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Ideas e inventos para que, sea donde sea, tengamos agua

El séptimo encuentro de la Red de Suministro de Agua Rural se clausura entre novedades tecnológicas y autocríticas pero con la voluntad de aunar esfuerzos y mejorar actuaciones

Unas mujeres bombean agua en Bulawayo, Zimbabwe.
Unas mujeres bombean agua en Bulawayo, Zimbabwe. ZINYANGE AUNTONY (AFP)
Lola Hierro
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Circula veloz el autobús blanco por la carretera, alejándose cada vez más del centro de Abiyán. En su interior, una veintena de pasajeros otea el exterior a través de las ventanillas, unas más limpias que otras. De pie se ha quedado Leo, uno de los jóvenes que integra la organización del séptimo Foro de la Red de Suministro de Agua Rural (RWSN) celebrado la semana pasada en la ciudad más popular de Costa de Marfil. Sin perder el equilibrio sostiene un micrófono, responde preguntas de sus invitados y ejerce de guía turístico.

De repente, a la derecha, el mar. En el agua, las olas mecen una embarcación solitaria. En la arena, un hombre duerme la siesta a la sombra de las larguiruchas palmeras, unos niños prefieren jugar con un balón, ignorando el columpio hecho con un neumático que cuelga de un árbol justo al lado. Más lejos, unos pescadores tiran de una soga con mucho esfuerzo. No da tiempo a ver qué hay al otro extremo de ella. Abiyán se despierta, igual que los ojos de los pasajeros de distintas edades, razas y países, unidos solo porque todos dedican su vida profesional a lograr que toda la humanidad tenga acceso a agua y saneamiento. Después de cuatro días de trabajo, hoy han dejado los informes, las presentaciones y las elegantes salas de reunión del hotel Radisson Blue para convertirse en una suerte de turistas con curiosidad científica. Van a visitar un pueblo, Soumie, cuyos habitantes bebían agua sucia de un río hasta que un proyecto de cooperación y desarrollo les llevó pozos.

Los pasajeros ya no miran a la playa. Hasta los miembros de la delegación china que un momento antes tomaba fotos ahora dirigen sus miradas y objetivos a la izquierda, donde la calma chicha del mar deja paso al ajetreo urbano: la cola que espera al autobús, las señoras caminando por el borde de la carretera con toda suerte de objetos sobre su cabeza, una cabra, unos tipos empujando una furgoneta averiada y el humo que emanan unas gachas al fuego. Así es Abiyán a las ocho de la mañana, toda una sorpresa para unas personas que apenas han visto la luz del sol durante una intensa semana clausurada oficialmente el día anterior. Han sido cuatro jornadas de presentaciones, ponencias y debates en las que ha habido tiempo para todo. Y lo más importante: se ha discutido.

Este foro ha reunido a 444 personas de 65 países diferentes, según datos aportados por Kerstin Danaert, directora del evento. Casi un delegado para cada millón de personas que necesita agua en el ámbito rural: 500 millones. Una representación respetable pero que puede llegar a más si se aprende de los aciertos y los errores, algunos de ellos resumidos durante la clausura del acto. Stef Smits, de la consultora IRCWash menciona una de las claves durante su intervención:" La mayoría cree que hace falta invertir mucho dinero aún pero no sabemos cuánto se lleva gastado y en qué". Smits hace ver la necesidad de supervisar mejor, del llamado monitoreo de las actuaciones. Un día antes hacía una reflexión a este periódico: "Todos los políticos quieren cortar la cinta en una inauguración pero no es tan mediático destinar presupuestos a mantener lo que ya existe, cuando eso es casi más importante".

Igual de necesario es dar un enfoque integral a cualquier intervención, es decir, tener en cuenta aspectos como el cambio climático, la gestión de las tierras y las prácticas de higiene. También, centrarse menos en la cantidad de agua y más en su calidad. Y, sobre todo, tener en cuenta la sostenibilidad, la madre del cordero para John Kamkwalala, del Banco Mundial. "Necesitamos entender mejor los costes de los servicios de agua en el ámbito rural y apoyar a las comunidades con la gestión. (...) ¿Por qué invertir en sistemas que se estropean a los cinco años. La sostenibilidad es clave para alcanzar el ODS 6 [acceso universal al agua, una de las metas de la agenda mundial de desarrollo]".

En los corrillos, los almuerzos y las pausas para café, pero también en los turnos de preguntas de las presentaciones, se han puesto sobre la mesa las preocupaciones de los profesionales del sector, sus limitaciones y sus dudas. Una de estas inquietudes escuchada de labios de varios participantes es la que plantea en voz alta Rolando Marín, presidente de la Confederación latinoamericana de organizaciones comunitarias de servicios de agua y saneamiento: "Este encuentro ha sido muy productivo pero echo de menos mayor presencia de las comunidades, que yo sepa solo estamos un colega de Nepal y yo. En América Latina hay una dinámica social mucho más presente y en todos los proyectos que se llevan a cabo se pregunta a los gestores comunitarios". Para él, la Cumbre del Clima de París, a la que también asistió, fue un buen ejemplo de armonía entre donantes, gobiernos, instituciones públicas y privadas y sociedad civil. “Se armo mucho ruido, el viaje hasta París era muy caro desde los países latinoamericanos y sin embargo se hizo el esfuerzo para estar”, abunda.

Combinar lecciones en la gestión con lecciones en la innovación tecnológica es lo que hace el sector avance y que cada vez más personas tengan agua limpia. Porque, fallos aparte, lo cierto es que en los últimos 25 años se ha conseguido reducir a la mitad el numero de quienes aún no disponen de ella: 663 millones. Y otras 946 millones siguen defecando al aire libre porque no tienen otra opción. Para alcanzar segmentos tan grandes son necesarias ideas innovadoras transformadas en realidades que hoy ya están funcionando y dando resultados. Y no hay más que darse una vuelta por el foro para impregnarse de esa creatividad plasmada en posters, folletos y muestras.

¿Qué destacar en un congreso con casi 100 ponencias y otras tantas ideas? Por ejemplo, un sensor que se instala en las bombas para enviar una señal cuando se rompen, un trabajo de Charity Work. Noah McColl es el encargado de presentarlo. Ante un corrillo de interesados no duda en lanzar al suelo el artefacto, un pesado bloque cuadrado de plástico negro. “Es de una pieza, para evitar que se desmonte o se rompa”. Este chisme detecta anomalías en el flujo de agua y manda una señal si hay alguna para que un técnico, que es quien la recibe, acuda a comprobarla y hacer una reparación si es necesario. “Cuesta unos 100 dólares y se instala en 10 minutos”. Cerca de él se da a conocer Akvo Caddisfly, una invención para analizar la calidad del agua desde el móvil con ayuda de una app y de una cámara que se coloca en el teléfono. Al lograr un sistema fácilmente transportable, entre otras cosas han reducido costes.

También es muy aplaudida la bomba Lifepump, competencia de las bombas indias tradicionales (cuyos representantes andan por el foro también) porque, aseguran sus creadores, se rompe mucho menos y dura hasta 30 años. Interesante el dispensador de agua AQTap, un cajero automático pero que en vez de dar billetes, llena garrafas. Y se paga con una tarjeta de plástico recargada previamente con dinero. Entre lo más entretenido está Aftershock, la película que WaterAid ha grabado en Nepal con una cámara de 360 grados. En nueve minutos lleva al espectador a conocer las duras condiciones de vida y de acceso a agua y saneamiento de su población gracias a unas gafas 3D.

Por no hablar del mapeo. Se presentan varias iniciativas en este campo como Africa Groundwater Atlas y Gapmaps, ambos sistemas pensados para buscar agua subterránea. Si sabes dónde está, cuánta hay y a qué profundidad, evitas perforar la tierra en vano y perder dinero. Y si bajo tierra no hay, existen iniciativas como Afrhinet, un proyecto que tiene tres años de vida y cuya misión es desarrollar técnicas de bajo coste para almacenar agua de lluvia en zonas áridas, donde suele ser escasa.

Pero no todo es tecnología pura y dura. A veces la innovación está en encontrar una manera eficaz de organizarse. Esto es lo que se ha buscado con Siasar, una herramienta apoyada por Banco Mundial que funciona en 11 país de América Latina. Se trata de un sistema de información recogida municipio a municipio que permite saber si los servicios de agua y saneamiento de cada uno de ellos son correctos o tienen alguna deficiencia para poder planear actuaciones más sostenibles. En otro sentido, pero con el mismo objetivo de sostenibilidad trabaja Inclam, una de las pocas empresas españolas presentes en el foro. Han diseñado los programas Llave en mano, que consiste en un conjunto de acciones para dotar de agua y saneamiento a las comunidades, pero también ofrece sensibilización en prácticas de higiene. Y el proyecto se llama así porque al final toda la gestión queda en manos de los beneficiarios.

En las sesiones se plantean interesantes debates. Se aprecia el valor del Open Data, pero ahí surge la pregunta incómoda: ¿Quién está dispuesto a pagar todo lo que vale desarrollarlo? Pregunta hoy sin respuesta. Igual ocurre con los proyectos destinados al autoabastecimiento para poblaciones en lugares remotos y de difícil acceso. Tras una reunión en el que se habla de diversas maneras de maximizar el recurso, Roman Villiers, asesor de la consultora Cawst, plantea hasta qué limites se debe intervenir sobre algo que ya está funcionando. "Si ya funciona, dejémoslo estar. Si se puede mejorar algo, como la calidad, entonces realicemos la menor intervención posible".

Un foro cuya ceremonia de clausura termina con organizadores e invitados bailando desaforadamente con el grupo de danza local contratado para actuar no es un foro fallido. Es, de hecho, el resumen visual de un encuentro en el que se han hecho los deberes que otro de los organizadores, Sean Fury, puso el primer día: aprender, intercambiar conocimientos y estrechar lazos.

La excursión a Somie, por cierto, fue todo un éxito para visitantes y visitados. Recepción con música y baile, palabras de agradecimiento interminables en ambas direcciones, una demostración in situ de la técnica de perforación manual que ha permitido llevar agua potable, reunión con los hombres y las mujeres del pueblo para que detallen sus preocupaciones e inquietudes, y millones de fotos y vídeos de unos a otros, de otros a unos, para recordar por siempre el día en que las dos partes interesadas en lograr que el agua llegue a todos se juntaron y se entendieron. No todos los días ocurre.

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Sobre la firma

Lola Hierro
Periodista de la sección de Internacional, está especializada en migraciones, derechos humanos y desarrollo. Trabaja en EL PAÍS desde 2013 y ha desempeñado la mayor parte de su trabajo en África subsahariana. Sus reportajes han recibido diversos galardones y es autora del libro ‘El tiempo detenido y otras historias de África’.

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