Locura estacional
Te pones a las puertas de las urgencias con un cuaderno y en dos horas tienes una antología de relatos clínicos medievales
Un señor dijo en la tele que a su padre, de 90 años, lo habían tenido 24 horas en un pasillo, sobre una especie de parihuelas con vocación de camilla. Te pones a las puertas de las urgencias de un hospital español con un cuaderno y un boli, preguntando a los familiares de los ingresados, y en dos horas tienes una antología de relatos clínicos medievales. La fotografía está tomada en el 12 de Octubre de Madrid, a mediados de enero, y salió publicada en este diario. Dirán ustedes: ¿y eso qué es, una mudanza, una evacuación, un caos, un infierno? Es un pasillo del citado hospital en el que se acumulan, como en un bodegón irracional, pacientes de distinta naturaleza, camas, sillas de ruedas, botellas de oxígeno, mostradores de no sabemos qué y personas. Con frecuencia, las camas ocupan lugares de paso, que imaginamos llenos de corrientes y de nubecillas de bacterias. Los enfermeros y los médicos trabajan como en uno de esos hospitales de campaña que vemos en las películas, donde las heridas se desinfectan con whisky y las piernas se amputan a destajo. No hay tiempo para la piedad ni para el contacto humano; a veces no hay tiempo ni para el diagnóstico, porque el personal y las camas se han reducido de manera drástica para pagar la indemnización del proyecto Castor, por poner un ejemplo. Las autoridades políticas, que están ya completamente extraviadas, locas, aseguran que se trata de una saturación estacional como si se tratara de un problema irresoluble. ¿Cómo creerán que lo hacen los hoteles, cuando llega la temporada alta, para no colocar a sus clientes en el cuarto de las fotocopias?
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