La increíble historia de The Ghost Inside, la banda que vio la muerte en una carretera y regresó con un baterista con una prótesis pionera
En 2015, el grupo estadounidense de metal sufrió un grave accidente de tráfico. Sus miembros casi mueren y su baterista perdió una pierna. Una prótesis pionera le permitió volver junto al resto de la banda tras muchos años

La mañana del 19 de noviembre de 2015, la banda de músicos estadounidenses The Ghost Inside fue a parar al infierno, un lugar muy cerca de la muerte. Sucedió en un segundo, como siempre en los accidentes de tráfico. Un segundo en el que el autobús de gira de este grupo de metalcore se estrelló frontalmente contra un camión de remolque en mitad de una carretera secundaria de El Paso, Texas. En palabras de Jim Riley, bajista de la banda: “Era como estar en una película de terror”.
En mitad del desierto, el tremendo golpe dejó una estampa espantosa: esos dos colosos de la carretera quedaron hechos añicos, con los morros como aplastados por el demonio. La tragedia se antojó fatal. Y así fue para los dos conductores de los vehículos: Steven Cunningham, quien estaba al volante del camión, y Gregory Hoke, que conducía el autobús de gira de The Ghost Inside. Ambos murieron por consecuencia del choque.
Mejor suerte corrieron los otros 10 tripulantes del vehículo de la banda, aunque sufrieron graves heridas y fueron trasladados de urgencia al hospital más cercano. Entre esas personas, se encontraban Jonathan Vigil, Zack Johnson, Andrew Tkaczyk, Jim Riley y Chris Davis, los cinco miembros de The Ghost Inside, un grupo que tuvo que abandonar los escenarios y los estudios de grabación durante cinco años debido a que sus integrantes pasaron por rehabilitaciones complicadísimas. Estuvieron a punto de no contarlo. Una historia que, en España, recuerda a la de Supersubmarina.

Han pasado nueve años desde aquel fatídico día y los miembros de The Ghost Inside hacen una prueba de sonido en la sala madrileña La Riviera, donde tienen previsto tocar esa noche. Son las 17.30 del 6 de noviembre de 2024 y el baterista Andrew Tkaczyk y el bajista Jim Riley aparecen por la puerta del camerino de la sala para hablar sin cortapisas de aquel día en el que estuvieron a punto de morir. “La jornada anterior habíamos tenido el día libre”, explica Jim Riley. “Fuimos a pasear por Lubbock y, por la noche, nos tomamos unos gin-tonics mientras veíamos Star Wars en el autobús. Nos fuimos a la cama [dormían en el camión] y ya despertamos con nuestras vidas cambiadas para siempre. En pleno horror”.
Con el gesto serio y la mirada perdida, Andrew Tkaczyk, al lado de su compañero, asiente con la cabeza y añade: “Sí, Jim, creo que tú despertaste en esa situación y pudiste salir por tu propio pie, pero yo no recuerdo casi nada. Mi cabeza iba y venía. Más bien lo recuerdo todo entre tinieblas. Como si no hubiese sido real. Me trasladaron totalmente sedado en un helicóptero y estuve en coma 10 días. Cuando me desperté, no entendía lo que había pasado”.
Como tantas bandas norteamericanas, The Ghost Inside viajaban dentro del autobús para moverse de ciudad a ciudad y ahorrarse coger aviones. En España, las distancias, mucho más cortas, permiten a los grupos dormir en hoteles o incluso en sus casas a lo largo de las giras. No sucede igual en Estados Unidos. Cuando un grupo sale de tour, se sube al bus y no vuelve en semanas o meses. Los autobuses son auténticos mastodontes con camas literas, cuarto de baño, cocina y saloncito de recreo. The Ghost Inside sufrió el brutal choque después de haber actuado en Lubbock, Texas. Se dirigían a Phoenix, en el Estado de Arizona. Entre actuación y actuación, les separaban más de 1.200 kilómetros y cerca de 11 horas y media de viaje. El accidente sucedió a mitad de camino, pasadas las cinco horas de trayecto, y cuando solo quedaban cuatro conciertos para terminar la gira The Locals Only. “Estábamos en nuestro mejor momento”, asegura el bajista. “Íbamos a salir de gira por todo el Reino Unido y a tocar también en Australia. Teníamos también un nuevo disco. Pero todo se esfumó en un abrir y cerrar de ojos”.
Jim Riley y Andrew Tkaczyk hablan tres horas antes del que será su último concierto de la gira europea de la banda, formada en 2004 en Los Ángeles. Antes del accidente, con cuatro discos en el mercado, se había convertido en una referencia en la escena del metal alternativo. La noche anterior al concierto en La Riviera tocaron en Barcelona y se les nota cansados de una gira que ha empalmado muchas ciudades por Europa después del tour de primavera y verano por Estados Unidos. Es la única entrevista que conceden en persona a un medio europeo. El resto de la banda ha decidido descansar, pero baterista y bajista atienden a El País Semanal sin prisa y con amabilidad a pesar de recordar momentos tan dramáticos.

A consecuencia del accidente, los 10 tripulantes del autobús de The Ghost Inside sufrieron lesiones. Los peor parados fueron el cantante Jonathan Vigil, quien sufrió una fractura de espalda, se rompió los tobillos y se dañó los ligamentos; el guitarrista Zack Johnson, que sobrevivió a 13 cirugías para reparar su fémur, y el baterista Andrew Tkaczyk, quien, después de 10 días de estar en coma, despertó en un hospital de El Paso con una pierna menos. “Fue un golpe muy duro. Recuerdo decirme a mí mismo: cálmate, cálmate… Quería controlar mi respiración porque temía que me diese un ataque al corazón”, explica el baterista.
La historia de Andrew Tkaczyk es un relato de superación extraordinario y marca la propia historia de regreso de The Ghost Inside. Este músico de escasa expresividad facial pero mirada amable ha pasado años de rehabilitación. “Al día siguiente de saber que ya no tenía una pierna, cogí mi teléfono y empecé a investigar cuántos músicos tocaban con discapacidades físicas. Busqué en Google: ‘Baterías sin extremidades’. Necesitaba urgentemente algo de inspiración. De alguna manera, siempre tuve suerte de que a mi cabeza no le gusta mirar atrás y solo mira hacia delante. Busca arreglar y resolver las cosas sin importar cómo”, apunta. Sin embargo, su determinación se fue resquebrajando. Estuvo meses en el hospital recuperándose de más lesiones y reconoce que, pasado un año, se vino abajo. Observaba su cuerpo sin su pierna derecha y pensaba que nunca más volvería a tocar la batería: “Perdí la esperanza. Quizá no toda, pero mi actitud ya no era suficiente para ser positivo. ¿Cómo iba a volver a tocar la batería con una sola pierna? Era imposible”.

Podía ser imposible para él y quizá para los médicos, que no eran capaces de darle una solución, pero el amor de un padre no entiende de imposibles. Al lado de Andrew, tanto en el hospital como en casa, siempre estuvo su familia. Un apoyo “fundamental”, según el baterista, que nunca imaginó que, en el caso de su padre, fuese a ser más que un gran apoyo: fue su salvador. Ataviado con una gorra y unas gafas, Larry Tkaczyk, un carpintero con un taller propio en Míchigan, veía cómo su hijo sufría por no volver a tocar y decidió solventarlo. Pasó semanas encerrado en su taller hasta conseguir dar con el aparato que permitiría a Andrew tocar sin una pierna. En el mismo taller donde suele elaborar meticulosamente cajas, palas de tenis de mesa, molinillos de pimienta o juguetes, consiguió crear una prótesis inaudita. “Fue increíble”, recuerda su hijo. “Inventó un dispositivo único que llevó a los médicos para ver si lo validaban. Lo probamos en el hospital y vimos que podría servir. Yo tenía una prótesis que me permitía andar, pero no tocar el tambor de la batería. Ahora sí puedo. Me quito la pierna protésica y uso mi extremidad residual para tocar el tambor gracias a un pedal que llega hasta ella y que está conectado al pedal del bombo en el suelo”. Al invento, la madre de Andrew le puso un nombre: Martillo. Los médicos del Mary Free Bed Rehabilitation Hospital, en Grand Rapids, en el Estado de Míchigan, no dieron crédito: Martillo funcionaba. Andrew Tkaczyk pudo volver a tocar la batería. Y otro hecho: The Ghost Inside también podían volver.
Desde que tuvieron el accidente, la conexión de sus fans con ellos es aún más fuerte. “Cuando sacaron la primera canción tras el accidente, lloré de la emoción. Nunca pensé que los vería regresar. De hecho, este concierto es mi segunda vez. Ya los vi en el Resurrection Fest el año pasado y fue increíble. Tenía unas ganas enormes de repetir”, cuenta Guillermo Burgos, un seguidor del grupo de 33 años que ha llegado tres horas antes de que abran las puertas de La Riviera y espera en una cola en la que hay unas 20 personas que llevan más tiempo que él. El que más horas le ha echado de todos es Juan Montoya, un fan colombiano de 27 años que llegó a la sala madrileña a las 9.30 y es el primero de la cola. “Este regreso es espectacular. Creo que están en mejor forma que antes. De verdad lo creo. Me encantan la agresividad y la calidad que tienen”. Y añade con una sentencia: “Lo de Andrew es de otro mundo. Después del palo, ahora verle es una celebración única”.
Faltan apenas tres minutos para el comienzo del concierto. El público espera impaciente la salida de la banda. Andrew Tkaczyk está entre bastidores, sentado en una silla de ruedas y metiéndole tragos a una bebida energética. El resto del grupo pulula cerca. En la penumbra, sin que apenas se le vea desde la platea, el primero en salir al escenario es Andrew. Un ayudante empuja su silla de ruedas hasta que se coloca justo al lado de la batería. En cuestión de unos segundos, se produce el cambio: el músico se quita su prótesis, deja la silla de ruedas, se sienta a los mandos de la batería y se coloca Martillo, el invento de su padre que le permitirá tocar durante casi dos horas sin parar al ritmo descabellado de The Ghost Inside, un combo que combina el metal extremo con toques de hardcore punk.

“Me hace feliz pensar que mi caso puede ayudar a otras personas. Gente que a lo mejor perdió la esperanza y, al verme, sienten otra cosa. Hace un año, estábamos en Colombia y un niño, que tenía la misma amputación que yo, se me acercó y me dijo: ‘Nunca pensé que podría tocar, pero te he visto y ahora sé que lo conseguiré”, recuerda Andrew Tkaczyk. A su lado, su compañero Jim Riley añade: “Andrew no es solo una inspiración para ese niño y otras personas con el mismo problema físico. Es una inspiración para nosotros también. Todos estábamos inseguros sobre el futuro de la banda. Quisimos volver un par de veces y no pudimos porque no estábamos preparados. Luego, le vimos cómo empezó a tocar la batería con la prótesis y nos lo creímos. Nos convencimos de que la vuelta de la banda sería posible”.
La vuelta de esta banda que estuvo en el infierno es una realidad. Andrew Tkaczyk toca la batería con una fuerza descomunal ante una sala enfebrecida por las canciones de The Ghost Inside. El resto de sus compañeros están igual de entregados sobre el escenario de La Riviera, especialmente Jonathan Vigil, el cantante, quien no para quieto e interactúa con el público en todas las canciones como si quisiese llevarse a todos a casa. “Hay que vivir de una manera en la que no puedas arrepentirte de dejarte algo sin hacer. Que no quede nada pendiente sobre la mesa. No importa cuánto planifiques las cosas porque la vida cambia cuando menos te lo esperas”, asegura Jim Riley, quien, tras el accidente, tuvo que ir a un psicólogo y dice que ha encontrado la paz en la meditación.

Es uno de los aprendizajes que han venido después de la tragedia, pero no el único. “Todos deberíamos estar muertos y, en cambio, aquí estamos tocando”, explica. “Eso nos ha hecho cambiar cosas profundas y otras como saber aprovechar la vida incluso en las giras. Antes, cuando veníamos y tocábamos en España, por ejemplo, no salíamos casi del autobús y pasábamos mucho tiempo durmiendo ahí, y ahora queremos conocer la ciudad, visitarla y aprender de su cultura. Nuestro lema ahora es: la vida se balancea con fuerza, pero nosotros nos balanceamos más fuertes. Esta frase es un mantra para la banda porque la vida nos ha dado algunos golpes muy duros, pero tenemos que seguir balanceándonos, y ser más fuertes.
The Ghost Inside, por tanto, va de algo más que un grupo de música: va de superar obstáculos, de perseverancia, de no rendirse nunca”. Y a Andrew Tkaczyk, el baterista capaz de sacar fuego a la batería con una sola pierna y una prótesis única, se le escapa la única sonrisa del día y sentencia: “Eso es. Se trata de esperanza. Esperanza. Y es maravilloso”.
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