O la crisis humanitaria o el olvido
Solo la emergencia atrae atención y ayuda a regiones como el Lago Chad, condenadas al subdesarrollo
La avioneta con ocho pasajeros a bordo se lanza sobre el tramo de grava y yerbajos que hace las veces de pista de aterrizaje. Solo van ocho porque las altas temperaturas, de más de 40ºC, obligan a reducir el peso en el aparato. Bajo la sombra de un árbol en las afueras de Bol, junto al Lago Chad, esperan los conductores de cinco todoterrenos blancos, cada uno con el logo de una ONG o agencia internacional distinta. Esta conexión aérea tres veces por semana con Yamena, la capital chadiana, es uno de los nuevos servicios que la crisis humanitaria provocada por el grupo yihadista Boko Haram ha traído a esta región al sur del desierto del Sáhara.
Arena. Arena por todas partes. Y calor, mucho calor. Bol es una sucesión de caminos llenos de pequeñas dunas en los que se alternan casas de madera o barro rodeadas por un vallado de cañas con otras construcciones enlucidas con más empaque. La gran mayoría de estas últimas son escuelas, dispensarios médicos o centros logísticos gestionados por una ONG o una agencia internacional. Otras, unas pocas, son edificios oficiales. Recordatorios de la débil presencia del Estado chadiano en una región, la del Lago, aislada y abandonada durante décadas.
La cuenca de esta enorme masa de agua situada en el cinturón del Sahel se reparte entre cuatro Estados —Chad, Nigeria, Níger y Camerún— pero los cerca de 45 millones de personas que viven en torno al lago (y de él) comparten carencias y pobreza. Según el Índice de Pobreza Multidimensional, siete de cada 10 lo son. Las altas tasas de analfabetismo (hasta 9 de cada 10 mujeres, por ejemplo, en la parte que corresponde a Níger), los problemas de nutrición, la falta de instalaciones sanitarias o los escandalosos índices de mortalidad infantil forman una larga lista de problemas.
"Hasta el estallido de la crisis, esta ha sido una región olvidada en muchos ámbitos", dice en uno de esos edificios Djimasdé, secretario general del gobernador de Bol. Pero desde que la barbarie de Boko Haram llamó la atención de la comunidad internacional —es decir, de los países donantes— con sus secuestros masivos de niñas y la utilización de menores para realizar atentados, la ayuda humanitaria de emergencia ha desembarcado en los alrededores del Lago Chad.
“Pero las necesidades aún son enormes”, añade el funcionario, que se compadece de la candidez del periodista cuando este le pregunta por las prioridades de la región. Agua. Comida. Seguridad. Forraje. Atención sanitaria. Vacunas para los animales… Djimasdé comienza un soliloquio de 10 minutos, que acaba con la formación. “Sobre todo, hace falta formar a los agricultores, crear oportunidades para los jóvenes. Y, bueno… esas son las prioridades”, acaba, acentuando, quizá irónicamente, prioridades. Necesidades que no llegaron con los enfrentamientos.
Lo que sí hizo la violencia fue desplazar a cientos de miles de personas, haciendo que en lugares como Bol, donde todo escaseaba, las necesidades se multiplicaran por el número de recién llegados. Y ahí fue donde las agencias internacionales que ya estaban en la región pudieron, con la emergencia, pedir más fondos a sus donantes —los países ‘ricos’, principalmente— y aumentar la ayuda.
Empezando, por ejemplo, por conectar Bol con Yamena, la capital de Chad, por vía aérea, varias veces al día y tres veces por semana. Algo más de 60 minutos de vuelo, en lugar de largas horas por pistas desérticas llenas de arena que se bloquean a menudo. No es que ese servicio aéreo —reservado principalmente a cooperantes y trabajadores humanitarios— haya cambiado radicalmente la vida de los lugareños, pero ilustra bien el aislamiento de la zona. Otras localidades cercanas de la parte chadiana del lago, como Baga Sola, aún no cuentan con un lugar donde aterrizar.
Siete de cada 10 habitantes de la cuenca del Lago Chad sufren los embates de la pobreza
Ampliación de clínicas y almacenes, más personal… En los últimos tiempos la urgencia ha movilizado más fondos para atender los problemas de la región. “Pero la ayuda humanitaria no es suficiente, ni sostenible”, argumenta Mohamadu, Mansur N’Diaye, representante de la FAO (la agencia de la ONU para la alimentación y la agricultura), en Chad. El apunte de N’Diaye forma parte de un debate cada vez más extendido: el de la distinción entre la acción (y la financiación) humanitaria y la de promoción del desarrollo.
Las grandes cifras de desplazados y hambrientos, sobre todo si van unidas a imágenes o historias impactantes, suelen dar lugar a una generosa reacción internacional destinada a atender la crisis humanitaria. El problema viene cuando la emergencia se alivia, los focos se apagan y los fondos se reducen. El riesgo del olvido reaparece. Y también el de sus consecuencias. “Con esta violencia y este horror hemos pagado tres décadas de descuidar esta región”, admitía en abril en Maiduguri —la cuna de Boko Haram en la zona nigeriana del lago— Audu Ogbeh, ministro de Agricultura de Nigeria. La zona norte del país está a un paso de la hambruna por la destrucción y el número de desplazados generados por el conflicto con los yihadistas.
“La ayuda humanitaria no es suficiente, ni tampoco sostenible”
“La agroindustria es nuestro futuro, y la cuenca del lago tiene un enorme potencial si se le presta la atención suficiente”, señalaba Ogbeh. La presencia del agua del lago ofrece oportunidades importantes para la irrigación, el pastoreo y la pesca. Las crecidas y bajadas dejan suelos fértiles para el cultivo, y en las orillas se recoge, por ejemplo, una variedad de la espirulina —un alga rica en proteínas, hierro y betacarotenos— con un gran potencial comercial.
Pero para explotar esas posibilidades, coinciden N’Diaye, Ogbeh y tantos otros, hay que dedicar mucha más atención (y dinero) al desarrollo. Un área menos vistosa que la de las emergencias, pues los resultados solo llegan a medio y largo plazo. Por eso el representante de la FAO apuesta por aprovechar el momento y la atención para transformarlo en algo duradero que permita revitalizar la región y sus campos.
“La agroindustria es nuestro futuro, y la cuenca del lago tiene un enorme potencial si se le presta atención”
En primer lugar, asegurar la atención sanitaria y la educación primaria. “En la zona hemos encontrado adolescentes que nunca habían ido a una clase”, según Philippe Barragne, representante de Unicef en Chad. Y, como pedía el secretario de la región chadiana, formación: formar a los jóvenes en cómo explotar las opciones de su entorno. “Si no lo hacemos, si no creamos empleos, los niños de hoy se convertirán en la siguiente generación de Boko Haram", auguraba Kashim Shettima, gobernador del Borno, en la parte nigeriana del lago. “O veremos a decenas de millones de personas acudir a las puertas de Europa”, añadía.
Para eso, insistía Shettima, también es necesario que los alrededores del lago, ya sea en Nigeria, Níger, Chad o Camerún, estén conectados con el resto del mundo. Física y digitalmente. En comercio y conocimientos. Y que ese avión humanitario no sea el último que despegue de Bol, ni deje de volar cuando cese oficialmente la emergencia.
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