Científicos de élite rechazados por la universidad española
Investigadores con ayudas europeas millonarias son descartados por la agencia evaluadora del Ministerio de Ciencia
La ingeniera de telecomunicaciones Ivana Gasulla, nacida en Valencia en 1981, forma parte de la élite científica europea. Su equipo desarrolla una fibra óptica ultrarrápida para incrementar la velocidad de conexión a Internet. En enero de 2017, el Consejo Europeo de Investigación le concedió una de sus prestigiosas ayudas de dos millones de euros —una Consolidator Grant— para proseguir sus trabajos, cuando tenía solo 36 años. Sin embargo, en 2018, Gasulla solicitó ser acreditada como profesora titular de la universidad española y fue rechazada por la Agencia Nacional de Evaluación de la Calidad y Acreditación (ANECA), el organismo encargado de garantizar la calidad del sistema universitario español.
“Un premio Nobel no podría acreditarse por la ANECA”, afirma la ingeniera Ivana Gasulla
“Un premio Nobel no podría acreditarse por la ANECA”, afirma Gasulla, investigadora de la Universidad Politécnica de Valencia. La ingeniera cuenta que ha recibido ofertas de universidades europeas para mudarse a ellas con plaza fija, pero en España el sistema es muy diferente. Para poder competir por un puesto de profesor o catedrático es imprescindible recibir antes el visto bueno de la ANECA, adscrita al Ministerio de Ciencia. Según los criterios de la agencia, Gasulla no servía para ser profesora titular de la universidad española porque solo había dado 100 horas de clases. “Me pedían al menos 450 horas. En otros países no existe esta acreditación, pero aquí cuentan las horas al peso. Están penalizando a investigadores que son realmente buenos”, denuncia la ingeniera.
Gasulla no es un caso aislado. En la jerga científica ya hay un término para estos investigadores aplastados por el sistema: los anecados. “La carta de rechazo de la ANECA me llegó a finales de marzo de 2014. En julio de ese mismo año saqué la plaza en la Universidad de Cambridge”, cuenta con sorna Dacia Viejo (Madrid, 1973), del departamento de Arqueología de la institución británica. Cuando la ANECA certificó su “evaluación negativa” para poder ser una profesora contratada en España, ya había coordinado junto a otra colega un proyecto europeo de 1,2 millones de euros sobre la reconstrucción del patrimonio cultural tras las guerras.
Decenas de anecados se han puesto en contacto con EL PAÍS tras la publicación esta semana del caso del físico Juan Antonio Aguilar, rechazado por la ANECA para ser catedrático pese a ser uno de los 25 científicos más citados de España. Los afectados critican la presunta arbitrariedad de la agencia, el tedioso proceso burocrático de meses y que se valoren las horas de docencia al peso, como si fueran pilotos de avión. Un informe elaborado por la Sociedad de Científicos Españoles en el Reino Unido denuncia además que “los criterios de puntuación no son transparentes”.
"Tocamos cualquier puerta de una universidad europea y nos la abren. En España nos la cierran en las narices", lamenta el ecólogo Fernando Maestre
“La idea de la ANECA era buena, para fijar unos mínimos de calidad, pero se ha pervertido”, opina el ecólogo Fernando Maestre (Sax, Alicante, 1976), que define su caso como “sangrante”. En 2011, solicitó a la ANECA la acreditación para poder optar a una plaza de catedrático. Fue descartado por no tener suficientes horas de docencia y por falta de experiencia dirigiendo proyectos nacionales, según relata él mismo. Sin embargo, el ecólogo llevaba desde 2008 coordinando un proyecto premiado con una ayuda Starting Grant de 1,4 millones de euros del Consejo Europeo de Investigación.
“Mi currículum cubría con creces el nivel que se espera de un catedrático y superaba al de más del 90% de catedráticos de mi área de conocimiento”, afirma Maestre. Dos años más tarde, con apenas 200 horas más de clase, sí superó la evaluación de la ANECA. “Yo estuve a punto de dejar la universidad española y otros muchos se irán”, sostiene. Maestre logró en 2014 una Consolidator Grant de dos millones de euros para continuar sus investigaciones sobre los efectos del cambio climático en las zonas áridas. Es catedrático en excedencia de la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid e investigador de la Universidad de Alicante.
“Los que tenemos una ayuda del Consejo Europeo de Investigación tocamos cualquier puerta de una universidad europea y nos la abren. En España nos la cierran en las narices”, asegura Maestre. Los científicos con estas ayudas millonarias son muy codiciados porque son la élite y porque las asignaciones son nominativas: si fichan por otra universidad, el dinero se va con ellos. “El sistema español nos expulsa. Se valora la antigüedad y acumular horas de clase, la cantidad en vez de la calidad. Un catedrático tiene que ser una persona que siente cátedra, pero ahora tenemos una retahíla de catedráticos mediocres”, sentencia Maestre.
"La experiencia docente es un parámetro fundamental", defiende el director de la ANECA
“La ANECA apoya sus resoluciones en dos pilares: la normativa vigente y la experiencia y conocimiento de los comités de acreditación elegidos por sorteo entre profesores cuyo currículum es incuestionable y de máxima calidad”, defiende el director de la agencia, el geógrafo José Arnáez. “La experiencia docente es un parámetro fundamental a la hora de valorar los méritos de un profesor universitario. No se debe olvidar que estamos hablando de un profesional que va a impartir y formar estudiantes”, argumenta.
Arnáez, catedrático de la Universidad de La Rioja, subraya que, según un real decreto de 2015, “en determinadas circunstancias, con un excelente currículum investigador, no es necesario exigir un tiempo mínimo de experiencia docente”, por lo que “tampoco es acertado decir que el sistema actual es un freno a la internacionalización”.
Muchos anecados discrepan. El neerlandés Henk Bolink, nacido en 1969, solicitó ser acreditado como catedrático en dos ocasiones, en 2011 y 2018. En las dos fue rechazado por la ANECA. El investigador, del Instituto de Ciencia Molecular de la Universidad de Valencia, ha recibido este año una ayuda Advanced Grant del ERC, dotada con 2,5 millones de euros, para sus vanguardistas desarrollos de dispositivos LED y células solares con nuevos materiales.
“Me dieron el argumento de que no alcanzo el mínimo en docencia”, explica Bolink. La vicerrectora de investigación de la Universidad de Valencia, Pilar Campins, escribió el 1 de diciembre de 2017 a la ANECA para explicar que Bolink no había podido acumular tiempo de clase porque su contrato limitaba su actividad docente a 60 horas al año. “La ANECA no lo consideró”, lamenta el neerlandés, que colabora con empresas como Osram y Airbus, y en 2016 ganó el Premio a la Excelencia Investigadora de la Real Sociedad Española de Química.
“Hay tal disonancia que el sistema español y el internacional son irreconciliables”, zanja el filólogo Pablo Valdivia, nacido en Granada en 1981. En 2009, intentó acreditarse como profesor ayudante doctor por la ANECA, pero los evaluadores consideraron que su currículum era poco internacional, porque había desarrollado su carrera básicamente en el Reino Unido, según explica. “Me lo tomé a risa y desistí”, recuerda. Con 34 años, logró la plaza de catedrático de Cultura y Literatura Europea en la Universidad de Groningen (Países Bajos), “con carta blanca para formar un equipo de 20 personas”. Ha conseguido cuatro millones de euros para su facultad en los últimos años.
“Si das clase fatal dos años, tienes un certificado de que has dado dos años de clase”
"Hay profesores que leen las lecciones con la nariz metida en un libro. Otros que llegan tarde. Hay catedráticos aburridísimos y gente que no sabe manejar el PowerPoint. Pero si das clase fatal dos años, en España tienes un certificado de que has dado dos años de clase", asegura el biólogo Isidro Aguillo, experto en métodos de evaluación de la ciencia en el Instituto de Bienes y Políticas Públicas del CSIC. "La mayoría de profesores e investigadores que he conocido son muy buenos. La mayoría: el 51%", bromea.
El investigador propone “diversificar los criterios” de la ANECA para valorar más la formación —“cursos para aprender a enseñar”— y para “examinar la capacidad didáctica de esas personas con pruebas específicas”, además de someter a los profesores a revisiones periódicas. “Si vales para dar 100 horas de clase, vales para dar 300”, opina. Aguillo, además, sugiere la creación de un Sistema Nacional de Información Científica adscrito a la Agencia Estatal de Investigación del Ministerio de Ciencia: “Lo que hace falta en España es una organización neutral y transparente, con métricas sofisticadas para evaluar a los científicos, para que las comisiones de la ANECA puedan tomar decisiones informadas”.
¿Tienes más información de estos casos o de otros similares? Envíanosla a manuel@esmateria.com
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