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Escuelas y barro en África

El desarrollo de África se ve frenado por la falta de educación y conocimientos arquitectónicos

Centro de Interpretación Mapungubwe (Sudáfrica), de Peter Rich.
Centro de Interpretación Mapungubwe (Sudáfrica), de Peter Rich. Robert Rich

El desarrollo de África se ve obstaculizado por la falta de educación y de conocimientos arquitectónicos. En la parte francófona de África Occidental solo hay una escuela de arquitectura, a la que pocos pueden permitirse el lujo de asistir. A esto hay que añadir que la mayor parte de los arquitectos africanos miran hacia Occidente buscando inspiración, o tienen clientes que les piden que imiten los diseños occidentales. Todo ello provoca que los edificios no estén bien adaptados al clima y a la cultura locales, y que dependan de las importaciones tanto para su construcción como para su posterior mantenimiento. Por una parte, África tiene una necesidad desesperada de dotaciones sociales, como las escuelas; por otra, debe construirlas con un tipo de arquitectura que tenga en cuenta el contexto sociocultural y económico de la región. Mi objetivo como arquitecto es dar respuesta a ambas necesidades.

 Nací en Gando, una aldea del este de Burkina Faso. Fui el primero de mi comunidad en ir a la escuela. Mi padre era el jefe de la aldea y necesitaba que alguien le leyese y escribiese las cartas. Una beca me llevó a Alemania, donde estudié arquitectura. Después de haber sido apoyado por mi comunidad, me sentía en deuda con ella. Estoy convencido además de que la educación es el primer paso para el desarrollo, pero sabía, por haber pasado por ellas de niño, lo mal diseñadas que en mi país están las escuelas. Con temperaturas diurnas que a menudo alcanzan los 40 grados, en aulas con más de cien alumnos, los edificios de hormigón armado se recalientan de un modo insoportable, y en ellos resulta prácticamente imposible concentrarse. El reto era encontrar una manera de construir una escuela para Primaria con un ambiente interior fresco, pero sin usar aire acondicionado y otras soluciones tecnológicas que son inasequibles y con un coste de mantenimiento prohibitivo. Intenté, por tanto, combinar los materiales y técnicas de construcción tradicionales con las ideas que había desarrollado durante mi periodo de formación como arquitecto, para producir una arquitectura que estuviera en sintonía con la cultura y el clima locales.

Con este fin, decidí levantar la escuela con tierra, que es el material de construcción local y es muy abundante en la zona. Las paredes de barro son duraderas, pero tienen que protegerse contra la lluvia. Esta es la razón por la cual cada clase de la escuela está levantada sobre una pequeña plataforma de piedra y cemento, y tiene una amplia cubierta formada por piezas de zinc. Muchas casas de Burkina Faso tienen cubiertas semejantes de chapa de zinc o de acero corrugado, que acumulan el calor del sol, convirtiendo el espacio interior en un lugar sofocante. Mi diseño evita este problema, porque la cubierta de zinc no está directamente encima de los espacios vivideros. El techo, que está hecho de barro, tiene unos agujeros que permiten evacuar el aire caliente. Por encima de este techo, una estructura de acero soporta la cubierta de zinc. Esta disposición permite que el aire circule entre el techo y la cubierta, reduciendo así la temperatura interior de las aulas entre 6 y 8 grados, sin necesidad de aire acondicionado o electricidad.

Esta escuela ganó en 2004 el Premio Aga Khan de Arquitectura; su diseño nos ha servido de inspiración, tanto a mi estudio en Berlín como a la comunidad de Gando –que ayudó a construir el edificio–, para llevar a cabo otros muchos proyectos. La escuela atrajo a tantos niños de los alrededores que pronto se quedó pequeña. Tuvimos que construir una ampliación, con nuevas aulas, una biblioteca, alojamiento para los maestros y una cooperativa para mujeres. En la actualidad se está construyendo ya la escuela de Secundaria.

Cuando empiezo a trabajar en un proyecto, no me propongo centrarme en su sostenibilidad; esta, más bien, surge de la manera en que las obras se acaban llevando a cabo. Cuando, en 2001, propuse construir la escuela con adobe, la comunidad reaccionó de un modo muy escéptico, pues prefería hacerla de una manera convencional, con hormigón armado, convencida de que un edificio de tierra no sobreviviría a la estación de lluvias. Con todo, construimos maquetas y conminamos a la gente de Gando a probar su resistencia y durabilidad, ganándonos así su confianza. La primera escuela de Primaria se terminó, así, en 2001, y todavía está en pie. Nunca ha necesitado mantenimiento de ningún tipo, y es el orgullo de su comunidad.

Se invitó a todo el mundo a participar en la construcción de la escuela. Formé a los artesanos locales, presenté mi diseño ante la comunidad y escuché sus preguntas y sugerencias. Los hombres construyeron los muros con adobe; las mujeres amasaron el barro; los niños trajeron piedras para los cimientos. De este manera, la comunidad adquirió las destrezas no solo para poder mantener después el edificio, sino también para aprender un oficio y para poder replicar el proyecto en otros lugares.

Los habitantes de Gando son extremadamente pobres; necesitan, de un modo desesperado, desarrollarse. Pero son también el mayor activo del país, la clave para la solución de sus propios problemas. Quieren formar parte del proceso de desarrollo de su país; no solo para implementarlo, sino, en primer lugar, para pensar las bases sobre las que va a llevarse a término. Su entusiasmo y su voluntad de participar son esenciales para la sostenibilidad del proyecto, y esto es lo que traté de aprovechar para la arquitectura.

La experiencia me ha enseñado que es imposible lograr un cambio si uno se queda sentado frente a una mesa, alejado de la gente que está tratando de ayudar. En culturas como la mía, en las que casi no hay acceso a la información, los objetivos solo pueden alcanzarse mediante el ejemplo, mostrando a la comunidad cómo la cooperación y el trabajo duro de sus miembros puede dar lugar a un proyecto exitoso. Por supuesto, no se trata de la manera más rápida, ni la más sencilla, pero es la única sostenible a largo plazo.

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