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ANÁLISIS / XAVIER VIDAL-FOLCH
Columna
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Por qué el gasto social subirá en España sí o sí

Será una dura pugna entre los náufragos del austeritarismo y la jabata de una frugalidad sensata

Xavier Vidal-Folch
La ministra de Economía, Nadia Calviño.
La ministra de Economía, Nadia Calviño. EFE
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El gasto público bajará en relación con el PIB este cuatrienio, pero su componente de gasto social subirá, prevé la Actualización del Programa de Estabilidad español, APE 2019-2022 presentado a Bruselas, como hemos destacado.

¿Por qué? ¿Por un capricho igualitarista del Gobierno? Una explicación se halla en su capitulillo titulado “Escenario a políticas constantes”, es decir, si nada cambiase, análisis que aumenta la transparencia del conjunto del ejercicio prospectivo.

Y si no se tocase nada, el déficit en 2022 sería de medio punto (40,2% de ingresos; 40,7% de gastos), en vez del proyectado equilibrio. Porque el grueso del gasto social viene casi obligado. Es de sí o sí.

En efecto, “existe un gran consenso” en el Pacto de Toledo para “retomar la revalorización de las pensiones con el IPC”, por lo que “se va a producir en cualquier escenario futuro”. Y además, la retribución de los funcionarios para 2020 está “amparada” por el acuerdo ya alcanzado “y es previsible que se mantenga una senda” parecida.

De modo que las únicas medidas variables (para cuadrar el equilibrio) provendrán del ingreso. Sobre todo, de los nuevos impuestos.

Pero también de la eliminación de algunas exenciones, sobre todo en Sociedades —los famosos agujeros del Emmental—, ya proyectadas.

Es una vía practicable, quizá más masivamente y en varias figuras impositivas, como el IRPF o el IVA. Así lo sugirió el martes, ante los empresarios familiares, el gobernador del Banco de España, Pablo Hernández de Cos: “La existencia de elevados beneficios fiscales en nuestro sistema impositivo, derivados de la presencia de numerosas exenciones, deducciones y tipos especiales reducidos, que generan pérdidas importantes de recaudación y distorsionan la eficiencia y la equidad del sistema”, ofrece “márgenes” para actuar, destacó.

Las previsiones del déficit han recibido ya una primera visión crítica —no demoledora, como dictan los talibanes de la caverna— a cargo de la Airef. Solo una, pues el examen de la Comisión aún no integra la promesa de nuevos ingresos impositivos por 5.654 millones para 2020.

La Autoridad Fiscal cree que el escenario macro del Gobierno es “prudente”. Pero que las previsiones de ingresos —que la APE no detalla más allá de 2.020— “serían optimistas”. Y pues, que al final del período, en 2022, en vez de equilibrio presupuestario seguiríamos en déficit. Del 0,6% del PIB: un cuarto del actual, pero déficit al cabo.

Esta va a ser una gran discusión en los próximos meses. Y conviene que se haga con seriedad para que se estire la manga lo indispensable (socialmente) pero no más que el brazo.

Ahora bien, el debate con Bruselas se centrará más sobre el déficit estructural que sobre el nominal, al haber pasado España del brazo correctivo al preventivo del procedimiento.

Y ahí se avecina una lucha técnica de titanes, entre los economistas de la Comisión y la que fue su más calificada técnica en materia presupuestaria, Nadia Calviño. El ajuste estructural se fija en relación con varios factores, entre ellos el output gap (brecha de producción: la diferencia entre el crecimiento actual y el máximo potencial, a plena capacidad, de la economía).

Pues lean: la APE desacraliza los cálculos tradicionales sobre el mismo; destaca cómo varían según sea el organismo que lo calcule (Comisión, OCDE, FMI); y subraya la volatilidad registrada por las previsiones de Bruselas en el pasado.

Será una dura pugna entre los náufragos del austeritarismo y la jabata de una frugalidad sensata. Vayan comprando billete de entrada al espectáculo de su propio bienestar futuro.

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