Chus Burés, escultor en miniatura
Compuesta en su mayor parte por joyería, la obra de Chus Burés es tan diversa como su metodología. Sus piezas sobreviven al paso de las décadas alejadas de las tendencias, como la sortija que diseñó en 1989 para Átame, de Pedro Almodóvar
LA CASA estudio de Chus Burés en Madrid posee al mismo tiempo la calidez de un hogar y la energía estimulante de los lugares donde se crea. El recibidor lo preside un cuadro del neoexpresionista Dokoupil y en las estanterías del salón reposan obras de Lynda Benglis, Louise Bourgeois y Jesús Rafael Soto. Este apartamento de la calle de Serrano revela una forma de entender el arte, que es la esencia de toda la obra de Burés, compuesta en su mayoría por joyería, pero tan diversa como demuestran las vasijas de cerámica que adornan la entrada y que llevan también su firma. El artista barcelonés no crea apenas ornamentos. “Entiendo la joya desde el respeto a su simbología y a lo que quiere comunicar”.
El diseñador apenas crea ornamentos. “Entiendo la joya desde el respeto a su simbología y a lo que quiere comunicar”
Chus Burés, de 62 años, viste en consecuencia. Ataviado con una camisa blanca y un pantalón oscuro, lo único que distingue su atuendo son dos sortijas de su serie Infinity Lines que cruzan los dedos de sus manos. También las pulseras que adornan sus muñecas y que pertenecen a su último proyecto, Chus × Chus, del que habla con el entusiasmo más propio de un principiante que de alguien que acumula más de 30 años de carrera. “La idea de esta nueva marca es que en el futuro yo no sea el diseñador. Dejaré mi archivo a nuevas generaciones para que inspirados en él creen otras colecciones. Cuando se es joven la mayor dificultad que uno encuentra es de dónde salen los conceptos, cómo nacen las ideas”.
Él, confiesa, se inspira en todo y en nada. La idea para una alfombra le surgió, por ejemplo, de una vidriera proyectada sobre el suelo por la luz. Su curiosidad es insaciable y así lo demuestran los montones de libros que acumula en su biblioteca y campan por las mesas del salón: Dalí, Anish Kapoor, Picasso, Murakami, Avedon y hasta varios volúmenes de El Celler de Can Roca. Como artista ha transitado entre procesos creativos opuestos: de la elaboración de piezas a partir de objetos que encontraba en la calle y en ferreterías al diseño libre y la búsqueda del material que mejor se adapte al boceto.
La heterogeneidad de la obra de Burés hace que describirla en pocas palabras resulte arriesgado. Aunque ha trabajado mucho con plata, él se define a sí mismo como un creador “multimatérico”. En sus colecciones hay papel, acrílico, acetatos y pintura. Su perfil bascula entre el artista que crea con absoluta libertad y el diseñador técnico, limitado por el mercado, los costes y los clientes. “Cuando más me divierto es cuando diseño sin restricciones. Me da igual que pese que no pese, que sea caro o que no. Busco la creatividad al 100%”, confiesa.
Todo ese proceso se traduce en una obra alejada de las tendencias y atemporal, con una vigencia que sobrevive al paso de las décadas, como la sortija que en 1989 diseñó para la película Átame, de Pedro Almodóvar, y que hoy luce en su estudio como si fuera la última de sus creaciones. “Las cosas que hacía en los años ochenta todavía las vendo en Estados Unidos porque les parece lo más”. Reconoce que sus principales clientes son extranjeros. “Aquí (en España) no hay cultura del coleccionismo. En París, en Nueva York o en Suiza, las señoras prefieren distinguirse con una joya hecha por un artista, aunque sea de papel, que con un collar de oro y diamantes. Tenemos formas distintas de entender la creatividad en todo. Nos hemos quedado un poco convencionales”. Y él busca todo lo contrario. Ese estilo diferenciador ha cautivado a personajes variopintos: la diseñadora Agnès B., la arquitecta Zaha Hadid, la coreógrafa Blanca Li y las actrices Geraldine Chaplin, Victoria Abril y Ana Belén. Sobre en quién le gustaría ver sus joyas, dos nombres: la actriz Tilda Swinton y la cantante Rosalía.
Su último proyecto es Chus × Chus. “La idea es que en el futuro yo no sea el diseñador. Dejaré mi archivo a nuevas generaciones”
Ahora a caballo entre Madrid y Nueva York, Burés ha vivido y trabajado también en Barcelona, París y Bangkok, destino del que habla con especial cariño y que marcó un antes y un después en su historia profesional y personal. Allí, cuenta, descubrió todo tipo de técnicas y disciplinas artesanales. “Me maravilló ver cómo esos orfebres entendían la joyería como una religión”, recuerda, sentado a pocos metros de una pila de libros sobre Tailandia.
Se fue para un año y acabó pasando una década, desde que en 1996 lo escogieran para comandar la revitalización de la industria joyera. “Me ayudó a poder realizar muchas de las ideas que tenía. Aquí se va muy rápido, y allí yo disfrutaba porque me ayudaban a resolver problemas técnicos y de fabricación”. En la cultura europea, añade después, todo es business.
Han pasado más de 20 años desde que comenzara su periplo internacional, pero su imagen sigue asociándose al Madrid de la movida, al que llegó en los ochenta para colaborar con el modista Manuel Piña. Entonces no solo encontró un clima que favorecía la creación, sino que estableció lazos que aún perduran con algunos artistas clave de la cultura española, como el fotógrafo Alberto García-Alix y el cineasta Pedro Almodóvar. La horquilla asesina que Assumpta Serna empuña en la película Matador (1986), del director manchego, sigue siendo, actualmente, una de sus piezas más reconocidas.
Con la mirada de quien ha conocido otros mercados y políticas culturales, el joyero no esconde el anhelo de tiempos pasados, más propicios para la creación artística en España. Explica, por ejemplo, que según su propia experiencia cada vez acuden menos galeristas extranjeros a Arco Madrid, lo que se traduce en una salida al extranjero más discreta del arte español. “En joyería española —especialmente la catalana, apunta—, fuimos muy internacionales, pero ahora mismo está poco promocionada”.
Como si fuera poco consciente de su propio éxito, Burés aún parece sorprenderse cuando repasa el medio centenar de artistas de todo el mundo con los que ha colaborado. Habla del pasado con sencillez y mira hacia el futuro sin grandes pretensiones. “Mi ambición es estar siempre creando proyectos. Soy una persona especialista en complicarme la existencia. Es mi estilo de vida y lo que me gusta”.
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