‘La gran ilusión’: un juego teatral al filo de lo verosímil
Lluís Pasqual presenta en Madrid con excepcionales actores argentinos el exitoso montaje de la obra de Eduardo de Filippo que ya estrenó en catalán en 2016

La cara pintada de blanco, labios resaltados con carmín, colorete en las mejillas, la mirada remarcada en negro. La caracterización de los personajes en este espectáculo nos sitúa en el territorio del teatro popular, la comedia del arte italiana, la farsa de carretera y manta. Es decir, el intersticio entre la realidad y la ficción. Una grieta en la que conviven la verdad y la mentira: nos creemos lo que está pasando sobre el escenario, pero al mismo tiempo no dejamos de ser conscientes de que es una fantasía. Justo en esa dimensión milagrosa nos coloca el director catalán Lluís Pasqual para adentrarnos en La gran ilusión, su particular puesta en escena de La gran magia (1948) de Eduardo de Filippo, aderezada con el primer acto de otra obra del mismo autor, Señor y gentilhombre (1922), que se escenifica a modo de entremés. Mantener abierta esa rendija excepcional durante toda la función es uno de los grandes logros de Pasqual en este montaje, pero es que además eleva la metáfora y el tema de la obra: la vida como ficción teatral. La caverna platónica.
El argumento se desarrolla al filo de lo verosímil. Ese es su mayor encanto. Durante un espectáculo de magia, el profesor Otto Marvuglia, mago y animador, presenta un número en el que hace “desaparecer” a la esposa del celoso Calogero di Spelta para que la mujer huya con su amante, haciendo creer al marido que sólo podrá encontrarla si abre, con total fe en la fidelidad de la mujer, la caja en la que afirma que está encerrada. Pero cuando la mujer, arrepentida de sus actos, vuelve sobre sus pasos, su marido se niega a reconocerla, prefiriendo la ilusión de una esposa fiel, guardada en esa caja mágica e inseparable, a la realidad de la situación.
De Filippo, autor de obras emblemáticas del neorrealismo italiano como Filomena Marturano (1946), se permitió romperle las costuras al realismo en La gran magia desplegando un artefacto en el que el propio acto de la representación se entrevera con el argumento. Por eso resulta tan adecuado el abordaje de Pasqual: esto no es verdad ni mentira, es un juego teatral y hay que disfrutarlo como tal. Aunque no todo es divertimento, pues de fondo late la figura trágica —existencial, incluso— del marido traicionado. Un hombre que se refugia en una ilusión para no afrontar la cruda realidad. “¿Tenemos derecho a juzgarlo?”, se pregunta el director en el programa de mano.
Es la tercera vez que Pasqual pone en pie este montaje. Primero en catalán, en el Lliure de Barcelona, en 2016. En 2019 lo volvió a dirigir con actores italianos en Nápoles, ciudad natal de Eduardo de Filippo. Y el año pasado lo montó otra vez en una producción del Teatro San Martín de Buenos Aires, que es la que estos días se representa en los Teatros del Canal de Madrid, con los excelentes intérpretes argentinos que lo estrenaron allá. Entre ellos destaca Marcelo Subiotto en el papel del mago, aunque todos exprimen con brillantez el lado cómico y a la vez grotesco de sus personajes. La propuesta estética, marcada por esas caras blancas y aires cabareteros, sazonada con canciones napolitanas, refuerza el carácter lúdico del montaje.
Solo una pega: se entiende la intención de Pasqual de añadir el fragmento de Señor y gentilhombre al comienzo de la función para colocarnos en esa dimensión teatresca en la que se desenvuelve todo el espectáculo, pero lo alarga demasiado y tal vez no era necesario.
LA GRAN ILUSIÓN
Texto: Eduardo de Filippo. Dirección: Lluís Pasqual. Teatros del Canal. Madrid. Hasta el 23 de febrero.
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