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Juicio del procés
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Aquel Torra es este Torra

Pululaba en la sombra, siempre al borde de la frontera del delito, pero sin traspasarla

Xavier Vidal-Folch
El presidente de la Generalitat, Quim Torra, este miércoles en el pleno del Parlament.
El presidente de la Generalitat, Quim Torra, este miércoles en el pleno del Parlament.Quique García (EFE)

Entre las entidades de agitación, los partidos levantiscos y el Govern secesionista siempre hubo puertas giratorias.

El líder de la Assemblea, Jordi Sànchez, fue luego diputado posconvergente y candidato a la presidencia de la Generalitat. La poltrona se adjudicó a otro activista, llamado Quim Torra, diputado de igual familia y de la misma quinta del 155.

Este Torra era vicepresidente de Òmnium, bajo la musa roja Muriel Casals. Luego se fue a cargos inanes pero bien remunerados en la Gene y le heredó Jordi Cuixart. Ayer afloró en el juicio por una cosa sabida (EL PAÍS, 28-10-2017) pero que hoy cobra interés, pues aquel Torra es el mismo Torra de hoy.

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En vísperas del 20-S acudía a las naves de Bigues i Riells, propiedad del patriota voluntario Pau Furriol donde se ocultaron 9 millones de papeletas y otro material para el referéndum. Y que su dueño ofreció al director de Patrimoni, Francesc Sutries.

“Durante la vigilancia en la nave vimos que entraban y salían distintas personas, entre ellas Quim Torra, relató el guardia civil R77175H. El activista frecuentaba la zona, se reunía allí con la directora general de Juventud Marta Vilalta y con el concejal Chakir el Homrani, al que le haría su conseller de Trabajo. Allí en Bigues se fraguó uno de los rodeos más sonados (pero menos que el de Economía) a una instalación prerreferéndum.

“Bloqueaban la salida de los furgones, cargados hasta arriba” de material electoral, relató el agente. Torra no fue de los que se tiró delante de los vehículos. Pululaba en la sombra, siempre al borde de la frontera del delito, pero sin traspasarla.

Aquel Torra aficionado al desorden, a la tensión, a que los demás se enfrenten al peso de la ley, es idéntico al Torra de hoy. E ilustra su torcido estilo para deslegitimar las instituciones democráticas. Esta vez desde la institución catalana por antonomasia.

Vean sus siete aviesas irregularidades en el caso de los lazos amarillos que terminó ayer: 1) Incumple la ley electoral; 2) Ignora el mandato de la Junta Electoral de retirarlos de los edificios oficiales; 3) Inquiere qué hacer a un organismo, la Sindicatura de Greujes, inadecuado: no es consultivo y defiende al ciudadano, no al poder; 4) Oculta, hasta ayer, que ya se lo consultó en secreto; 5) Al ocultarlo se presume ventajismo, por saber su criterio; 6) Se compromete a obedecerle, en vergonzosa dejación de responsabilidad, y 7) Se autodesautoriza y así desploma aún más el prestigio de la Generalitat. Mare de Déu!

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