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3.500 Millones
Coordinado por Gonzalo Fanjul y Patricia Páez

El desarrollo se demuestra andando

España y América Latina tienen la oportunidad de ofrecer al mundo un nuevo modelo migratorio

Gonzalo Fanjul
Alex Tumailla, hijo de inmigrantes ecuatorianos en España. Su historia fue parte del reportaje de El País "Los nuevos españoles" (septiembre 2016).
Alex Tumailla, hijo de inmigrantes ecuatorianos en España. Su historia fue parte del reportaje de El País "Los nuevos españoles" (septiembre 2016).Kike Para.

Se está desarrollando en el Senado una ponencia de estudio acerca del fenómeno de las migraciones en el ámbito iberoamericano (sé que la combinación de factores no suena muy entusiasmante, pero les aseguro que, tras años de procés, ver a un grupo de políticos hablando de otra cosa parecía un capítulo del Ala Oeste). Por allí estamos pasando algunos investigadores y expertos para compartir nuestro punto de vista y realizar recomendaciones específicas para el texto de la ponencia.

Las mías estaban dirigidas de manera explícita a la vinculación entre las políticas migratorias y las de desarrollo. Estos son los tres asuntos en los que me centré:

1. Es urgente establecer cortafuegos entre la ayuda al desarrollo y las políticas de control migratorio: este argumento afecta hoy más a la relación con África que con América Latina, pero los efectos de la primera podrían acabar contaminando al conjunto del sistema. En el estado de histeria colectiva autoinducida provocado por la crisis de refugiados, Europa y sus Estados miembros han decidido sacrificar cualquier principio al propósito de detener a los inmigrantes antes de que lleguen a Europa. El Fondo Fiduciario de Emergencia para África (3.400 millones de euros) constituye la avanzadilla de un modelo concebido para financiar las “causas raíz” de las migraciones. Pero solo los menores de diez años y los miembros del Consejo de Europa pueden sostener este argumento sin que se les escape la risa. Este es un dinero a cambio de (y solo a cambio de) control y repatriaciones. Un dinero que en ningún caso reduce los incentivos a emigrar, pero que prostituye la idea original de la ayuda, limita sus efectos y alimenta regímenes políticos que son parte directa del problema.

2. Hay otras formas de vincular desarrollo y migraciones: la buena noticia es que tenemos alternativas. Las políticas de desarrollo pueden ayudar –y mucho– a conformar cómo se produce este movimiento migratorio. Desde el fortalecimiento de las instituciones que lo gobiernan hasta la formación de los emigrantes, la colaboración en la identificación de necesidades laborales, la facilitación de las políticas de visado, el fomento de modelos circulares de movilidad o el uso productivo de las remesas. Las opciones son muy numerosas, pero todas ellas exigen aceptar el principio simple de que la movilidad humana es un proceso inevitable que debe ser gobernado, no controlado unilateralmente como quien abre o cierra un grifo. Europa supo esto, no hace tanto, con la aprobación del Enfoque Global sobre Migraciones, los Partenariados de Movilidad o los procesos regionales como el de Rabat. Pero todo ha desaparecido como un mal sueño en los últimos años.

3. La importancia de experimentar: el modo de pasar del punto 1 al 2 es ganar el argumento a base de experiencias que demuestren la factibilidad de las alternativas y alimenten la confianza entre las partes. El hecho de que estas sean parciales y limitadas no debe suponer un problema, porque ningún mecanismo existente de gobierno de la globalización (como los acuerdos multilaterales sobre comercio o cambio climático) comenzó de manera diferente. En este blog les hemos hablado ya de la experiencia de los trabajadores haitianos en programas de movilidad temporal tras el terremoto de 2010 o del exitoso modelo de inmigración temporal de Nueva Zelanda. Pero existen otras que merecen ser replicadas, como el programa Triple Win de la cooperación alemana, que desde 2013 ya ha traído a más de 1.500 enfermeras de cinco países de origen diferentes. La clave es enfrascarse en ejercicios de innovación política e institucional asumiendo riesgos diferentes de los que ahora asumimos.

Mi mensaje a sus señorías fue simple: precisamente porque el espacio iberoamericano goza de un desarrollo económico e institucional considerable, porque nuestro país sigue emigrando todavía y porque (aún) carecemos de partidos xenófobos con peso electoral, España tiene la oportunidad de abanderar dentro de Europa una lógica migratoria muy diferente a la que prevalece en este momento. Más aún, yo argumentaría que la deriva involucionista de los Estados Unidos abre una oportunidad única para hacer del corredor Europa-América Latina un espacio vanguardista de beneficio mutuo a través de modelos migratorios mucho más flexibles y mejor gobernados de los que ahora tenemos.

Los próximos meses serán claves en este esfuerzo, porque en octubre tendrá lugar el III Foro Iberoamericano de las Migraciones (un proceso liderado por la SEGIB y la OIM; algún detalle aquí), poco después de la aprobación del Pacto Mundial de la ONU por las Migraciones y justo antes de la Cumbre de Guatemala en diciembre. Aprovechemos bien estas oportunidades, porque no vamos a tener muchas.

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