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En busca de la luz perfecta

Los fuertes vientos de altura que barren la Patagonia chilena dibujan llamativas nubes que sobrevuelan uno de los grupos montañosos más bellos del mundo, los Cuernos del Paine. Durante el invierno austral, la luz ideal para fotografiarlas es la del amanecer.
Los fuertes vientos de altura que barren la Patagonia chilena dibujan llamativas nubes que sobrevuelan uno de los grupos montañosos más bellos del mundo, los Cuernos del Paine. Durante el invierno austral, la luz ideal para fotografiarlas es la del amanecer.

La búsqueda del momento preciso en el que la luz desvela la personalidad de un paisaje puede durar meses o años. El autor ha recorrido paisajes recónditos de todo el mundo para observarlos, conocerlos y, con suerte, captar ese instante crítico en el que la fotografía imaginada ocurre. Desde bloques de hielo hasta níveas dunas, tiempo y paciencia son claves para atrapar su esencia

LA MOCHILA se me clava en los hombros y me hace sentir cada uno de los 22 kilos del equipo fotográfico que llevo encima. He perdido la cuenta del número de veces que he visitado esta remota zona desértica de Nuevo México. A pesar de ser una de las más fantásticas localizaciones que conozco, hasta ahora no he conseguido fotografiarla con una luz que esté a la altura de su carácter único. Se anuncian fuertes tormentas y las nubes se empiezan a volver más densas y oscuras. Tengo que apurar la marcha. Esta vez no se me puede escapar. Después de casi tres décadas viajando con mi cámara y mi trípode por el mundo, me he dado cuenta de que la habilidad que me ha resultado más difícil de cultivar como fotógrafo es la paciencia. Lo cual añade el ingrediente menos valorado, pero el más importante en la fotografía de paisaje: el tiempo. Tiempo para comprender las cualidades de la luz, la influencia de las estaciones y de la meteorología, y sobre todo tiempo para entender la esencia del paisaje.

En una época en la que necesitamos colmar con inmediatez nuestros anhelos, eso significa estar dispuesto a regresar a casa con las manos vacías a ­pesar de las caminatas, los madrugones, de sufrir tórridas temperaturas en el desierto o el gélido aliento del ­invierno polar. Y todo esto casi siempre en soledad. Gracias a esta perseverancia, hay ocasiones en las que el azar se pone de mi parte. Es ese instante en el que todo encaja y un paisaje único es iluminado por una luz extraordinaria. Yo soy un testigo cuyo papel es congelarlo en una imagen irrepetible, levantando acta como un notario de la luz. En ese momento revelador cobra sentido todo el esfuerzo, los días, meses e incluso años de intentos sin fruto.

Ya es casi de madrugada cuando llego a mi tienda de campaña, tan mojado y lleno de barro como ­feliz, conocedor de que llevo la imagen soñada en mi ­cámara. 

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