la visita (10 euros), una cata comentada de 3 vinos.

Paisaje de viñedos en la comarca del Priorat, en Tarragona.
Paisaje de viñedos en la comarca del Priorat, en Tarragona.RAFAEL LÓPEZ-MONNÉ

De La Vilella Baixa a Porrera

Seguimos viaje por las estrechas carreteras del Priorat para descubrir pueblos. Cada callejuela, recodo y plaza rezuma aroma de vino recién fermentado. Es tiempo de elaborar la nueva añada. Empecemos por la pintoresca La Vilella Baixa, que forma una media luna en el filo de una hoz, con sus balconadas en arco y sus casas colgadas sobre un pequeño barranco. Seguimos luego hacia Torroja del Priorat, sede del consejo regulador, preciosa villa ubicada en un cerro sobre el río Siurana, con sus calles pavimentadas de guijarros y su iglesia de San Miguel, donde se conserva un órgano del siglo XVIII construido por Jean Pierre Cavaller. Los conciertos de órgano aquí son memorables.

Más al sur, a la derecha del río Cortiella, se encuentra Porrera, un pueblo donde el tiempo parece detenido pese a poseer una gran concentración de relojes de sol. Como el original Reloj de Tarde, en la plaza de la Guineu; o el cuadrante, de grandes dimensiones, situado en la calle de Pau Casals. El cantautor Lluís Llach le dedicó a Porrera un álbum y aquí tiene una bodega, Vall Llach, que se visita. Cims de Porrera, ahora propiedad de la familia Pérez, es otra bodega interesante, toda una institución en Priorat. Y para comprar vino de la zona, nada mejor que acercarse a la tienda Vinum del Priorat, en la plaza de Cataluña.

Gratallops y Álvaro Palacios

Cierra el triángulo de este corazón vitivinícola del Priorat la villa de Gratallops. Aquí se inició, en 1981, la revolución de los vinos de la zona liderada por René Barbier y su Clos Mogador. La visita a la bodega de Álvaro Palacios, bodeguero del año según la revista WineSpectator, es obligada para conocer el lugar donde se elabora la cumbre de los tintos de Priorat: L’Ermita, el vino más caro de España junto con Pingus (Ribera del Duero), y uno de los mejores.

Cooperativa modernista

Y a un cuarto de hora en coche se encuentra Falset, la capital de la comarca del Priorato (y capital de la denominación de origen Montsant, que abraza a la de Priorat). Y muy cerca, la ermita de Sant Gregori, en un paraje onírico de gres rojizo esculpido por el viento. Los alrededores de Falset concentran las cooperativas vitivinícolas de la zona y, entre ellas, destaca la de Falset Marçà por su edificio modernista de 1919, firmado por un discípulo de Gaudí, César Martinell. Más de 100 años haciendo vino. Un buen sitio para empezar o terminar este viaje otoñal por Priorat, donde el vino se hace canción de piedra, pizarra y viña.

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Sobre la firma

Carlos Delgado
Periodista, escritor, y crítico enogastronómico. Premio Nacional de Gastronomía 2002. Es crítico enológico de EL PAÍS desde finales de los ochenta. En 1989 participó en la fundación de Slow Food, donde ha sido vicepresidente internacional y presidente nacional. Es autor de libros como 'El Libro del Vino' y 'El Libro de los Aguardientes y Licores'.

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