Motivar a los alumnos a golpe de cebolla
Ángel Luis González, ingeniero informático y docente de FP, fue el único español seleccionado entre los finalistas al ‘Global Teacher Prize’, el premio al mejor docente del año


Desde los exiguos confines de su aula de Formación Profesional en Puertollano (Ciudad Real), Ángel Luis González ha conseguido lo que muchos consideran todo un reto de la educación actual: estimular a estudiantes a menudo desmotivados, impulsar su autoestima y prepararlos para un futuro en el que la tecnología jugará un papel fundamental. “Soy de los que piensan que la FP no tiene que ser un segundo plato ni un plan B. Ni, por supuesto, el destino natural de los malos estudiantes”, afirma, convencido, por videoconferencia.
Formado como ingeniero informático e inspirado por la labor de las escuelas rurales, que conoció de cerca gracias a su trabajo digitalizando cientos de centros educativos extremeños, González (Torrijos, Toledo, 1983) dejó atrás su trayectoria en el sector tecnológico para convertirse en docente, convencido del poder transformador de la educación, y aún más en entornos donde es más frecuente que los alumnos duden tanto de sus capacidades como de sus posibilidades en la vida. Con The Sonic Onion (la cebolla sónica), su innovador modelo pedagógico basado en el aprendizaje por niveles, la gamificación y el uso de tecnologías emergentes como la inteligencia artificial y la realidad aumentada, ha revolucionado la forma en la que sus alumnos aprenden informática y desarrollan habilidades clave para el mundo laboral.
Un trabajo que no ha pasado desapercibido, y que ha provocado que, tras solo cuatro años dedicado a la enseñanza, haya sido seleccionado como uno de los 50 finalistas del Global Teacher Prize 2025, el prestigioso galardón de la Fundación Varkey que reconoce a los mejores docentes del mundo (y que finalmente se llevó el saudí Mansour Al Mansour), entre 5.000 candidaturas de 89 países. Su enfoque inclusivo, su capacidad para conectar con los estudiantes y su apuesta por un modelo de enseñanza que va más allá de las meras calificaciones han sido claves para su nominación. Más allá del aula, González sueña con crear centros socioculturales en zonas rurales para dar oportunidades a jóvenes en riesgo de exclusión.
Pregunta. ¿En qué consiste la metodología de la Cebolla Sónica, o The Sonic Onion?
Respuesta. Básicamente es como una contrarrespuesta al mundo de la especialización en el que vivimos, especialmente en informática. Parece que ya no estudias para ser informático, sino para convertirte en programador de un lenguaje muy concreto de cara a un tipo de clientes muy concreto; y no tienes una visión transversal de casi nada. Luego cuesta mucho encontrar gente que tenga habilidades blandas de liderazgo o coordinación.
The Sonic Onion se fundamenta en diferenciar, y mucho, lo esencial de lo concreto. Yo les presento los conceptos clave y, sobre ellos, vamos construyendo las capas que haga falta, de distintas maneras. A mí me gusta mucho el aprendizaje evidencial, el demostrar haciendo cosas, que es tan habitual en la FP. Pero también me gusta la gamificación: por ejemplo, uso mucho las cartas tipo magic, para identificar componentes, y así desarrollan el pensamiento abstracto. Y luego, una de las capas que más me gusta ponerle últimamente es el de la radio educativa: suelo llevar unos micros en la mochila y, como mi centro ha puesto un pequeño estudio, aprovecho los espacios de la radio para provocar pequeños debates sobre temas relacionados con la parte curricular, que son perfectamente evaluables. Eso ayuda a que el alumno adquiera responsabilidad sobre su propio aprendizaje.
P. El jurado del Global Teacher Prize reconoce su labor motivacional con los estudiantes. ¿De qué manera impacta en la vida de los estudiantes?
R. Mi estrategia se basa sobre todo en la conversación, porque yo hablo mucho y me gusta conocer tanto sus inquietudes personales como profesionales. Unas de las primeras cosas que me suelen decir es que no saben si quieren ser informáticos. Y yo les pregunto: “¿Qué es para ti ser informático?” Y me responden: “Pues mi tío, que trabaja en el Ayuntamiento arreglando ordenadores”. Y sí, esa es una posibilidad. Pero también hay muchas más: yo soy profesor; mi amigo Carlos, que también hizo una FP y que va ir a darles una charla sobre inteligencia artificial, trabaja en Madrid con Amazon gestionando los nuevos planes de IA de esta multinacional. Sergio, otro amigo mío, crea sistemas en una empresa de seguros, y ahora llegan muchas ofertas de la Liga de Fútbol Profesional. Hay una transversalidad absoluta.
Trato de transmitirles que, realmente, ellos están comprando tickets para esta aventura que es la vida, y con con esos billetes ya verán luego ellos dónde fichan. Pero es importante que no piensen que están creándose una encapsulación de lo que va a ser su futuro. Hablamos mucho de videojuegos, y también de temas más trascendentales como la política. Y, de esa manera, vas empatizando y conectando con ellos.
P. Pero usted no iba para profesor... ¿Cómo se decidió a hacer ese giro?
R. Yo siempre digo que no tenía una vocación clara cuando nací, y de hecho estudié Ingeniería Informática porque lo decidí el último día de la preinscripción en la universidad. Encontré rápido trabajo como programador informático, luego de analista y, finalmente, en un grupo editorial (Pearson) con quien desarrollé el proyecto Escolarium, digitalizando durante siete años los centros escolares de Extremadura. Gracias a él, conocí todos los pueblos, aprendí de muchísimos profesores y descubrí una pasión muy grande por la educación en sitios muy pequeños, en todos esos lugares donde uno piensa que ahí no puedes encontrar el éxito en la vida profesional. Y ellos fueron quienes me animaron a presentarme a las oposiciones, que luego saqué a la primera.
P. ¿Cuáles diría que han sido sus mayores referentes?
R. Personalmente mi abuelo, un niño abandonado de la guerra que no tenía nada y que, sin embargo, consiguió sacarnos a todos adelante. Y, desde un punto de vista educativo, los centros de escuela rural, especialmente los de Extremadura Aljucén, por ejemplo, es un pueblo con apenas 100 habitantes, ocho alumnos de Primaria y dos profesoras que hacían un trabajo increíble: dinámica, sala de gamificación... A los mayores les pedían que hicieran exposiciones a los más pequeños para que vieran cómo iba a ser su vida cuando fueran tres o cuatro años más grandes (sonríe). También el Pío XII, ubicado en Don Álvaro, una aldea cerca de Mérida; en Hoyos, una zona de sierra con muy pocos alumnos al norte de la región; o el IES Siberia Extremeña, en Talarrubias, una zona fronteriza entre Córdoba y Ciudad Real donde (como en muchas áreas similares) la gente cree que tiene pocas oportunidades. Allí fue donde me inicié como profesor, y fue una influencia grandísima.
Yo veía a todos esos profesores ponerle muchísimo cariño y, sobre todo, tratando la escuela como lo que siempre he creído que es, una ventana al mundo. Porque todas las oportunidades que a lo mejor no tienes ahí donde estás, te las va a dar la escuela.
P. Todavía hay quien considera que la FP es una opción para malos estudiantes. Usted, claro, no está de acuerdo.
R. Desde luego que no. Yo me acuerdo que, cuando estaba terminando Octavo de EGB [Educación General Básica, la antigua Primaria], el profesor nos preguntó qué íbamos a hacer, si instituto o FP. Y si era una persona que no tenía buenas calificaciones y decía “instituto”, le animaban a irse a FP. Y al revés igual.
Creo que esa es una de las grandes mentiras que arrastra nuestro sistema. Porque, por ejemplo, si tú eres un buen informático, como es mi caso, en Secundaria no tienes forma de demostrarlo de ninguna manera. ¿Qué ocurre? Que a lo mejor hay un grandísimo [futuro] informático que en ese momento está sacando malas notas. Él va a pensar que una ingeniería nunca va a ser para él, pero seguramente, tiene un pensamiento computacional alucinante. Mi objetivo es lograr que ellos se den cuenta de que pueden hacer todo lo que se propongan.
P. Es padre de un niño con Trastorno del Espectro Autista (TEA), un aspecto que reconoce que ha influido mucho en su enfoque pedagógico y en cómo relacionarse con los alumnos y sus familias.
R. La comunicación con las familias es clave porque, para mí, la educación es como un engranaje de tres sistemas: el escolar, el familiar y el sociocultural: La parte de las necesidades educativas especiales me ha enseñado a exigirme muchísimo, porque si el alumno no aprende, la responsabilidad es mía y tengo que buscar caminos con los que pueda hacer que ese engranaje funcione.
Cuando trabajas con un grupo de estudiantes, es inevitable fijarse en los tres o cuatro que siempre destacan. Y tú, como profesor o jefe de equipo, tratas de hacerlos aún mejores. Pero la educación no solo es eso; es dirigirse a los otros 17 o 18 alumnos y esforzarse porque lleguen al nivel de esos tres o cuatro. En el fondo, el mundo no es tan cuadriculado como puede estar un plan de estudios; es mucho más heterogéneo. Por eso, lo mejor es que, como profesores, busquemos siempre formas de adaptarnos a cada alumno. Por eso, trabajar con distintos tipos de tareas, como yo hago, es genial: a algunos se les da de maravilla la radio, pero luego a lo mejor no destacan tanto con tareas de razonamiento escrito.
P. Usted afirma no creer demasiado en las calificaciones. ¿Por qué? ¿Cómo podría, si no, evaluarse el progreso estudiantil?
R. Cuando hablo con las familias, especialmente, y si el alumno no deja de aprender desde el primer día, siempre les digo que estén tranquilos. Porque aunque ahora a lo mejor no llegue al 5, al principio de curso estaba más abajo, y poco a poco está subiendo y está funcionando. En mi opinión, lo que a veces consiguen hacer las calificaciones es desfocalizar la realidad educativa. Suele ocurrir que los padres me llaman y me piden hablar con ellos de los dos módulos que su hijo o hija ha suspendido, obviando los otros cinco que ha aprobado sin problemas. Cuando tienes que hacer una escultura de arcilla, esta puede tener calidad o no, pero cada día que le estás dedicando te ayuda a llegar al nivel que tú quieres alcanzar.
Podemos hacer cambios en el sistema educativo para que no haya tantas notas de calificación. En la FP, por ejemplo, tengo que evaluar lo que un alumno sabe hacer, y me encantaría no tener que resumirlo simplemente en números, sino poder decir lo que sabe y no sabe hacer, como lo que aparece ahora en un currículum o en un perfil de Linkedin, que ahora está muy de moda con la parte de las aptitudes y las habilidades blandas. Y luego tenemos un problema grande, que es el social: ¿estudiamos para aprender o para aprobar? En Linkedin hay mucha gente que comparte cursos que ha hecho, pero a mí me gustaría saber qué han aprendido a hacer con esos cursos.
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