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Un país en el diván

<b>La bandera de Quim Torra.</b> El pasado 28 de septiembre, el Tribunal Supremo confirmó la inhabilitación de Quim Torra para ejercer cargo público por haberse negado a descolgar del balcón de la Generalitat una pancarta de defensa a los presos del 'procés'. Tuvo que dejar, por tanto, su cargo de presidente del Gobierno catalán. La imagen es del día de la inhabilitación.
La bandera de Quim Torra. El pasado 28 de septiembre, el Tribunal Supremo confirmó la inhabilitación de Quim Torra para ejercer cargo público por haberse negado a descolgar del balcón de la Generalitat una pancarta de defensa a los presos del 'procés'. Tuvo que dejar, por tanto, su cargo de presidente del Gobierno catalán. La imagen es del día de la inhabilitación.Massimiliano Minocri

Hablas con gentes que se alinean en un lado de la barricada ideológica y con las que se alinean en otra y con gentes no atrincheradas en ninguna de las dos, y concluyes que son mundos irreconciliables que discuten sin escucharse

Paseas. E intuyes tristeza en los rictus de los rostros ocultos tras las mascarillas. Ves tiendas, bares, restaurantes cerrados y sabes que muchos de ellos ya no abrirán. Te paras en centros sociales y ves los cronificados pobres de siempre a los que ahora se suma gente bien vestida propietaria de pequeños negocios arrasados por la pandemia. Solo los adolescentes parecen inmunes a la tristeza.

Conversas. La enfermera te dice al acabar su trabajo que lo del coronavirus en la UCI es dramático, y enciende un cigarrillo y se enjuga una lágrima y musita; "es muy triste, José, coger la mano del que va a morir y dejarla pronto porque otra mano te está esperando". Hablas con gentes que se alinean en un lado de la barricada ideológica y con las que se alinean en otra y con gentes no atrincheradas en ninguna de las dos, y concluyes que son mundos irreconciliables (la lengua, otro problema) que discuten sin escucharse y solo parecen coincidir en dos temas: 1) En definir al expresidente Quim Torra como una figura patética. “A Torra no le hacía caso ni el Tato”, me dijo un exconseller convergente. 2) En ver con simpatía la figura de Trapero, restituido como major de los Mossos d’Esquadra tras una peripecia judicial a la que le empujó el delirio de una cúpula política que hoy se reparte entre gente injustamente en la cárcel y los que se exiliaron sin afrontar la responsabilidad de meter al país en un lío. “Que los Mossos dejasen de ser dirigidos por un profesor de Derecho Constitucional, Jané, y pasaran a ser dirigidos por un activista, Forn, fue un problema para Trapero”, según otro exconseller convergente.

Meditas. Y llegas a la conclusión de que Cataluña está tumbada en un diván a la espera, como personajes de Samuel Beckett, de que llegue un Godot que de momento no se sabe quién puede ser ni siquiera si llegará. Hoy, en un país asolado por la crisis económica y la emocional, la gente espera. Hay quien lo hace preguntándose cómo se ha llegado a esto, y los hay como la mujer de la residencia que, mientras espera con serenidad lo inevi­table, su muerte en plazo breve, se sigue pintando los labios con el carmín rojo de siempre antes de ponerse la mascarilla. Mientras, la palabra Cataluña en los labios, gente sin escrúpulos usa el tráfico de influencias para ganar dinero con la pandemia.

Recuerdas. Hubo un tiempo en el que Jaume Lorés y Manolo Vázquez Montalbán escribieron a cuatro manos el guion de una película sobre el Fútbol Club Barcelona. El guion terminaba, símbolo de la Cataluña en crisis en años de franquismo, con el Barça sepultado bajo la montaña de Montserrat, que se desmoronaba. No hubo película. Los que debían pagarla dijeron que con el Barça y Montserrat, símbolos de Cataluña, no se hacían bromas. Hoy, fútbol y catolicismo están en crisis y proliferan el vacío y las sectas.

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