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Así ‘sobreviví’ a una feria del marisco en Galicia

Percebes, ribeiro y 'reggaeton': una mezcla improbable pero de eficacia probada cada año en Corme (A Coruña)

En el espacio portuario reservado al marisco, varios centenares de comensales devoran la comida con gesto de felicidad bajo una gran carpa.
En el espacio portuario reservado al marisco, varios centenares de comensales devoran la comida con gesto de felicidad bajo una gran carpa.Miguel Ángel Bargueño

Son las cuatro y media de la tarde, llevo en el cuerpo una botella de ribeiro y estoy buscando mi coche (hoy le toca conducir a mi esposa). Me consta que lo he dejado en una cuneta, a 2.5 kilómetros de Corme (A Coruña), en una bucólica carretera de montaña de apenas dos metros de ancho (y doble sentido) flanqueada por tupidos bosques y siseantes molinos eólicos (nunca, por cierto, había estado tan cerca de uno de estos aparatos). Confiaba en que el vino me hiciera olvidar que, a la vuelta, tendré que caminar esa distancia cuesta arriba por empinadas pendientes. ¿Qué hace mi coche familiar —de un tamaño que hace que algunos lo llamen “furgón”— tirado en mitad de los montes gallegos? Todo ha sido por los percebes.

La gente empieza a dejar los vehículos en la cuneta y prosigue andando. Me encomiendo al “allá donde fueres”, a sabiendas de que por llevar a tres niñas pequeñas por una carretera sin arcén no me van a dar la medalla al mejor padre

Estoy en Corme (a unos 60 kilómetros de La Coruña), en la Costa da Morte, donde este sábado se celebró la 26º edición de la Festa do Percebe, una de las muchas exaltaciones gastronómicas que en Galicia se organizan en verano en torno al marisco. Cada rincón de aquella comunidad, por pequeño que sea, saca pecho de sus bondades culinarias para disfrute del visitante. Y el marisco se lleva la palma. Fastos en honor del berberecho, el pulpo, la almeja, el mejillón y la vieira salpican en julio y agosto la geografía gallega, pero también orgías dedicadas al vino, el pan, la patata, el lacón o el pimiento.

Nunca había estado en una de esta magnitud, y lo primero que me sorprende, mientras conduzco hacia Corme, es precisamente eso: su magnitud. Ya en el pueblo anterior, un atasco presagia multitudes. Están desviando el tráfico por un sendero que se adentra en la espesura. Avanzamos tan rápido como cualquier lunes en hora punta en el centro de Madrid. Vislumbro que la gente empieza a dejar los vehículos en la cuneta y prosigue andando. Me encomiendo al “allá donde fueres”, a sabiendas de que por llevar a tres niñas pequeñas (como es mi caso) por una carretera sin arcén no me van a dar la medalla al mejor padre.

Como destaca Lois Carballedo, alcalde de Ponteceso (municipio al que pertenece Corme), esta feria no es como las demás. “Algunos tienen la idea de que en las fiestas del marisco, como hay un mogollón de gente, se baja la calidad del producto”, nos dice dos días después. “La Fiesta del Percebe se caracteriza precisamente porque tiene un listón altísimo en la calidad. Nunca ponen percebe que no tenga una calidad media-alta, como poco”. Calcula que se habrán despachado 800 kilos de este crustáceo a alrededor de 10.000 comensales. “Cada año la participación aumenta un 20%”, añade el corregidor. Como enseguida compruebo, hay otro perfil de visitante no menos numeroso.

A pesar de su nombre, en la Festa do Percebe, no todo es percebe. También se despacha pulpo, churrasco y empanada, entre otras delicias gallegas.
A pesar de su nombre, en la Festa do Percebe, no todo es percebe. También se despacha pulpo, churrasco y empanada, entre otras delicias gallegas.Miguel Ángel Bargueño

En las calles se agolpa el gentío. Una muchedumbre bastante homogénea, integrada en su mayor parte por jóvenes con camisetas de colores, como si formaran equipos, ha tomado esquinas y plazas. Le pregunto a un chico por el puerto, donde despachan el percebe, y me remite, por gestos, a una zona bastante alejada de allí. Como si la cosa no fuera con él. Entonces, ¿qué diantres hace toda esta muchachada en Corme?

Le comento estupefacto a mi pareja que todo aquello me parece una mezcla entre una convención de despedidas de soltero y un macrobotellón. Ella, tras observar que he estado en pocas fiestas de pueblo, me ilustra: “Son los mozos de las peñas”.

“Algunos tienen la idea de que en las fiestas del marisco, como hay un mogollón de gente, se baja la calidad del producto, pero la Fiesta del Percebe se caracteriza precisamente porque tiene un listón altísimo en la calidad"

La masa juvenil se extiende multicolor en dirección al puerto, y se aglutina alrededor de una carpa donde se pincha reggaeton. Quienes no bailan están apalancados en el suelo, rodeados de botellas, unas de licor, otras de refresco. Es una evidencia: aunque sus camisetas fluorescentes luzcan eslóganes como “Percebe e copón, menudo cebollón”, esta gente pasa olímpicamente del percebe.

“La fiesta tiene muchas caras, y otra es el macrofestival juvenil en la calle. Es un festival tipo rave, con música disco, moderna, como pistoletazo de salida del verano. Vienen de toda Galicia”, dice Lois Carballedo, que estima en otras 10.000 personas las que han venido con ese propósito. ¿Que confluyan las dos fiestas no perjudica el evento del percebe? El pueblo se colapsa entre quienes se van a gastar 80 euros en marisco y quienes solo van a soltar unas monedas en el autoservicio asiático, algo que pueden hacer cualquier otro día del año (vale, se nota que estoy cabreado por lo del coche). “Lo que nos gusta es que la gente joven recorra el pueblo, lo patee, y pare en 15 o 20 bares. ¿Que tiene alguna incidencia el tema del botellón? En eso tenemos que ir haciendo mejoras”, concede el alcalde. Ciertamente, el ambiente es tranquilo y ambas multitudes conviven en ebria armonía.

En el espacio portuario reservado al marisco, varios centenares de comensales de una edad media a todas luces superior devoran la comida con gesto de felicidad bajo una gran carpa. Abundan las familias. Busco una mesa, después de haber guardado cola para comprar tíquets por valor de dos raciones de percebe con patatas, cinco de empanada, una botella de ribeiro (era más barato que el albariño), dos bandejas para llevar las viandas (supongo que un paisano se ha pasado toda la noche grapando planchas de contrachapado para confeccionarlas) y un cuenco de barro para el vino que mi hija mayor (ocho años) guardará como recuerdo. Y empieza el festín.

Los percebes, del tamaño de un dedo pulgar, son de los que hacen que a uno se le salten las lágrimas. Los 20 euros de cada ración están pero que muy bien invertidos.
Los percebes, del tamaño de un dedo pulgar, son de los que hacen que a uno se le salten las lágrimas. Los 20 euros de cada ración están pero que muy bien invertidos.Miguel Ángel Bargueño

Los percebes, del tamaño de un dedo pulgar, son de los que hacen que a uno se le salten las lágrimas. Los 20 euros de cada ración están pero que muy bien invertidos. El alcalde me explica por qué saben tan ricos. “La feria se celebra cuando la marea lo permite, que suele ser la segunda o tercera semana de julio. Esa zona, que se llama Cabo Roncudo, está cerrada [a la pesca] y solo se abre dos veces al año: en Navidad y para la Fiesta del Percebe. Por las características del mar de la Costa da Morte, que es muy batido, muy fuerte, y la riqueza de la ría, el percebe de Roncudo es considerado el mejor del mundo. Tanto por el tamaño como por el sabor, es excepcional”. También se ofrecía pulpo y churrasco, pero es la Festa do Percebe y concentro en este mi presupuesto.

Reina el alborozo. A mi espalda escucho el ruido de una botella que se estampa contra el suelo, seguido de una risotada de varón. Fuera de la carpa, sobre un escenario anexo, un incongruente dúo musical interpreta éxitos de reggaeton, rancheras y Viva el pasodoble a un volumen que hace que seguramente los percebes que todavía no han sido capturados salgan huyendo. Preferiría deleitarme con las muñeiras de una agrupación musical de la zona, e intuyo que no soy el único, a juzgar por la atención que la mayoría de los presentes dispensa a la esforzada cantante y el polifacético organista. Pese a todo, una pareja mayor improvisa un baile agarrado a los pies del tablado; algo más lejos, de modo que la gente tiene que esquivarlas para que no les tiren los platos de percebes, son dos señoras las que se entregan a las cadencias del pasodoble.

Paso el rato que me habría gustado dedicar a la sobremesa buscando mi coche por el monte, tomando nota mentalmente de que a este tipo de eventos no puede uno pretender llegar a las dos de la tarde y encontrarse las calles y plazas vacías, a su disposición. Aun así, por citar una frase que oigo mucho últimamente, “me compensa”. Ahora bien, como acérrimo enemigo del senderismo (más si se practica en chanclas), solo espero que, cuando por fin haya logrado localizar mi coche, haya consumido las calorías suficientes para quemar este delicioso menú.

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