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Anish Kapoor: “El Brexit ha dado vía libre para ser racista y violento”

Anish Kapoor retratado en el Museo Serralves de Oporto junto a su obra 'White Out' (2004).
Anish Kapoor retratado en el Museo Serralves de Oporto junto a su obra 'White Out' (2004).Sofía Moro

El escultor angloindio es uno de los artistas vivos más importantes del mundo. En Reino Unido, donde se instaló en los setenta, dejó de ser un “buen chico indio” y dio sus primeros pasos en el arte. En Londres, la ciudad desde la que ha proyectado su obra al resto del mundo, asiste consternado a la deriva nacionalista de un país que, lamenta, se aboca a un inevitable retroceso.

MENUDO, DE luminosa cabellera blanca y sobrio atuendo rematado con unas desenfadadas deportivas, Anish Kapoor, de 64 años, se disculpa varias veces durante la charla por el enfado que se apodera de él al hablar del Brexit. Criado en Bombay, de padre indio y madre judía-iraquí, a los 16 años dejó su India natal para mudarse a Israel: el plan era estudiar ingeniería, pero abandonaría a los seis meses —las matemáticas no eran para él— y se matricularía en Bellas Artes en Londres. Llegó a Reino Unido en los setenta y hoy, dice, le cuesta reconocer al país que tan bien le ha tratado. Fue ganador del prestigioso Premio Turner en 1991, ha expuesto su obra en templos como la Tate Modern o la Royal Academy of Arts —donde batió récords de asistencia—, el distinguido título de sir antecede a su nombre y sus esculturas ilustran las páginas del nuevo pasaporte británico, que en su edición de 2015 se diseñó bajo el leitmotiv “iconos de la cultura”. El país, al fin y al cabo, que le ha permitido proyectar su obra al resto del mundo. Chicago. Río de Janeiro. París. Buenos Aires. Ámsterdam. Nueva York. Tokio. Milán. Tel Aviv. Ahora acaba de inaugurar su primera muestra individual en Portugal, Anish Kapoor: Works, Thoughts, Experiments. Sus esculturas a gran escala permanecerán hasta el próximo mes de enero en los jardines de la Fundación Serralves de Oporto.

La escultura 'Sectional Body preparing for a Monadic Singularity' (2015).
La escultura 'Sectional Body preparing for a Monadic Singularity' (2015).Sofía Moro

Precisamente en unos jardines prendió una de las polémicas más agrias en las que el artista angloindio se ha visto envuelto en toda su carrera: en 2015, Kapoor aseguró en una entrevista que Dirty Corner, una de las obras que formaban parte de su exposición en el palacio de Versalles de París, tenía un claro “simbolismo sexual”. Varios artículos y tuits ofendidos después, la escultura acabaría bautizada como “la vagina de la reina” y siendo pasto de los vándalos. En tres ocasiones. En la segunda, Kapoor decidió que no borraría los insultos antisemitas sino que formarían parte de la imponente escultura de acero corten. De nuevo, el escándalo —hasta François Hollande, por entonces presidente de Francia, se vio obligado a intervenir—. En el episodio final de la controversia, un político local demandó al artista por “incitación al odio” y un juez estimó que Kapoor —que pone los ojos en blanco al recordar el desenlace– debía retirar los grafitis antisemitas.

En los pulcros jardines de Versalles aspiraba a sembrar el caos. ¿Qué planes tenía para los de Serralves? Versalles es un espacio muy difícil para trabajar. En parte porque Le Nôtre, que diseñó los jardines, era un auténtico genio. Son casi renacentistas porque en ellos todo está supeditado al espectador y a su mirada, que es claramente masculina. Todo está bajo control. Todo está impecablemente cortado. A la naturaleza se la ha obligado a portarse bien. Y yo quería alterar el orden, llevar una presencia caótica, problemática, compleja, turbulenta. Francamente, creo que superé con creces mi objetivo. Aquí la situación es muy diferente. Estos son unos jardines idílicos, que se organizan en distintas estancias y me parecía bien respetar el fluir de esos recintos y experimentar con espacios de distintos tamaños. Y, por supuesto, está el maravilloso edificio del señor Siza [el arquitecto autor del Museo Serralves]. A mí me parecía buena idea poner una de mis obras junto a él. Veremos qué le parece a él.

La escultura 'Sectional Body preparing for a Monadic Singularity' (2015).
La escultura 'Sectional Body preparing for a Monadic Singularity' (2015).Sofía Moro

En los ochenta, cuando daba sus primeros pasos como artista, un jardín japonés, no francés como los de Serralves, ejerció una gran influencia sobre usted. Sí, coincido con Frank Lloyd Wright, Richard Serra y muchos otros artistas, escritores, poetas o arquitectos de tradición modernista que han citado al jardín japonés como una referencia para entender el espacio de otra forma: los objetos no ocupan espacio, sino que crean más espacio.

Nació en Bombay en un hogar cosmopolita y moderno. ¿El arte siempre estuvo presente? La cultura india es muy visual, pero, durante mi infancia, ¿pensaba que todo eso que había a mi alrededor era arte? No. Aunque, por supuesto, conocía los grandes templos y las tradiciones, sobre todo la tradición escultórica india, que es verdaderamente relevante. Mis orígenes son, inevitablemente, muy importantes, pero soy reacio a que todo gire en torno a mis raíces indias. Debemos superar la etiqueta del origen exótico. En el mundo del arte estamos obsesionados con hablar de “artista de África”, “artista de China”, pero no se menciona la procedencia cuando el artista es americano. Basta su nombre. Parece que su arte sea pura invención suya mientras que en el caso de los demás automáticamente se piensa: “Oh, es de Camerún, así que debe de haber algo de cultura camerunesa de fondo en su obra”. Esto se llama neocolonialismo y soy totalmente contrario a esta idea. Es un verdadero problema. Hoy deberíamos mirar una obra y valorarla en función del resto de la creación artística que se hace en el mundo. Hay que tener puntos de vista más sofisticados y menos colonialistas.

“Algunos artistas acaban haciendo obra sobre dinero. Eso me aburre. El dinero solo forma parte del contexto en el que se desenvuelve tu trabajo. Nada más”

¿Y vamos por el buen camino? No, de hecho creo que está empeorando. Pero con el auge del neonacionalismo prácticamente en todo el mundo, como creadores de cultura debemos oponernos con fuerza a estas ideas que nos encierran en pequeños compartimentos. Mira lo que está sucediendo en Reino Unido con el estúpido Brexit, que es de una ignorancia imposible de creer, ¿cómo ha podido pasar? Por mucho que el contexto no sea el más propicio, como artistas tenemos que ser radicales para tratar de desbancar tales ideas.

En 1973 se matriculó en la escuela de arte en Londres. ¿La universidad supuso una liberación para usted? Crecí en India. Era un buen chico indio. Muy educado. Y cuando llegué a la escuela de arte me di cuenta de que no era tan educado y empecé a entender que era posible dar un espacio a mi vida interior. A esas cosas difíciles que experimentamos como seres humanos. A las preguntas muchas veces complicadas que nos planteamos. Crecer en India, vivir en una cultura distinta, ¿qué significado tiene? ¿Cómo construyes un puente entre una y otra? ¿Qué significa ser indio? Yo nací seis años antes de la independencia de India y, durante mi infancia, el país estaba intentando entender qué significaba ser una nación independiente.

Sofía Moro

¿Qué recuerda de aquel Londres al que se mudó con 19 años? En esa época Londres era un desastre. Ahora está ligeramente mejor. La comida es mejor. Por entonces ni siquiera podías comprar aceite de oliva en el supermercado. ¡Tenías que ir a tiendas especializadas! Hablo en serio: era espantoso. En 1973 Reino Unido estaba con una semana laboral de tres días que duró meses y meses. Pero esa es solo una parte de la historia. También se atravesaba un momento muy emocionante porque había en nosotros una actitud de protesta, nos recorría una fuerza antiautoritaria. Esa horrible Margaret Thatcher llegó al poder y todos nos echamos a las calles a decir “fuera, fuera, fuera”. Compartíamos la sensación de que podíamos pelear para lograr algo diferente. Ahora la única libertad es para comprar. Todo está a la venta. Y la sociedad está muy dispuesta a hablar solo en términos económicos. Debería darnos vergüenza.

Y en el arte, ¿hay libertad? Técnicamente tenemos libertad. El problema para los artistas de hoy es la omnipresencia del mercado. Solo puedo hablar de mi experiencia, pero mi trabajo tiene dos partes: por un lado tengo obras que están en el mercado y que no son baratas, no puedo pretender lo contrario, pero hay otra gran parte de mi creación que apenas está en el circuito y que es muy difícil o imposible de vender. Quizás sea romántico por mi parte, pero creo que los artistas debemos ser conscientes del problema: si el arte se convierte en otro producto debemos preguntarnos si no está perdiendo parte de su valor. El dinero es mitológico, no es una mera transacción. Cuando ves un picasso por el que se han pagado 100 millones, el precio se convierte en parte de lo que miras: estás delante de una obra de 100 millones y, además, de un picasso. Este aspecto del dinero representa un gran peligro para quienes nos dedicamos al arte.

Usted califica de “sofisticada” su relación con el dinero. Como artistas, solo puede ser así. No podemos dejarnos seducir por el dinero. Hay artistas que acaban haciendo obra sobre dinero. Eso me aburre. El dinero simplemente forma parte del contexto en el que se desenvuelve tu obra. Nada más.

La polémica escultura 'Dirty Corner', instalada en los jardines del palacio de Versalles en 2015.
La polémica escultura 'Dirty Corner', instalada en los jardines del palacio de Versalles en 2015.Raphael Gaillarde

Entonces considera que ha conseguido mantener un equilibrio entre dinero y libertad. No lo sé. Eso espero. Lo único que se puede hacer es intentar ser consciente del problema.

Lleva 45 años viviendo en Reino Unido. ¿Cómo ha cambiado el Brexit su relación con el país? El Brexit es una vergüenza nacional. Europa es una gigantesca estructura burocrática, pero solo puede cambiarse desde dentro. Si estás fuera, estás fuera. Y lo que Reino Unido deja atrás es quizás el mayor proyecto de paz que jamás haya existido. La idea de un empeño coordinado y colaborativo para permitir el libre movimiento de personas, de mercancías, de cultura… El cierre de una nación es una historia triste. Siempre he pensado que Londres era la ciudad más liberal del mundo, pero ya no lo tengo tan claro después del Brexit. Ha dado vía libre a la gente para ser racista, para ser violenta, para decir “este es mi país, no el tuyo”. Lo escucho más de lo que me gustaría. Es como si hubiéramos regresado a los setenta. Para mí supone un gran retroceso.

¿Lo vio venir? No. Creíamos que simplemente no era posible. Pero lo cierto es que estamos dirigidos por los políticos más estúpidos del mundo. Reino Unido se lleva la palma. No saben hacia dónde nos están dirigiendo ni sus implicaciones, y vamos a estar al menos una década inmersos en una conversación estúpida en lugar de hablar de pobreza, de educación, de vivienda… De los problemas reales de la gente real.

Reconoce que el término inmigrante siempre ha sido problemático para usted. Nunca he pensado en mí como en un inmigrante. Tan solo como un indio que vive en Reino Unido. Tengo dos hijos que han nacido, crecido y viven en Reino Unido y se consideran británicos. Por todo esto, tengo una relación problemática con la cuestión de ¿pertenezco o no pertenezco? Al final creo que no. Incluso a pesar de que he vivido aquí durante tanto tiempo y probablemente sea muy británico en muchos aspectos. La cuestión es si la gente de fuera tiene que incorporar la tradición cultural del pueblo que la acoge. Estamos obsesionados con la idea de que la sociedad tiene que ser una única cosa, como si buscáramos una especie de pureza social. Para mí, la pureza, del tipo que sea, artística, social o ética, no solo me parece extremadamente vulgar, también sabemos a qué nos conduce: al fascismo. Así que por qué no adoptamos el modelo contrario: “¿Eres de África? Ven a vivir aquí, tráete tu tradición africana, enriquece nuestra vida con tu cultura. Qué maravilloso”. No hace falta ser británico, sé quien seas y realiza tu aportación. Todos saldremos ganando. Francamente, no le veo ningún beneficio a la idea del inmigrante.

“Boris Johnson, el señor Brexit, debería colocar su culo gordo en el tobogán que me pidió que añadiera a Orbit y deslizarse por él hasta aterrizar en Europa”

Si no siente que Reino Unido sea del todo su sitio, entonces ¿cuál es? ¿India? No lo sé [risas]. Sí, pero no. Sobre todo teniendo en cuenta la ridícula locura que, tristemente, también recorre India.

Cuando el artista y disidente Ai Weiwei fue detenido por las autoridades chinas en 2011, Kapoor le dedicó la obra Leviathan, una gigantesca escultura que expuso en el Grand Palais de París. Al año siguiente, emuló los movimientos del surcoreano Psy para grabar su propia versión del Gangnam Style —reunió a 400 participantes, entre ellos el escritor Hanif Kureishi o la bailarina Tamara Rojo— para denunciar que el Gobierno chino había censurado la divertida parodia del hit de K-pop de Ai Weiwei. Los artistas por fin se conocieron en Londres en 2015, donde protagonizaron una mediática marcha para llamar la atención sobre la necesidad de articular una respuesta a la crisis de los refugiados.

Han pasado casi tres años desde su protesta con Ai Weiwei y Europa todavía no ha encontrado una solución. ¿Cómo ve la situación actual? La crisis continúa, pero los refugiados ya no ocupan las páginas de los periódicos. La tensión ha desaparecido. Y estamos quizás ante uno de los más grandes conflictos éticos de la actualidad. Podría decirse que la guerra en Siria es una razón por la que tenemos Brexit. Hay una excepcional falta de liderazgo, muy pocos políticos se atreven a decir: “Bienvenidos, venid y cambiadnos, encontremos un nuevo camino”. Son cuestiones muy complejas. Estoy a punto de empezar un proyecto en el que voy a explorar si es posible abrir un Parlamento para refugiados. Un Parlamento sin poder, sin mandato, un espacio donde se aborden las cuestiones del extranjero. No sé si seré capaz de hacer una obra así. Veremos.

'Sky Mirror', actualmente en exposición en los jardines del Museo Serralves.
'Sky Mirror', actualmente en exposición en los jardines del Museo Serralves.Ben Pruchnie

Donó un millón de dólares del Premio Genesis [concedido a judíos que han alcanzado el reconocimiento en sus respectivas disciplinas de trabajo] a organizaciones que ayudan a los refugiados. Mi padre fue refugiado y mi madre fue refugiada, así que está en mi ADN. Es extraño ser considerado extranjero.

Su arte no tiene mensaje, pero usted no duda en alzar la voz para apoyar a otros colegas, a las mujeres, etcétera. ¿Forma parte de su labor como artista o simplemente lo entiende como deber ciudadano? Hacia el final de su vida, alguien le dijo a Picasso: “Señor Picasso, esto es un ordenador”. Era el primer aparato de la historia. “¿Le gustaría tener uno? Hace que todo sea comprensible”. Y Picasso respondió: “¿Comprensible? Me he pasado toda mi vida tratando de no comprender. ¿Por qué querría un ordenador para hacerlo?”. El conocimiento es tremendamente problemático, especialmente para los artistas. Nosotros queremos bucear en nuestro subconsciente y arrastrar a la superficie cosas con la esperanza de que surja algo sensible, humano, frágil, conmovedor, así que el conocimiento simplemente se interpone en el camino. Esto es un problema y por eso digo que mi arte no tiene mensaje. ¿La actividad política y social forma parte del trabajo que realizo en mi estudio? Creo que el arte se debe a lo que se debe. No es propaganda, no es un vehículo para realizar declaraciones políticas, al menos para mí. Pero también soy consciente de que tengo una voz y hay cosas sobre las que tengo una opinión y trato de expresarla, de ser activo. En un mundo tan injusto como este, todos como ciudadanos tenemos esa obligación.

¿Se sintió arropado por la comunidad artística cuando su obra Dirty Corner sufrió vandalismo en París? He de reconocer que ese episodio fue raro. La verdad es que no, no me sentí apoyado, y creo que se debe a que fui muy estridente. Cuando la obra fue atacada por segunda vez y decidí que no iba a borrar esos mensajes antisemitas tan violentos, que iban a formar parte de ella porque ahora eran arte y yo no iba a cambiarlo, a mucha gente le pareció muy ofensivo. Incluso hubo artistas, no daré nombres, que me hicieron saber que mi actitud les parecía repugnante.

“El dinero es mitológico, no es una mera transacción, influye en tu forma de mirar. Estás delante de una obra de 100 millones y, además, de un picasso”

A usted, que siempre le ha preocupado que su arte no se confundiera con entretenimiento, ¿cómo le ha sentado que Orbit, la escultura pública que creó con motivo de los Juegos Olímpicos de Londres 2012, tenga un tobogán, se autodenomine atracción turística y prometa una experiencia que pondrá “los pelos de punta”? Es horrible. Concebí Orbit como una pieza escultórica… El por entonces alcalde de Londres, Boris Johnson, el señor Brexit, debería colocar su culo gordo en el tobogán y deslizarse por él hasta aterrizar en Europa… En fin, él después decidió que tenía que ser una atracción turística y dar beneficios y me llamó un buen día y me dijo: “Quiero que diseñes un tobogán para Orbit”. Yo respondí que no era lo que hacía y que no lo haría. Pero pensé: “¿Peleo con él? Puedo hacerlo. Es mi arte. Podría empezar una guerra”. Pero decidí no hacerlo y acabé pidiéndole el tobogán a Carsten Höller [artista alemán]. Hay cosas por las que no merece la pena luchar. La vida es demasiado corta para entrar en todas las batallas.

¿Ha visitado la atracción? Nunca. No. Pero Orbit es un objeto extraño, incómodo. Espero que eso lo salve.

Tuvo algunas buenas reseñas… Y otras terribles.

¿Le importa lo que opinen sobre su trabajo? Mire, siempre va a haber gente a la que le encante lo que haces y otros a los que les horrorice. Es comprensible. ¿Qué vas a hacer? Sí que leo las críticas, pero yo me dedico a seguir con mi trabajo.

Ai Weiwei y Anish Kapoor, durante su marcha de protesta en solidaridad con los refugiados en Londres en 2015.
Ai Weiwei y Anish Kapoor, durante su marcha de protesta en solidaridad con los refugiados en Londres en 2015.Milguel Riopa (Getty Images)

Nada perturba su rutina de trabajo. No. Para mí el estudio es una práctica: yo acudo todos los días a la misma hora, visto más o menos la misma ropa, desayuno más o menos lo mismo, como más o menos lo mismo. Llevo una vida completamente regulada. Al menos, tanto como puedo. Creo en ir todos los días al estudio, estar ahí, crear arte diariamente. Intento hacer, al menos, una obra al día. Y esa práctica propicia un espacio para que pase algo que de otro modo no ocurriría. Yo quiero que surja algo no planeado, ajeno a mi voluntad, eso es lo que busco.

Suele repetir que un artista debe tener una gran ambición. Sin ella, no merecería la pena dedicarse a la creación. ¿Conserva intacta la ambición de sus inicios? Sí, tengo la misma ambición de entonces. Pero no le doy importancia a las exposiciones, mi ambición se circunscribe al estudio. ¿Podré colmar el potencial que parece estar ahí? ¿Seré capaz de hacerlo? Porque el trabajo pasado no es una medida de nada. Es bonito mirarlo y pensar “vale, quizás es una buena obra, funciona, ¿seré capaz de repetirlo? Ay, Dios”. [risas]

Es uno de los artistas vivos más importantes del mundo. ¿Qué significa el éxito para usted? Supongo que el éxito te brinda la oportunidad de seguir trabajando, de sumergirte en las búsquedas que te motivan como artista. El mayor lujo de ser artista es que me permito el espacio y el tiempo para ir al estudio y hacer algo o no hacer nada. De pasar el tiempo sentado pensando, trabajando. Ese es un gran lujo y, por supuesto, es el lujo del éxito.

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