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Pastorear con todo en contra en la zona del Lago Chad

Al trastorno ocasionado por Boko Haram y la pobreza estructural de la región, los pastores locales suman las dificultades propias de una actividad a menudo marginada

Djibrila Mahamat camina entre un rebaño de kuris en los alrededores de Bol (Chad).
Djibrila Mahamat camina entre un rebaño de kuris en los alrededores de Bol (Chad).Carlos Laorden

El Lago Chad crece y se encoge, no solo en función de la época del año, sino también a lo largo de las décadas. Puede alcanzar el tamaño del territorio de la Comunidad Valenciana, como ocurría a principios de los setenta, u ocupar un espacio parecido a la isla de Tenerife, como sucede ahora. Esas subidas y bajadas obligan a los habitantes de su cuenca a adaptar sus modos de vida, y los de sus animales. Los pastores nómadas o seminómadas tienen que cambiar sus rutas, sus tiempos y los lugares de pastoreo. Y además, hacer frente a la falta de servicios veterinarios, puntos de agua y educación. Por si todo eso fuera poco, llevan año sufriendo por la violencia del grupo yihadista Boko Haram y sus enfrentamientos con las tropas gubernamentales. A veces, pese a sus reticencias, sacrificar algunos animales es la opción más acertada.

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 Cae el sol en la orilla del lago Chad y los hombres de este grupo de pastores, musulmanes, se juntan para rezar. Entre otras cosas, darán gracias porque su situación "es mejor que la de otros", admite Mahamat Hissein, el líder y vicepresidente de la federación regional de pastores. Son 15 hombres y 20 mujeres —algunos son polígamos— y, aunque son reacios a dar cifras, tienen unas 400 cabras y otros tantos kuris. Estos bóvidos son autóctonos del lago y las tribus locales llevan siglos pastoréandolos. Les dan leche y carne y orgullo. Y están perfectamente adaptados a vivir en las islas, nadar y moverse por la zona. Pero la inseguridad, la falta de terrenos adecuados para pastar y los problemas veterinarios amenazan a los animales. Y, con ellos, a sus dueños.

"Obviamente, la presencia de Boko Haram en el lago ha causado muchos problemas en los últimos años", explica Mohamat Adoum Brahim, delegado del Gobierno chadiano para asuntos pastoriles. "Han robado y matado animales y han interrumpido el comercio", agrega. Para estas familias seminómadas, perder sus animales es perderlo todo, cuenta. Como si a un occidental le quitaran de un plumazo la casa y el trabajo y le vaciaran las cuentas bancarias. La violencia del grupo yihadista ha alterado los recorridos habituales de muchos pastores y generado más conflictos entre estos y los agricultores de la zona.

Mahamat Hissein y otros pastores se preparan para la oración
Mahamat Hissein y otros pastores se preparan para la oraciónC. L.

"Nosotros atamos a los animales en parejas para evitar que se escapen y se coman los cultivos de los campesinos", señala Hissein, el líder del grupo. "Negociamos mucho para no molestarnos, pero aun así no podemos evitar que haya roces", cuenta. También hay enfrentamientos entre comunidades de pastores que, con grandes áreas abandonadas forzosamente por la amenaza de Boko Haram, se han desplazado a otra partes del lago en las que deben competir por las mismas zonas de pasto. Así, quienes viven (o vivían) en las islas y quienes están habituados a transitar por tierra firme chocan a menudo.

Salvar rebaños, mejorar la nutrición

El proceso de destockage organizado por la FAO en el que participaron 202 hogares de pastores permitió entregar entre uno y tres kilos de carne seca (y por tanto, apta para ser conservada) a cientos de familias con niños pequeños. En total 878 niños con problemas de desnutrición moderada recibieron estas raciones que les permitieron consumir proteína animal.

La carne se repartió en los centros de salud, con lo que también hizo que las familias acudieran con más asiduidad a seguir sus tratamientos. Sena Ba Abakar, madre de seis hijos, dice que la situación de su hijo pequeño "estaba muy delgado, en el centro médico me dijeron que estaba enfermo"— mejoró mucho con la carne seca. "Me gustaría tener más, porque por lo general no podemos comprar carne", explica. Su marido es profesor, pero ha estado muchos meses sin cobrar. Es un síntoma más del aislamiento y el abandono por parte del Estado en la región del Lago.

El resultado de esa mayor concentración de personas y rebaños en menor espacio, junto a las lluvias poco favorables de los últimos años dan lugar a una escasez de comida para los animales. "Nos gustaría tener un poco de ayuda para cultivar nuestro propio forraje", le dice Hissein al delegado. "Porque es muy, muy caro", lamenta.

Además, los animales como los de este grupo, que se aleja del lago decenas de kilómetros en sus rutas anuales, encuentran problemas para beber. El año pasado, estos pastores apenas encontraron puntos de agua en su tránsito de más de 65 kilómetros entre los alrededores de Bol y la región de Kanem, hacia el norte. Con poca comida y poca agua, los kuris se debilitan, y son más vulnerables a plagas y enfermdades. "Lo más importante es la salud, obtener vacunas para todos. Si no, el riesgo es enorme", apunta el funcionario gubernamental.

En medio de esta serie de amenazas, a veces lo más inteligentes es sacrificar y vender animales para obtener ingresos al tiempo que se reduce el tamaño del rebaño y, con él, sus necesidades, explica el delegado Brahim. Pero, añade, la mayoría de pastores desconfía. ¿Por qué deben diezmar el rebaño ellos, y no otros?

Mahamat Hissien (izquierda), con parte del rebaño.
Mahamat Hissien (izquierda), con parte del rebaño.C. L.

Un riesgo añadido es que si muchos grupos hacen lo propio al mismo tiempo, los mercados se llenan de carne y los precios se hunden, convirtiendo el negocio en ruinoso. En este caso la FAO (Agencia de la ONU para la Alimentación y la Agricultura) se ofreció a comprar los animales que sacrificaran 1.000 hogares que dependían del pastoreo, tanto locales como desplazados por la violencia. Así, estos podían proteger al núcleo reproductivo de su rebaño y asegurarse al mismo tiempo ingresos que les permitieran mejorar su situación. La organización, por su parte, utilizaría la carne para mejorar la situación alimentaria en la zona (ver despiece).

El proyecto incluyó el apoyo a los mataderos locales y la formación de carniceros, como explica Nodjimadji Ngardinga, experto de la FAO. Pero esa resistencia cultural hizo que solo dos de cada 10 seleccionados accediera a participar en el proceso de reducción del rebaño, conocido como destockage.

Acabada la oración, Hissein dice que a ellos no les ofrecieron entrar en el proyecto, pero que le parece una idea interesante y que le gustaría hacerlo si se repite próximamente. Entre tantas dificultades, él sí entiende que es una forma de garantizar el futuro de sus animales y obtener ingresos extra que les permitan comprar forraje, vacunas o reforzar la situación. Él sí lo ve como una forma de asegurar el futuro de sus animales en tiempos de dificultad. "El rebaño es lo más importante para mí. Ellos son la salud de mi hijo. Lo son todo".

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