Rosa Menéndez: “Si se para la investigación, se para el país”
La primera mujer presidenta del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) defiende que hay que ir más allá de las cuotas para cerrar la brecha de género
El Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) es el mayor organismo de investigación de España y el tercero de Europa, con 120 centros y 11.000 empleados que trabajan en infinidad de áreas: desde la biotecnología a la física teórica, de las humanidades a las ciencias de la alimentación. Rosa Menéndez (Cudillero, Asturias, 1956) es la primera presidenta de la institución en sus 80 años de historia, y presume de que se despierta cada día con un nuevo descubrimiento —uno de los últimos, un estudio que propone crear jaulas moleculares para destruir células cancerosas de forma selectiva—. Acaba de volver a Madrid tras pasar unos días de descanso en su tierra, así que cuando le toca enumerar proyectos recientes, hace memoria y pregunta a su jefe de prensa: “¿A ver, estas vacaciones, ¿qué más han descubierto nuestros chicos?”.
El trabajo de esta química y experta en materiales de carbono ahora se centra en la gestión, pero durante años investigó aplicaciones del grafeno en biomedicina y almacenamiento de energía. Ha sido también directora del Instituto Nacional del Carbón y vicepresidenta del CSIC, una casa que conoce a fondo porque lleva en ella desde 1979.
PREGUNTA. ¿Cuál es el reto más importante para dirigir una organización tan grande como el CSIC?
RESPUESTA. Es una gestión compleja, pero fluida porque está muy estructurada: tres vicepresidencias, una vicesecretaría general y delegaciones en comunidades autónomas, porque sé por experiencia lo que es estar en un centro en Asturias, por ejemplo, y ver la organización central como algo muy lejano que pone problemas administrativos. Me ayuda la experiencia porque conozco la institución, el sistema español y el europeo. Esto es como en la mina, donde uno pasa antes por picador.
P. Se suele criticar a la Administración pública por exceso de burocracia. ¿Falta flexibilidad en el CSIC?
R. No tenemos toda la agilidad administrativa que necesitaríamos para desarrollar el potencial de nuestros científicos. Ayudaría tener un marco regulador, una ley propia, como la del Museo del Prado, para autogestionarnos en el día a día con más autonomía, desde la compra de material a la asistencia a reuniones científicas.
P. Usted alertó de que, si no se realizan cambios profundos, habrá que cerrar centros de investigación.
R. Si queremos competir con Europa y mantener el nivel de producción y de excelencia de nuestra investigación, hay que aumentar la financiación. Con el dinero que manejamos hoy en el CSIC no se renuevan adecuadamente instalaciones y equipos. La edad media de los investigadores es de 54 años, y si no conseguimos bajarla a, digamos, 44 años, perderemos un potencial enorme. Hay que traer también al talento que no hemos podido retener. Muchos quieren volver, y es curioso: más que salarios altos, lo que demandan es espacios y equipos, poder trabajar en las mismas condiciones que estaban en el extranjero.
P. ¿Hay voluntad política real para impulsar el retorno de talento? Se habla mucho de los científicos de élite rechazados por la Universidad española.
“La ciencia no debe tener signo político. Necesitamos un pacto de Estado para poder quedar al margen”
R. El ministro ha anunciado que se va a luchar para que no se pierda un ápice de talento. Y nosotros estamos propiciando la vuelta de investigadores a puestos permanentes y a contratos en proyectos.
P. ¿Puede hoy Europa competir en investigación con EE UU o Asia?
R. La gran riqueza de la Unión Europea, y a la vez el gran problema, es que somos muchos países muy distintos. Tenemos que jugar con esta diversidad con la que no cuentan Asia o EE UU. Se produce buena ciencia, pero en innovación y transferencia de tecnología vamos bastante por detrás. Deberíamos apostar por líneas estratégicas en las que tenemos potencial y podemos competir: inteligencia artificial, energías renovables, astrofísica... La única forma de vencer al gigante asiático y al norteamericano es mantener un espíritu de colaboración, independientemente del Brexit.
P. ¿Y España?
R. El porcentaje del PIB dedicado a ciencia e investigación es la mitad del europeo, y a pesar de eso está bien posicionada. El CSIC en publicaciones está al nivel del Centro Nacional de Investigación Científica de Francia (CNRS), que tiene el doble de presupuesto y personal. Hay que reclamar más inversión pública y privada.
P. ¿La sociedad española valora la ciencia?
R. En teoría, sí, pero en la práctica no hay grandes movimientos sociales que la reivindiquen, como los que existen para defender la sanidad y educación públicas. Es vital divulgar, hacer entender que todo es investigación, los medicamentos que tomamos y la ropa que vestimos, que si se para la investigación, se para el país.
P. Usted es la primera mujer presidenta del CSIC en 80 años de historia. ¿Necesita la ciencia cuotas de género?
R. Creo que es hora de hablar más de cualificación profesional que de cuotas. En lo que depende de mí hay un porcentaje alto de mujeres porque eran las personas más capaces y cualificadas, y en el CSIC estamos relativamente bien: el 49% de la plantilla es femenina, el 40% de los científicos. Pero en los niveles más altos baja al 27%. Intentamos que los tribunales tengan perspectiva de género y acabar con desigualdades relacionadas con la conciliación familiar al evaluar el currículo de científicas que han tenido permiso de maternidad. Y fomentamos la perspectiva de género en los proyectos: se ha probado, por ejemplo, que los síntomas de un infarto en mujeres no se identificaban bien hasta ahora. Pero en líneas generales la ciencia y la investigación no deben tener signo de ningún tipo: ni político, ni religioso, ni de raza… Tienen que estar al margen de todo. Y para que se mantengan al margen de cambios políticos necesitamos un pacto por la ciencia.
P. ¿De qué investigación está impaciente por ver resultados?
R. Muchos del área de la salud, como los que tratan de prevenir o controlar el alzhéimer. Tienen especial relevancia en un país tan longevo como España.
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