Trasplantes de piel contra la diabetes y la obesidad
Científicos de EE UU utilizan injertos para introducir en ratones una terapia génica que les mitigó estas enfermedades
La manipulación genética remite a futuros inquietantes con humanos modificados para cumplir ideales, pero también genera ilusiones de un mundo sin enfermedad. La realidad, como siempre, es mucho más complicada y tediosa, pero puede acabar siendo igual de fascinante. Esta semana, un equipo internacional de investigadores anunciaba que había corregido por primera vez una enfermedad hereditaria en embriones humanos editando sus genes con la técnica CRISPR. Con este sistema de cortapega han logrado eliminar un gen defectuoso que causa la muerte súbita. Este avance aún está lejos de tener implicaciones prácticas para nuestra vida, pero la terapia génica empieza a ser una realidad en la medicina del presente.
En septiembre, EE UU tiene previsto aprobar el primer tratamiento comercial de este tipo. La terapia, dirigida a enfermos de leucemia con mal pronóstico, consiste en extraer los propios linfocitos del paciente, llevarlos a un laboratorio Novartis, la compañía farmacéutica que comercializará el producto, modificarlos genéticamente para que sean capaces de atacar a las células de cáncer y volver a inyectárselos al enfermo. El 83% de las personas que recibieron el tratamiento vieron cómo su enfermedad desaparecía, y un año después, dos tercios seguían libres de cáncer.
A través de un trasplante de piel se introdujo un gen que ayudaba a regular los niveles de azúcar en sangre
En la actualidad hay decenas de ensayos clínicos en sus últimas fases de prueba antes de ponerse a disposición del público para tratar enfermedades raras o algunos tipos de cáncer. En investigación básica, se sigue tratando de comprender mejor el funcionamiento de estas técnicas, sus posibles efectos secundarios y las mejores opciones para llevarlas a los enfermos a un precio razonable. Incluso aunque se superen las barreras técnicas y de conocimiento, los precios de las terapias génicas pueden hacerlas insostenibles para los sistemas sanitarios.
Esta semana, en la revista Cell Stem Cell, se publicaba un nuevo avance relacionado con las terapias génicas, uno que muestra el ingenio de los científicos que trabajan en este campo, pero que también ilustra las dificultades para aplicar a la práctica médica común muchos avances del laboratorio.
Un equipo liderado por Xiaoyang Wu, investigador de la Universidad de Chicago, empleó la técnica de edición CRISPR para, a partir de células madre, crear injertos de piel que producían una hormona capaz de regular los niveles de azúcar en sangre. Después, trasplantaron esos injertos a ratones diabéticos y cuatro meses después vieron que había desaparecido la resistencia a la insulina de los animales e incluso se había limitado el incremento de peso provocado por una dieta rica en grasa. Una prueba realizada con piel humana mostró resultados similares.
Los autores del trabajo eligieron este modo de aplicar la terapia génica porque la piel es un órgano que está por todo el cuerpo y es uno de los tejidos más sencillos y baratos de producir a partir de células madre en un laboratorio.
La modificación genética aplicada en este estudio consiste en introducir una mutación en el gen GLP1, el que produce la hormona que regula la insulina, para incrementar su periodo de actividad. Además, se añadió un fragmento de anticuerpo al gen para que permaneciese en la sangre durante más tiempo. Por último, añadieron un mecanismo para poder hacer que el gen GLP1 produjese más cantidad de hormona cuando los ratones tomasen un antibiótico.
Si se quisiese hacer en humanos, serían necesarios trasplantes de piel mayores que la palma de una mano
Wu y sus colegas presentan este sistema como una prueba de concepto para introducir en el organismo distintas terapias génicas. “No curamos la diabetes, pero proporcionamos un potencial enfoque seguro y a largo plazo para ayudar a que gente con diabetes y obesidad mantenga mejor sus niveles de glucosa”, afirma Wu.
“La aplicación de este tipo de injertos estaría sobre todo en enfermedades genéticas, en gente que tiene, por ejemplo, problemas en un factor de coagulación concreto”, explica Ander Izeta, responsable del grupo de Ingeniería Tisular de Biodonostia. “Utilizar la piel es una buena idea, porque es relativamente fácil de producir comparado con otras células madre”, añade. “Además, si algo va mal va a ser fácil de ver monitorizando el parche de piel”, continúa.
Sin embargo, Izeta considera que desarrollar este mecanismo para curar la diabetes a humanos va a ser complicado y está en desventajas frente a otras alternativas. Si se tiene en cuenta el tamaño del injerto de los ratones, “para tratar la diabetes a humanos sería necesario un parche de 20 centímetros por 20, algo que te cubriría toda una cara de un muslo, por ejemplo”, plantea. Esto tendría un impacto muy importante, porque el injerto “no tiene el mismo color que tu piel, no tiene pelo, ni glándulas”, señala. “Si tuviese que apostar, diría que esto no llegará a la clínica”, concluye.
El caso de la diabetes no sería el único en el que los investigadores de Chicago quieren aplicar esta técnica. Wu considera que se puede utilizar para “transportar proteínas terapéuticas o sustituir proteínas que falten en personas con defectos genéticos” y “se podría utilizar como un desagüe metabólico, eliminando diversas toxinas”. La historia de las terapias génicas muestra que el trayecto entre la investigación básica y los hospitales es largo. Más de dos décadas después de los primeros estudios en laboratorio esta forma de tratar la enfermedad comienza a convertirse en una alternativa real, pero los últimos detalles, los debates éticos o los costes aún son problemas que habrá que resolver.
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