El notario anónimo que registra el cambio climático en el Mare Nostrum
En 1974 el metódico Josep Pascual, hijo y nieto de pescadores, empezó a registrar datos marítimos por simple curiosidad. Su serie se ha convertido en la más larga del Mediterráneo y en valioso material de estudio científico.
Cada semana, desde hace casi medio siglo, Josep Pascual confirma desde la cubierta de su barca que el clima del planeta está cambiando muy rápido. Pascual apaga el motor de la embarcación siempre en la misma localización, entre el golfo de Roses y las islas Medas, deja caer en el agua su sonda digital y luego los termómetros que medirán la temperatura del Mediterráneo. Mientras sujeta el cabo de los instrumentos, este ingeniero agrónomo de profesión, hijo de pescadores, explica que empezó a recoger estos datos por simple curiosidad. “Nadie hablaba por entonces del cambio climático”, recuerda con una sonrisa.
Sus mediciones sistemáticas desde 1974 en la costa de Cataluña son las más longevas del Mediterráneo, según la NASA. Científicos españoles e internacionales utilizan estos datos y los de su estación meteorológica para calibrar el desastre climático, y estudiantes e investigadores le acompañan en sus travesías, a 2,4 millas del puerto de L’Estartit, el pueblo de la Costa Brava donde nació en 1950. Su primer contacto con estadounidenses, a principios de los sesenta, fue el personal de la base militar Loran —de apoyo a buques de guerra— que tuvo Estados Unidos en el macizo del Montgrí: “Unas Navidades en una jornada de puertas abiertas para los vecinos me dieron a probar el primer helado de mi vida”, dice.
Pascual comenta que su constancia ha sido posible porque es soltero y sin hijos. Igual de importante fue haber crecido entre pescadores. Durante su infancia y juventud acompañaba a su padre a pescar. Su abuelo también fue pescador. Con ellos se obsesionó por conocer la meteorología: la fuerza del viento, las mareas, cómo predecir borrascas, cómo colocar bien las redes según las corrientes.
Hasta el pasado diciembre navegó con La fiera del mar, la barca que su padre mandó construir en 1946. La jubiló porque ya filtraba agua.
Ahora sale con La pubilla, un bote de cinco metros de eslora que le presta un amigo. Nada que ver con los buques oceanográficos con los que opera el Instituto de Ciencias del Mar, con el que colabora desde que uno de sus investigadores históricos, el fallecido Antoni Ballester, le facilitara sus primeros termómetros de precisión y un pluviómetro. Aprovechando que estudiaba Ingeniería Agrícola en Barcelona, Pascual tomó la iniciativa de mostrar en la delegación de la Agencia Estatal de Meteorología gráficas que había realizado tomando la temperatura del agua en la playa con un termómetro casero. Ballester descubrió el documento que dejó en recepción Pascual y se sorprendió de que un ciudadano hubiera hecho por su cuenta algo tan poco habitual.
Acompañamos a Pascual en una salida marinera el 30 de septiembre. En las coordenadas exactas de siempre, en presencia de la mágica silueta de las islas Medas, sumergió una moderna sonda informatizada y sus antiguos termómetros de mercurio.
La temperatura en superficie era de 19,9 grados centígrados. El 29 de septiembre de 1974, el agua en este mismo punto del Mediterráneo estaba a 18,4 grados.
El metódico Josep Pascual afirma que, quien no crea en el cambio climático, solo tiene que echar un vistazo a sus datos. Entre las mediciones que realiza, quizá la más alarmante es la del nivel del mar. Desde que empezara hace 30 años a anotar con precisión milimétrica las mareas en L’Estartit, el agua se ha elevado un palmo y la playa ha retrocedido 60 centímetros anuales. “Esto ya está ocasionando problemas, e irá a más”, comenta al llegar a puerto. Pascual recoge el equipo y lo carga con mimo en su bicicleta, una vieja BH de paseo, la misma en la que monta cada día desde hace 40 años.
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