Comunidades históricas hay más
Las banderas de Castilla y León, de Aragón o de Navarra son anteriores al XIV, y la ikurriña data del XIX
Las elecciones del pasado domingo no se celebraron en las llamadas “comunidades históricas”, conforme advertían con frecuencia los medios informativos. O, dicho del revés, hubo elecciones en 12 comunidades, “las conocidas como no históricas”, según señalaba un diario. ¿Y qué significa eso?
El Diccionario define “histórico” como “perteneciente o relativo a la historia”. Durante la Transición, muchos políticos de Cataluña, País Vasco y Galicia dieron en la flor de denominar a sus territorios “comunidades históricas” para expresar que procedían de una larga vida. Y casi nadie niega que lo sean, pues la historia ofrece motivos suficientes para que sus instituciones actuales se atribuyan un entronque nítido con épocas pasadas. En general, se atendió con tal adjetivo a que esas tres comunidades tenían plebiscitado un estatuto de autonomía cuando estalló la guerra civil de 1936. Restablecida la democracia, recuperaban sus derechos, llamados también “históricos”. Nada que oponer.
Ahora bien, con esta expresión se produce un falseamiento que no reside en la palabra “comunidades” ni tampoco en el adjetivo “históricas”, sino en el artículo “las”. Porque detrás de “las comunidades históricas” se hallan el valor enfático del artículo determinado (como cuando decimos “el café de Colombia es el café”) y la condición de unicidad que se deduce cuando en el dominio discursivo no existen otros candidatos que respondan a la designación (Nueva Gramática, 14.2.e y 14.4.e). Lo explicamos.
Si alguien dice “los hijos de Eduviges son Epifanio y Anastasia”, entendemos que Eduviges tiene solamente dos hijos, y más concretamente un hijo y una hija. Por tanto, el artículo “los” delimita el número de hijos de Eduviges: Epifanio y Anastasia son así “los hijos de Eduviges”. No cabe imaginar ahí que Eduviges tenga otros tres hijos, porque en ese caso nuestro interlocutor habría acudido a otra fórmula: “Dos de los hijos de Eduviges son Epifanio y Anastasia”. O “Epifanio y Anastasia son hijos de Eduviges”. Queda claro, pues, que no significa lo mismo “Anastasia y Epifanio son hijos de Eduviges” que “Anastasia y Epifanio son los hijos de Eduviges”.
Del mismo modo, las continuas referencias a Cataluña, País Vasco y Galicia en calidad de “comunidades históricas” han dado paso a la expresión “las comunidades históricas” para referirse sólo a ellas.
Y ahí salta la desconexión entre la inferencia habitual y los hechos reales. Al decir “las comunidades históricas” como referencia única de esos tres territorios con indudable peso en la España de hoy y de ayer, se excluye de tal condición a otros. Como si no fueran también hijos de Eduviges.
España cuenta con más comunidades históricas. Valga como dato, aunque resulte incompleto para reflejar una realidad muy compleja, que las banderas de Castilla y León, de Aragón o de Navarra son anteriores al siglo XIV, mientras que la ikurriña data del siglo XIX, igual que la enseña de Galicia.
Esto no hace a ambas comunidades menos históricas, pero da idea de que la expresión aquí cuestionada excluye los territorios que –aun no mostrando ahora un sentimiento nacional como el que sí vive parte de la población de esas tres autonomías– son herederos de unos reinos de marcada identidad política y administrativa y mantienen vigentes su cultura ancestral, sus símbolos y su patrimonio común.
Y son, por tanto, comunidades históricas también.
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