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Mike Leigh: “Es muy peligroso que el arte se convierta en un juego de pijos”

A sus 82 años, el director británico, autor de ‘Naked’ o ‘Secretos y mentiras’, estrena ‘Mi única familia’. Nos sentamos con él en Londres para hablar de su peculiar forma de hacer cine

Mike Leigh
Mike Leigh, retratado en Londres en febrero.Jordi Adrià
Xavi Sancho

Ayudado por un bastón, Mike Leigh (Welwyn Hatfield, Reino Unido, 82 años) aparece puntual en las oficinas de sus publicistas en el centro de Londres, a apenas cinco minutos andando de su casa. El director de obras tan memorables como Secretos y mentiras (por la que se llevó la Palma de Oro en Cannes en 1996), Naked o El secreto de Vera Drake (León de Oro en Venecia en 2004), estrena el próximo 28 de febrero Mi única familia (producida por su compañía, Thin Man Films, junto a The Mediapro Studio), una agridulce historia de dos hermanas miembros de la comunidad jamaicana londinense que han evolucionado con el paso del tiempo hacia lugares emocionalmente dispares. Una vive obsesionada con la limpieza, enfadada con el mundo —desde su marido e hijo, mudos y distantes, hasta cualquier cajera de supermercado— y asustada ante todo, desde los insectos hasta las flores. La otra es una persona jocosa y sensible que mantiene una relación de complicidad con sus hijas.

Después de tratar hechos históricos en La tragedia de Peterloo (2018, sobre la masacre sucedida en 1819 en Mánchester durante una protesta popular) y en su biografía del pintor británico J. M. W. Turner (Mr. Turner, 2014), Leigh vuelve al Londres actual. Como en mucha de su filmografía, parece no pasar nada, pero sucede de todo; parece que la cámara no se mueve, pero apenas se está quieta (“lo que pasa es que sigue al actor, no hace idioteces”, dice el director). Entre la hilaridad y el más desgarrado dramatismo, el filme es otra delicia dentro de una filmografía que se lee hoy como un eterno tratado sobre el ser humano, un estudio que atraviesa las décadas sobre qué somos, qué queremos ser y cómo el mundo que nos rodea determina todo eso. Sentado en un sofá junto a una ventana, el director responde sin pensarlo apenas a las preguntas que le parecen dignas. Las que no, pide que se reformulen hasta convertirse en algo a lo que valga la pena dedicar cierto tiempo de su vida. No está para tonterías. No acepta la estupidez. Y a pesar de ello, se sigue considerando, de momento, un humanista.

¿Cómo de complicado ha sido lograr sacar adelante esta película?

¿En qué sentido?

Para empezar, en términos de financiación.

Mucho. Mira, yo trabajo sin guion, antes de empezar a rodar no te puedo decir de qué va la película, no tengo un casting cerrado y si vas a invertir en ella, te voy a pedir que no te metas en nada. Si quieres meterte, jódete y vete de aquí. He hecho siempre mis filmes así, pero con el tiempo se ha complicado más y más. Hablas con los posibles inversores y el mantra es siempre el mismo: “Nos gusta lo que haces, lo respetamos, pero no es para nosotros”. Y eso es hablar en código para no decir lo que quieren decir, que es: “No podemos interferir, no podemos meternos en el casting ni joder toda la película, así que haz tus cosas y no vuelvas”.

Usted ya tiene una carrera, un nombre, premios para decorar varias habitaciones y la capacidad de funcionar por la vida sin aceptar estupideces, pero esto para un director que empieza…

Mi preocupación es por ellos, sin duda. Aquí estamos hablando de cine independiente, películas que deberían estar hechas con la misma libertad creativa con la que se pinta o se escriben novelas. El futuro de esto es dudoso, porque si haces cine en la oscuridad, sin apoyo, nadie lo verá, eres una isla desierta. Aunque seamos independientes, queremos que la gente vea nuestras películas. No hago blockbusters, pero mi trabajo tiene su audiencia, tiene su público. Mucho.

¿Jamás le tentó hacer algo comercial para poder financiar luego un filme de Mike Leigh?

Sí, claro, un James Bond. Empieza con James yendo a visitar a su madre enferma en su casa. Y ya [risas].

¿Está en riesgo esa forma de entender la creación como algo a medio camino entre lo experimental y lo comercial?

Tal vez sí. Es complicado porque hablamos de la confluencia de la creatividad artística y el comercio, y eso siempre ha sido difícil de manejar. Pero cuando se ha hecho bien, los resultados han sido magníficos.

¿Ha reculado alguna vez y permitido que le impusieran cosas desde fuera?

¡Nunca! Ni me lo he planteado. No. ¿Para qué? Mi productor Simon Channing, que murió hace 10 años, un tipo brillante, volvía muchas veces de una reunión con posibles inversores y me comentaba cosas tipo: “No les importa que no haya guion, ni que no tengas casting, pero quieren meter una estrella de Hollywood”. Y yo le decía: “Diles que se vayan de aquí”. No tiene sentido eso. Imagina el lío de meter una estrella de esas en una de mis películas.

¿Cómo se logra que una obra como la suya, tan británica, tenga éxito y se entienda en todo el mundo?

El humanismo, supongo. Mira, proyectamos Mi única familia por primera vez en Toronto y 15 días más tarde estábamos en el festival de San Sebastián, qué maravilla de ciudad y de festival, por cierto. En Toronto gustó, empezaron a reírse desde el inicio. Luego, avanza la historia y desaparece la risa, ya sabes. En San Sebastián rieron en los mismos pasajes. Y eso me pareció maravilloso. Así, la excesiva inglesidad no creo que haya sido nunca un problema. Eso sí, es interesante que lo menciones porque hace tiempo, en los setenta, podías hacer una peli inglesa completamente inglesa, porque Stephen Frears, Ken Loach o yo solo trabajábamos para la BBC. Un día nos sentamos con ellos y les dijimos que nadie en el mundo iba a creer que existía una industria del cine británica porque solo se veía lo que hacíamos en la televisión británica. Eso, afortunadamente, cambió, nos escucharon. Más tarde, en Hollywood me dijeron que jamás haría una película que se proyectara en salas de EE UU porque mi trabajo no funcionaría allí. Y eso no ha sido así para nada. Ahora mismo hasta tengo una legión de fans entre el underground chino.

 “No hay debate sobre si el mundo se está volviendo loco. Es obvio que está pasando”, asevera Mike Leigh.
“No hay debate sobre si el mundo se está volviendo loco. Es obvio que está pasando”, asevera Mike Leigh.Jordi Adrià

¿Ha alcanzado una edad en que asume que los que ven sus filmes van a creer que habla usted de hacerse mayor?

Esta película no va de eso… O sí, a ver… Habla de un momento de transición para las hermanas protagonistas y sus familias. Déjame pensar. Voy a ser sincero, acabo de cumplir 82, y aún veo a las protagonistas, que están en los 50, como jóvenes [risas]. Pero tal vez tienes algo de razón y hay más allí sobre la edad de lo que pienso. ¿De qué cree usted que trata?

Tal vez del momento en que dejamos de creer que vamos a influir en lo que seremos y pasamos a vivir en la incertidumbre de en qué nos convertiremos.

Es terrible. Me gusta, gracias.

En esta película son muy importantes los interiores, lo reales que son las casas que aparecen. ¿Ha sido eso una obsesión en toda su carrera?

Son clave los pisos. Mis películas tratan todas de gente y de lugares. No solo casas, lugares en general. Colaborar con el equipo de diseño de producción es esencial para mí. En mis filmes, y este no es una excepción, hay mucho trabajo de preparación junto a diseño de producción y de vestuario. Los actores deben poder vivir y respirar en un ambiente acorde a sus personajes. Eso pasa en pocas películas.

En la primera escena del filme, descuelgan un radiador y la pared de atrás está absolutamente asquerosa. Es delicioso.

¡Pero cómo no voy a hacerlo así! He rodado en estudios donde estaba todo prefabricado. Horrible.

¿Le resulta complicado dar con actores que se adapten a sus métodos?

Obviamente, hago un casting muy riguroso y separo el grano de la paja. Hay actores y actores. Algunos muy buenos que no pueden o no quieren hacer esto, que solo se interpretan a sí mismos. Yo trabajo con actores de personaje, versátiles, que no hacen solo versiones de sí mismos. Para algunos jóvenes es complicado que no les pida que sean interesantes y creativos, sino simplemente reales. En la escuela te enseñan a improvisar y eso redunda en que solo terminan sabiendo presentarse como gente inventiva, creativa, mordaz, interesante… Y eso no lo quiero para nada.

Usted estudió en la Real Academia de Arte Dramático. ¿De qué le sirvió?

Me ayudó, sin duda. Era todo muy clásico, entonces. Hablabas, improvisabas, analizabas… Pero empezaron a suceder cosas nuevas en Nueva York, llegó la nouvelle vague. Me resultaba más interesante eso nuevo. Yo me rebelé contra el tipo de actuación que me pedían en la escuela. Que está aquí al lado, por cierto.

¿Aún le interesa la gente?

Juro que sigo interesado en la vida de las personas. En serio, aún no me he cansado del ser humano. Pero mantente atento, que va a suceder pronto que pierda el interés y la compasión por toda esa tropa de capullos.

Sus películas son políticas sin apenas parecerlo. ¿Le molesta que cada vez se hagan más filmes que parecen un telediario o el programa de un partido político?

Mis películas son políticas. Pero ¿son mis películas polémicas? ¿Didácticas? ¿Son propaganda? No. No hago cine en el que le digo a la gente: “Piensa esto”. Pero sí hago cine que debate sobre cómo vivimos en esta sociedad. Volviendo a tu pregunta, tal vez sí es cierto que se ha perdido la sutileza. Mi trabajo es reflejar la sociedad y estimular pensamientos sobre cómo vivimos la vida, no es como ver un telediario y no lo será nunca. Pero, bueno, en esta democracia todo es legítimo, a menos que no lo sea [risas]. No hay debate sobre si el mundo se está volviendo loco. Es obvio que está pasando. Suceden cosas inimaginables solo hace cinco años. Cosas locas y peligrosas. ¿Voy a tratar eso? Lo voy a hacer, claro, pero jamás de forma obvia.

"Mi trabajo es reflejar la sociedad y estimular pensamientos sobre cómo vivimos la vida, no es como ver un telediario y no lo será nunca", dice Mike Leigh.
"Mi trabajo es reflejar la sociedad y estimular pensamientos sobre cómo vivimos la vida, no es como ver un telediario y no lo será nunca", dice Mike Leigh. Jordi Adrià

¿Lee aún las críticas? ¿De qué le sirve?

Sí, las sigo leyendo. Es útil para saber lo que pasa. Hay que recordar, eso sí, que las críticas no tratan de mí, sino de mis películas. No hablan de si soy un buen tipo, sexy…

¿Sigue dibujando?

Me gustaría volver a dibujar. Mis hijos me lo dicen siempre. Pero toda mi energía va al cine. De pequeño dibujaba compulsivamente. Sobre todo, personas mayores.

¿Es físicamente un reto rodar ahora mismo para usted?

Tengo una discapacidad que apareció hace dos años y lo hace todo cada vez más complicado. Es lo único que es un reto. Hacer una película es un tema muy físico. Pero hay mucha gente joven conmigo que me ayuda. Y eso es todo lo que voy a decir al respecto. Mantengo el hambre de rodar, eso es indudable. Y mi sentido del humor.

¿Qué hace que no se le vayan las ganas?

¡La vida! Vivo una buena vida.

Parece más optimista que gran parte de su filmografía.

¿Son mis películas pesimistas?

Sería reduccionista decir eso.

Correcto.

¿Cómo de importante es en Mi única familia que haya sentido del humor, pero que este no desequilibre la historia?

El humor aquí es orgánico. La vida es cómica y trágica. La gente me dice que puse bromas al principio del filme y luego paré. Mira, así es como van las cosas. Es lo natural. ¿Cuántas veces a usted le ha sido imposible aguantarse la risa en un funeral? Es imposible no reír en un funeral.

¿Qué sintió cuando Cannes y Venecia rechazaron esta película?

No es que duela, pero te confunde un poco. Al acabarla me dijeron que era perfecta para Cannes. Y la rechazaron. Me sorprendió. Pero tengo una relación buena con ese festival. Naked y Secretos y mentiras funcionaron y gané cosas ahí, una Palma de Oro nada menos con la segunda. Pero años más tarde mandamos El secreto de Vera Drake al festival y no respondieron durante días y días. Al final, mi productor se enfadó tanto que la mandó al festival de Venecia. Y allí me dieron el León de Oro. ¡Me lo entregó Sophia Loren! En mi discurso le di las gracias a Cannes por negarse a proyectarla. Hay mucha política detrás de las decisiones de los festivales. Uno es inocente como un niño con estas cosas y la vida es más complicada. El rechazo de Mi única familia por parte de Cannes y Venecia lo veo por tres posibles motivos. Uno, que no creen que sea muy buena. Otro, que piensan que es racista. Y finalmente, que ya solo quieren glamur. Y mi filme no rezuma precisamente esto último.

¿Temía que se viera racismo en que un director blanco presentara un filme protagonizado casi íntegramente por miembros de la comunidad jamaicana londinense?

Vivimos en una sociedad multicultural. Y aquí quería que los protagonistas fueran todos negros. Hicimos proyecciones para público negro en Londres y les encantó. Una mujer me dijo que llevaba años esperando algo así. No es el cliché de raza y conflicto al que estás acostumbrado. He hecho cine en Irlanda del Norte, hice una obra en Sídney sobre australianos griegos, en el teatro nacional, otra de judíos, he escrito sobre pijos ingleses… ¿Me va a preocupar esto ahora? ¿Sabe quiénes son los que me preguntan sobre lo de un blanco dirigiendo a actores negros? Solo hombres blancos de izquierdas. No tengo tiempo para esta basura. No me importa una mierda.

¿Es cada vez más complicado para la gente de clase obrera dedicarse a actividades creativas?

Mucho. Es muy peligroso que el arte se convierta en un juego de pijos. Está pasando, sin duda, pero si busco actores de clase obrera, aún los encuentro, y no son solo mayores de 60 años. En los cincuenta, en el Reino Unido si querías tocar un instrumento en la escuela, te daban uno, te daban clases gratis, todo estaba disponible. Los gobiernos recientes han ido cerrando las escuelas de arte y este tipo de programas creativos. El arte debería ser el centro de la educación.

¿Sería capaz de decirme algo bueno del Brexit?

No. Nada. Ni una maldita cosa. Cero ventajas para nadie, es el más estúpido y ofensivo error que hemos cometido. Todo el mundo lo sabe. Muchos siguen fingiendo que no es tan malo, pero lo saben, lo es. El problema es que es probable que no lo reviertan. Y lo peor es que antes de poder siquiera arreglarlo llega el ascenso de la extrema derecha.

Iba a intentar articular una pregunta sobre Trump mínimamente sofisticada, pero me da la sensación de que solo con decir su nombre usted ya sabrá qué hacer.

Buff… No imaginé que fuera a llegar a esto tan rápido. No es que vayamos atrás, ¿atrás hacia qué? Es un puto tarado. Cada día despertamos con una mierda suya nueva. Lo que ha dicho que va a hacer en Gaza es ruin y vergonzoso. Es un monumento a la ignorancia. Pero va a implosionar.

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Sobre la firma

Xavi Sancho
Forma parte del equipo de El País Semanal. Antes fue redactor jefe de Icon. Cursó Ciencias de la Información en la Universitat Autónoma de Barcelona.
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