Quince películas que hacen que el verano sea más verano
'Cuenta conmigo', 'Admiradora secreta', 'Dirty dancing'... Hay cintas hechas de sol, piscina y nostalgia que mejoran con el calor
Candentes en nuestro recuerdo se encuentran esos veranos de nuestra adolescencia y tal vez también otros veranos en los que vivimos aquél fugaz amor. Y luego existen otros veranos que recordamos haber vivido cuando en realidad no ha sido así (o sí…): los veranos del cine, de las películas, veranos que hemos sentido como nuestros. Y, si los hemos sentido, ¿podemos decir que los hemos vivido….? El verano en el cine siempre ha sido ese impas en la vida cotidiana ante el que se abre un mundo entero de diversión, de locura, largos días de playa, y bicicletas en los que, quién sabe, a la vuelta de la esquina nos espere esa historia de amor eterna que dura lo que dura unas vacaciones, hasta que la final de la película veamos el título de Fin.
1. El rayo verde (1986)
La cumbre cinematográfica (con permiso de Mi noche con Maud) del siempre empático Eric Rohmer fue esta veraniega historia de desazón existencial con final feliz cuyo éxito radicó en el altísimo nivel de identificación de nosotros, los espectadores, con esa protagonista a la que nada parece salirle bien, que se siente sola e incomprendida. Una película en apariencia pequeña y liviana pero de enorme alcance emocional que nos habla acerca de cómo, de pronto, la vida abre la ventana del azar dejándonos ver el destello de ese rayo verde del título, tan dificil de observar…
2. La piscina (1969)
La Piscina, sexy, hedonista y cadenciosa película del nunca suficientemente reivindicado Jacques Deray es, valga la redundancia, como una piscina en sí misma: de aspecto brillante y apetecible pero, según buceas en ella, uno se encuentra con las escalofriantes grietas ocultas tras la perfección. Suspense controlado, Romy Schneider en un intervalo entre su inocencia de Sissi y la locura que ya llamaba a su puerta, el golpe de fotogenia de Alain Delon y la refrescante presencia de Jane Birkin formando uno de los más gloriosos triángulo amorosos más sugerentes de la nouvelle vague.
3. Cuenta conmigo (1986)
Rob Reiner, uno de los mejores directores de carrera que jamás hayan caído en picado de la historia de Hollywood (La Princesa Prometida, Cuando Harry encontró a Sally, Misery y para de contar), firmó esta bucólica e inesperada adaptación de Stephen King, acerca del paso de la niñez a la adolescencia. Una película en apariencia pequeña y pausada que, sin embargo, entró con la fuerza de una locomotora en el subconsciente colectivo de su generación. Unos Goonies melancólicos, capitaneados por Corey Feldman y un River Phoenix ya dando forma a su mito que, durante un verano, decidirán encontrar a un niño desaparecido… Todo un caramelo envenenado, de lacrimógena apariencia y turbador relleno.
4. Pauline en la playa (1983)
Segunda incursión de Rohmer en la mitología del verano tras la cual llegó una más; la jovial Cuento de verano. En esta película de culto indie (hasta ha llegado a haber grupos de música con el título del film), tercera entrega de la serie de películas Cuentos y proverbios, Pauline es una adolescente de 15 años de vacaciones con su díscola prima mayor, Marion. La prima mayor está entre dos hombres, mientras Pauline vivirá su romance adolescente. Un Rohmer menos teórico y reflexivo, más cercano, que encierra dentro de sí la tristeza ante la inevitable pérdida de la inocencia.
5. Dirty dancing (1987)
Un verano en el que no solo descubrimos el amor, sino que ese amor nos hizo libres. Ahí radica la grandeza imperecedera de este romántico clásico con el que Patrick Swayze encandiló (y calentó) al mundo y de paso a una Jennifer Grey pre operación de nariz al ritmo de Joe Cocker, en una sudorosa América sureña, cálida y sensual, que nos llamaba a romper con el yugo paterno. Una película a cuyos encantos trató de resistirse la crítica cinematográfica mundial, incapaz de no caer rendida ante ellos. A veces se hace real esa magia, el hechizo de Hollywood, capaz de construir ficciones que vivimos con la intensidad de nuestra propia historia.
6. Krámpack (2000)
La exitosa pieza teatral de Jordi Sánchez fue llevada al cine con enorme clase y humildad por un Cesc Gay capaz de rodar a la francesa, sin cargar las tintas ni de la sensiblería ni de la pretenciosidad, esta historia de amistad y líos de verano que, no obstante, se alzó con premio de la juventud en Cannes. Pocas veces se ha visto retratado de un modo tan certero la delgada línea que separa la amistad del amor. Un vitalista retrato de hormonas aceleradas capaz de trasmitir verdad sin necesidad de ponerse trascendentales. Jordi Vilches se queda con la función.
7. Admiradora secreta (1985)
La sombra de la influencia del cine high school de John Hughes era alargada en esta comedia romántica protagonizada por C. Thomas Howell, recién salido de E.T. y del Rebeldes de Coppola. Termina el curso, llega el verano y Michael recibe una carta de una admiradora secreta. ¿Habrá sido escrita por la chica que él cree? Obviamente no. La cosa estará entre Kelly Preston (esposa de Travolta en la vida real), y Lori Loughlin (la tía Becky de Padres Forzosos). De esa época del cine en el que las malas películas se hacían bien.
8. Uno para todas (2005)
Una pandilla de chicas, cuatro amigas inseparables que tienen que separarse un verano. Una tarde, yendo de compras, encuentran unos vaqueros que, inexplicablemente, sientan bien a las cuatro. Deciden que cada una llevará los vaqueros una semana y se los enviará por correo a otra junto con una carta contando lo que han vivido con esos vaqueros puestos. ¿Puede existir una premisa más apetecible? Una Blake Lively pre Gossip Girl, America Ferrara antes de convertirse en Betty, Amber Tamblyn y Alexis Bledel. Esa época de nuestra vidas en la que nada volverá a ser tan intenso.
9. Tú a Boston y yo a California (1961)
La factoría Disney por fin dio el campanazo en imagen real con este clásico incontestable anti-divorcista en el que dos gemelas idénticas, interpretadas ambas por la rutilante frescura y el carisma de una inolvidable Haley Mills, deciden tramar un plan veraniego para que sus padres vuelvan a estar juntos. Equívocos, comedia de campamento, buenos sentimientos que iluminan el mundo, vodevil y el deseo oculto que todos hemos tenido de tener un gemelo que se intercambie por nosotros. Una de esas pocas película que aún hoy, más de cincuenta años después de su estreno, logra reunir a toda la familia cada vez que la programan en televisión.
10. Juerga tropical (1987)
Un apuesto profesor de gimnasia (interpretado por un Mark Harmon que nunca ha estado tan guapo) planea sus vacaciones de verano cuando le dicen que se tiene que quedar para impartir clases de gimnasia a chavales inadaptados en clase de recuperación, que, como no podría ser de otro modo, son para echarles de comer aparte. Una bellísima Kirstie Alley (antes de entrar en Cheers) y Courtney Thorne-Smith (Allison en Melrose Place) haciendo de surfera en este clásico de culto ochentero, bálsamo de optimismo en una época en la que América se sentía en la cumbre de la sociedad occidental. Gran galería de secundarios, incluyendo al perro.
11. Este muerto está muy vivo (1989)
Weekend at Bernie’s se estrenó en nuestro país bajo el chispeante título de Este muerto está muy vivo. Por fin una traducción libre que mejora el original, para esta tierna comedia negra juvenil acerca de dos amigos que van a la playa invitados por su jefe que resulta estar muerto. Ellos harán como si este siguiese vivo resucitando, de paso, el espíritu del slapstick, la comedia física del cine mudo americano. Muchas camisas tropicales y desternillantes secuencias a cargo del muerto Bernie, apabullante Terry Kiser. ¡Y además con Andrew McCarthy, protagonista de Maniquí y de Cosas que nunca te dije de Isabel Coixet! Desternillante.
12. Un verano loco (1986)
Hoops es un aspirante a dibujante de comics que se va vacaciones con un amigo suyo y su hermana pequeña a la isla de Nantucket. Durante el trayecto recogerán, tras un altercado punk, a Cassandra, una manic pixie dream girl que cambiará el verano de nuestro protagonista. Presenciar a unos jovencísimos Demi Moore y John Cusack, rebosantes de energía e ilusión, no es el único aliciente de esta efervescente comedia de verano y es que… ¿puede una película ser idiota y brillante al mismo tiempo? Absolutamente y aquí tenéis la fehaciente prueba de ello.
13. Los incorregibles albóndigas (1979)
La eterna cantera cómica del Saturday Night Live dio sus primeros frutos con esta alocada comedia veraniega de Ivan Reitman (que años después brindaría al mundo el clásico Los cazafantasmas) sobre un campamento de verano en el que la reglas brillan por su ausencia. Resulta alarmante, viendo películas como está, de 1979, comprobar cómo el cine actual ha podido tornarse tan sumamente mojigato. La palabra gamberro alcanza su máxima expresión en todo lo que rodea al personaje de Tripper, con el que Bill Murray creó un estereotipo de golfo que aún pervive a día de hoy.
14. La tropa de Beverly Hills (1989)
¿Qué puede ocurrir cuando una señora pija de Beverly Hills decide demostrarse a su marido que no es ninguna frívola aceptando liderar el grupo scout en el que está su hija? Todo lo que pasa en esta encantadora comedia veraniega para mayor gloria de una genial Shelley Long (Esta casa es una ruina, pero sobre todo Cheers). Una película mucho más feminista de lo que en un principio pueda parecer, con la inestimable presencia de una Tori Spelling niña, antes de teñirse de rubia para Sensación de vivir. Niñas llegando al campamento en limunsinas y comiendo caviar en el campo. Con una pizca más ironía hubiese sido demoledora.
15. Amigas para siempre (1995)
Un fallido pero entrañable Cuenta conmigo de chicas (salvando mucho las distancias, claro está) en el que Demi Moore, Melanie Griffith, Rosie O’Donnell y Rita Wilson recuerdan sus veranos de infancia juntas, interpretadas respectivamente en su niñez por Gaby Hoffmann (ahora en alza gracias a Girls y Transparent), Thora Birch (American Beauty), Christina Ricci y Ashley Ashton Moore. Una feel good movie con un reticente toque de cine de autoayuda pero con un imaginario estival que conecta de un modo muy sencillo, directo y preciso con nuestra emoción.
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