Acero laminado
El acero es un metal con estudios superiores. Procede de la mezcla del hierro con el carbono, que es un no metal (algo así como una proposición no de ley, ya que no conduce el calor ni la electricidad). El acero acojona. Cuando en la cocina de mi casa empezaron a entrar utensilios de acero, me fugué al cuarto de estar. Sucede que donde se decía “acero inoxidable”, yo entendía “acero inexorable”, en otras palabras, acero sin piedad. De hecho, una vecina mía perdió media cara por la explosión de una olla exprés. Aunque le rellenaron el hueco con una prótesis del mismo material con el que se construían los rostros de las muñecas de Famosa, daba pánico cruzarse con ella en la escalera. No es fácil reproducir el color ni la textura de la carne. Parece una tontería la carne, más ahora con las resinas sintéticas y la piel artificial, pero donde esté la auténtica que se quiten los sucedáneos. El ojo de cristal que le pusieron, en cambio, era perfecto. Siempre pensé que veía más por él que por el auténtico.
El acero, en fin, es una salvajada si lo comparamos con su hermano menor, el hierro. No hay rama en la industria en la que no se utilice. Se encuentra en los edificios, en los aviones, en los coches, en los destornilladores y alicates, en los electrodomésticos, también en la industria armamentística y en la naval, por no citar la relojera. El de la foto pertenece a la variedad de acero laminado. Se consigue calentando un lingote de este metal para pasarlo luego por unos tambores que lo convierten en esa especie de rollo de papel higiénico feroz, listo para su venta.
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