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“No sabemos nada sobre síndrome de Down”

El neurólogo pone en marcha un estudio para detectar biomarcadores que revelen el deterioro cognitivo en este colectivo

Jessica Mouzo
El doctor Rafael Blesa en el Palau Macaya de Barcelona
El doctor Rafael Blesa en el Palau Macaya de BarcelonaMassimiliano Minocri (EL PAÍS)

En los años 50, tener triplicado el cromosoma 21 —seña genética del síndrome de Down, cuyo Día Mundial se celebra hoy— no daba una esperanza de vida superior a los 30 años. Hoy, la media pasa de los 60. Pero el incremento de la expectativa de vida en este colectivo, que sigue siendo unos 20 años inferior a la del resto de la población, ha revelado un nuevo reto a la comunidad científica: la incidencia de las enfermedades neurodegenerativas. Casi el 100% de las personas con síndrome de Down presentan lesiones patológicas de este tipo de demencia a los 40 años y, el 80% de los mayores de 60 desarrollan alzhéimer. La razón se encuentra en el cromosoma 21, donde también está el gen que produce la proteína amiloide, característica de la enfermedad de Alzheimer.

El doctor Rafael Blesa, director del servicio de neurología del hospital Sant Pau de Barcelona, puso en marcha hace un par de años una unidad específica para tratar el alzhéimer en las personas con down. Después de estudiar a más de 400 personas, Blesa ha dado un paso más allá del seguimiento clínico y ha puesto en marcha “el mayor estudio de investigación” en este colectivo, el Down Alzheimer Barcelona Neuroimaging Initiative (DABNI), que monitorizará a 1.000 personas para encontrar biomarcadores específicos para diagnosticar el alzhéimer en síndrome de Down. A poder ser, lo más precozmente posible. Hasta ahora, poca o ninguna herramienta tienen los médicos para hacer un diagnóstico temprano. “Los médicos tienen miedo. No sabemos nada sobre síndrome de Down. Y la sanidad no está preparada para tratar el down con alzhéimer”, advierte el médico.

El alzhéimer en síndrome de Down empieza muy temprano [15 o 20 años que la población general] y evoluciona muy rápidamente

P. Dice usted que los neurólogos tienen “miedo” cuando les llega un caso de una persona con down y sospecha de alzhéimer.

R. Miedo a lo desconocido. No sabemos cómo diagnosticarlos. Si no tenemos conocimientos de estas personas, no tenemos instrumentos para poder decir si tiene alzhéimer. Cuando te entra una persona con una discapacidad, cualquiera de los test o de las preguntas que yo hago de sentido común de lo que hace la persona no down no me sirven, porque yo no sé cuál era la función normal previa de esta persona porque tiene una discapacidad. No tengo este punto de referencia.

P. ¿Cómo se ha hecho entonces hasta ahora para diagnosticarlos?

R. Un test neuropsicológico no es válido porque son personas con una discapacidad y no hay ningún test validado. El médico le hará una analítica y le encontrará que, a lo mejor, tiene una disfunción hormonal pero esto no justifica el problema. Le hará un TAC cerebral pero será normal. Te quedas entonces con lo que te dice la familia de que hace un año hacía esto y ahora no. Por tanto, la pérdida de función es lo único que te permite hacer el diagnóstico pero desde el punto de vista médico no hay ninguna prueba específica para detectar el alzhéimer en down.

P. ¿Pero, una vez diagnosticados, se pueden tratar con los mismos fármacos que a la población no down?

R. Como tienes el diagnóstico se los puedes dar, pero no sabes si en esta población funciona este fármaco porque nunca se ha hecho un estudio de eficacia de este medicamento en ellos. Es tratamiento sintomático y se lo das esperando que suene la flauta porque no tienes una base científica.

P. ¿Qué buscan con esta investigación?

R. Para hacer esta investigación primero hay que diagnosticarlos y para diagnosticarlos hay que tener bien desarrollados los biomarcadores. Queremos encontrar biomarcadores que puedan señalar el deterioro cognitivo y buscar estrategias terapéuticas para detener su progresión. La primera fase con el DABNI es asegurarnos que cuando una persona con down viene con la familia diciendo que está más agitado o inquieto o se despista o una cosa que sabía hacer ahora no la hace, hemos de poder responder que este señor tiene un biomarcador de que esto es alzhéimer.

Queremos encontrar biomarcadores que puedan señalar el deterioro cognitivo y buscar estrategias terapéuticas para detener su progresión

P. ¿Qué ha visto en estos dos años de seguimiento clínico?

R. Las primeras investigaciones nos han dado pistas para entender qué ocurre en los cerebros de personas con síndrome de Down que desarrollan alzhéimer. Tenemos investigaciones de biomarcadores pioneras en las que a través de líquido cefalorraquídeo, la resonancia y el PET [una prueba de diagnóstico por imagen para detectar las proteínas amiloide y tau], nos enseñan que algo está pasando y es similar a las personas con alzhéimer no down.

P. ¿Y qué está pasando?

R. Desde el punto de vista de las lesiones aparece un patrón similar al alzhéimer que no es down. Pero hay que tener en cuenta las caracterísiticas específicas: mientras que en las formas familiares, hereditarias, hay una mutación en un gen que hace que tengas más amiloide, los down tienen amiloide normal. Lo que ocurre es que a partir de una cierta edad, parece que de una forma exageradamente exponencial, empieza a neurodegenerar. La pregunta, que tampoco lo sabemos en alzhéimer no down, es qué papel juega este amiloide para que las neuronas, un buen día, empiecen a degenerarse.

P. ¿Cuáles son las particularidades del alzhéimer en el síndrome de Down?

R. Es similar a lo que ocurre en el alzhéimer no down, pero con unas características muy peculiares: empieza muy temprano [15 o 20 años que la población general] y evoluciona muy rápidamente. La probabilidad de tener cambios conductuales también puede ser la característica más habitual a tratar y, mientras que los porcentajes de epilepsia en la población no down no llegan al 10%, en las personas con down, alcanza hasta el 90%.

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Jessica Mouzo
Jessica Mouzo es redactora de sanidad en EL PAÍS. Es licenciada en Periodismo por la Universidade de Santiago de Compostela y Máster de Periodismo BCN-NY de la Universitat de Barcelona.

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