Autosuficiencia o mirar hacia China: el agujero que deja Trump en ayuda exterior obliga a África a buscar alternativas
La congelación de las ayudas de Estados Unidos pone en alerta a las ONG y a los gobiernos subsaharianos, y abre más la puerta a la cooperación china
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
En la entrada del hospital de distrito de Masaka, a poco más de media hora en coche del centro de Kigali, en Ruanda, un gran cartel que detalla los servicios médicos de las instalaciones está presidido por unas siglas que lo han sido todo para muchos gobiernos africanos durante años: USAID. La Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional está detrás de multitud de programas para hacer accesible la sanidad a muchos ciudadanos, pero ahora profesionales y pacientes ya se están haciendo a la idea de que nada es para siempre. A principios de febrero, el presidente Donald Trump decidió congelar todos los fondos de USAID, y anunció que retirará a su país de la Organización Mundial de la Salud (OMS), dos bandazos que dejan a la intemperie a las ONG y los gobiernos de todo el mundo, especialmente en África.
Jean Damascene, director general del hospital, explica que los recursos de USAID les apoyan en áreas como la formación de doctores y enfermeras. Ahora, teme que el centro empiece a cojear. “Quizá ahora no vemos el impacto, pero tendremos un gran agujero en el futuro, y tenemos que prepararnos”, lamenta Damascene. Esta preparación, según distintas organizaciones y gobiernos, pasa por intentar ser autosuficientes y financiarse con herramientas como impuestos específicos.
Sin embargo, cuando alguien deja un agujero, otro va a querer llenarlo. El hospital de Masaka se está ampliando, y las grúas que están construyendo esta expansión tienen otra inscripción: China Aid. Y un eslogan: “Por un futuro compartido”.
El agujero que puede dejar USAID es de enormes dimensiones según el país. En 2023, el último año fiscal completo, la agencia norteamericana desembolsó 72.000 millones de dólares en todo el mundo y en ayudas en todos los ámbitos, tanto económicas como militares, según los datos publicados por la propia entidad gubernamental. De este monto, más de 16.200 millones de dólares fueron a los países del África subsahariana. Y en concreto, algo más de 5.600 millones se destinaron a programas sobre salud en esta región. Por otro lado, Estados Unidos es el principal contribuyente en la OMS, con un 14,39% de la financiación, según los datos de la entidad. Y África, en su conjunto, recibe de la OMS un 26,52% de los fondos disponibles. Así que el anuncio de la retirada de la OMS por parte de Estados Unidos añade tanta o más angustia que la congelación de USAID a los gobiernos subsaharianos y a los trabajadores en programas de desarrollo en salud en el continente. El impacto en empleos amenazados se cuenta por miles, y existe un temor fundado de que la salud de los usuarios de estos programas ya se esté resintiendo.
En 2023, los países que más dinero recibieron de USAID para temas de salud fueron Tanzania y Nigeria, y de los diez primeros programas que más dinero estadounidense obtuvieron, siete tenían que ver con el VIH, otro con la malaria y otro con emergencias por virus de la gripe. Es decir, que los mayores desembolsos se llevan a cabo para luchar contra las enfermedades transmisibles. Esto preocupa especialmente a quienes abogan por conceder prioridad también a la contención de las enfermedades no transmisibles como el cáncer, la hipertensión o la diabetes, unas dolencias que se están convirtiendo en una fuente de presión cada vez mayor para las infraestructuras sanitarias de muchos países en África, donde la esperanza de vida va en aumento y por lo tanto, también la prevalencia de este tipo de enfermedades.
La semana pasada se celebró en Kigali el foro NCD Alliance, al que fue invitado EL PAÍS, inicialmente con el objetivo de debatir sobre las enfermedades no transmisibles y las herramientas para controlarlas, y para preparar un frente común de cara a la reunión de alto nivel que la OMS celebrará en septiembre alrededor de este tema. Pero el foco, en todas las sesiones del foro, era otro: ni el virus de la fiebre Marburgo, que obligó a posponer este congreso cuando debía haberse celebrado el pasado mes de octubre, ni el conflicto entre milicias que tiene lugar a tres horas de Kigali, en la frontera con la República Democrática del Congo, suscitaron tanta preocupación como lo que pueda hacer Trump. “La congelación de los fondos tendrá un gran impacto en África. No de forma directa en las enfermedades no transmisibles, porque aquí la ayuda no era tan grande, pero sí que estas sufrirán una repercusión: los presupuestos en salud serán más pequeños, y las enfermedades no transmisibles serán la última prioridad”, señala Katie Dain, consejera delegada de la NCD Alliance. También identifica la retirada de Estados Unidos de la OMS como una gran amenaza: “Una OMS débil implica que será más difícil obtener datos, habrá menos asistencia técnica y menos cooperación multilateral. Y las enfermedades no transmisibles no conocen fronteras, el gran riesgo es que se vaya erosionando el multilateralismo”.
El gran reto, pues, es conseguir una financiación alternativa para llenar el hueco. “Este es un contexto muy complicado, y más que nunca tenemos que escuchar a la gente para saber cómo tenemos que adaptar las intervenciones, conseguir mayor eficiencia... y todo ello pasa por la financiación”, señala Guy Fones, director del departamento de enfermedades no transmisibles, rehabilitación y discapacidad en la OMS. Una de las formas de conseguir financiación es que las entidades de filantropía asuman mayor responsabilidad. Gina Agiostratidou, directora del programa sobre diabetes tipo 1 en la fundación benéfica Helmsley, cree que los anuncios realizados por Trump “son devastadores”. “Nosotros continuaremos enfocándonos en las prioridades, escuchando las necesidades de nuestros socios, pero no podemos reemplazar al gobierno. Es todo muy incierto, pero tenemos que ir todos a una”, resume. Mary-Ann Etiebet, presidenta y consejera delegada de Vital Strategies, cree que la solución “tiene que ser local y sostenible, y la primera herramienta tienen que ser los impuestos específicos”, como los que gravan el tabaco o el alcohol.
Autosuficiencia
Pero en lo que la mayoría de ONG y portavoces coinciden durante el congreso, es en encontrar la manera de ser autosuficientes con financiación doméstica en cada país. Esto, en muchas de las naciones subsaharianas donde una parte muy importante del presupuesto está ligada a la cooperación internacional, y donde existe la dificultad añadida de que los fondos sorteen la corrupción y lleguen a su destino, es complicado. “La financiación doméstica tiene que llenar el hueco, pero esto es muy fácil de decir. ¿Y si, de entrada, no hay financiación?“, se pregunta Pierre Cooke, de la ONG Healthy Caribbean Coalition.
Para Nomathemba Chandiwana, no hay elección. Esta investigadora, que forma parte de la fundación Desmond Tutu, adquirió protagonismo cuando demostró que los medicamentos para el VIH tienen un efecto secundario que deriva en casos de obesidad especialmente en mujeres de países subsaharianos. Así que conoce de primera mano la necesidad de vincular los programas sobre enfermedades transmisibles y sobre las no transmisibles, que a menudo coinciden en un mismo paciente. ”Lo que ha ocurrido en las últimas semanas es muy impactante, y muestra cuan vulnerables son nuestros sistemas de salud. La congelación de los fondos es desastrosa, y ya está implicando pérdida de vidas. Pero esta es la oportunidad para buscar más colaboración publico-privada, y el ejemplo de los programas sobre VIH de las últimas décadas es muy bueno", explica.
Fortalecer el sistema de salud, integrar todos los programas, buscar eficiencia y más colaboración son algunas de las soluciones propuestas durante el congreso. “Pero no hay ninguna bala de plata, la clave es el liderazgo político y el compromiso”, dice Mercy Mwangangi, secretaria administrativa jefa del Ministerio de Salud de Kenia. Otros en el congreso ven a China como esta bala de plata que necesitan, aunque no lo dicen en público. El pasado mes de septiembre, el gobierno de Xi Jinping garantizó una ayuda económica de 45.000 millones de euros a los países africanos, y lo que hace unos años se destinaba fundamentalmente a infraestructuras y obras públicas, ahora ya se extiende a programas humanitarios como la salud. A cambio, los contratos de empresas chinas en África van en aumento y las relaciones comerciales se han estrechado, ampliando el déficit comercial de las naciones africanas con China. Las inscripciones en chino que se leen en camiones, muros de obra, grúas o andamios por Kigali dan buena cuenta de ello.
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