Los huevos españoles esquivan la crisis del pesticida
Los fuertes controles alejan de momento a los avicultores españoles del escándalo europeo de la contaminación con fipronil y el sector espera un aumento de la exportación
Nadie quiere llamar al desastre y cantar victoria antes de tiempo. Pero España se ha librado por el momento de la crisis de los huevos contaminados con fipronil que ha azotado a producciones de 17 países de Europa. No se han distribuido desde este país productos afectados y solo se han retirado dos partidas llegadas del extranjero —una en País Vasco y otra en Cataluña— que no se llegaron a comercializar. Los huevos españoles están por ahora fuera de sospecha. ¿Por qué? Avicultores y expertos coinciden en que hay controles exhaustivos internos en cada explotación y la Administración, que verifican durante todo el año la calidad y seguridad de los productos.
Granjas Redondo (en El Barraco, Ávila) es un productor de huevos algo especial. Aquí las gallinas escuchan ópera. Con música y espacio sabe mejor el huevo, consideran. “Así se acostumbran a la voz humana y las aves no se estresan cuando entran los granjeros”, explica César Redondo, uno de los propietarios de la empresa. Al margen de los cuidados extra que quiera aplicar cada explotación (como escuchar a Pavarotti a todo volumen), la realidad es que la producción de huevos en España es un sector con rigurosas normativas y controles sanitarios.
En el caso de los huevos ecológicos, por ejemplo, las gallinas tienen que disponer de cuatro metros cuadrados por cada una. Y ya sean gallinas ecológicas, de campo, de gallinero o de jaula, la fiscalización del uso de antibióticos o pesticidas es continua. De los 1.065 millones de docenas de huevos producidos en España en 2015, tan solo el 0,028% eran camperos, según datos del Ministerio de Agricultura, Pesca, Alimentación y Medio Ambiente. “A veces resulta un fastidio tanto control, pero en situaciones como esta se agradece, porque nos deja fuera de toda duda”, reconoce Redondo.
Medicamentos con receta
En el sector se compara a la Administración con las gallinas cluecas. Estas son las aves que por instinto maternal se quedan en el nido todo el día para proteger los huevos, sean o no suyos. Es decir, las instituciones públicas ejercen un control constante sobre los productos alimenticios que sirve como protección, en esta ocasión para los huevos.
Entre los filtros que existen, el primero es una fiscalización de los medicamentos que se utilizan en las granjas. “Cualquier medicamento necesita de una receta veterinaria y que se compre a un proveedor autorizado”, explica Hernando Sánchez, veterinario especializado en seguridad alimentaria y control de calidad. Además, se realizan controles analíticos aleatorios a las explotaciones. Como mínimo uno al año, aunque pueden ser más. “Se hacen análisis internos periódicamente del producto, del pienso, del agua y de los animales”, asegura Sánchez.
Pese a todo, en la opinión pública influye la crisis de los huevos contaminados. Y no solo en los países afectados, al menos 17 hasta ahora. También en el resto, como España, que cuenta con más de un millar de granjas y 40 millones de gallinas ponedoras. “El consumo se va a retraer, siempre ocurre cuando hay una alerta así”, dice Redondo.
Pero la bajada del consumo interno se compensará con más compras del exterior. Al evitar de momento que los huevos españoles estén bajo sospecha, se espera un aumento de las exportaciones para paliar el descenso de la oferta por el bloqueo de al menos 138 explotaciones en cuatro países. De los más de 1.000 millones de docenas de huevos que produce España, más del 20% ya se vende en el extranjero. A esto habrá que añadir un encarecimiento del producto. Al bajar la oferta más de lo que lo hará la demanda, el incremento está asegurado. “Ya ha subido 10 céntimos en la compra al por mayor y esperamos que suba otros 20 céntimos al menos”, afirma Redondo. Esto supone un aumento del 35%, que repercutirá en el precio final.
Pesticidas controlados
La crisis ha surgido al detectarse partidas de huevos contaminados con fipronil, un pesticida prohibido para desinsectar las aves de corral, pero aprobado para gatos y perros. Se trata de un insecticida de amplio espectro que ataca el sistema nervioso central de los insectos. “Su uso está prohibido en animales que vayan a acabar en la cadena alimenticia”, destaca Sánchez, especialista en seguridad alimentaria y control de calidad. El consumo de un producto contaminado puede causar náuseas, dolores de cabeza y estómago, aunque solo si se consume en grandes cantidades. En casos graves (poco habituales y menos con cantidades tan bajas de contaminación), podría dañar el hígado, riñón y tiroides.
“En España tenemos una tranquilidad relativa de que no ocurra esto. Lo grave en Holanda es que circulaba un producto no permitido. Es importante localizar de dónde ha salido”, afirma Sánchez. Además, para que se haya dado la contaminación, se ha debido de limpiar las granjas con las aves en su interior.
El sector español, por esa parte, también respira tranquilo. En la limpieza de las granjas se evita el uso de este tipo de productos por el riesgo que conlleva. “Paralizar y tirar la producción diaria supone unos costes muy elevados. Lo mejor es limpiar a diario y no usar productos nocivos”, dice Redondo. La desinfección total, en la mayoría de la cabaña española, se realiza cada 18 y 24 meses, en el plazo en el que se cambian las gallinas ponedoras, para que no entren en contacto con este tipo de productos más fuertes que los usados en la limpieza diaria.
Italia detecta fipronil en dos explotaciones
El ministerio de Sanidad italiano, según EFE, informó ayer de que ha detectado dos casos de huevos contaminados con el pesticida fipronil tras analizar 114 muestras. Aseguró que el Gobierno ha procedido a realizar mayores verificaciones y estudia las medidas que adoptar. Roma no especifica el lugar de dónde proceden las muestras contaminadas o su origen. El comunicado oficial sí dice que los controles donde han encontrado las muestras positivas se realizaron la pasada semana sobre huevos, productos derivados y alimentos que lo contienen tanto de procedencia extranjera como nacional.
En las últimas semanas se detectaron huevos contaminados con fipronil en 17 países europeos, así como en Hong Kong. Italia ya aparecía en la lista de países que habían podido recibir huevos contaminados por este insecticida no permitido por la normativa sanitaria europea. El pasado jueves Francia retiró bollos y gofres de los supermercados procedentes de Holanda y Bélgica por tener huevo contaminado.
Huevos, la etiqueta más completa
El huevo es uno de los productos alimentarios frescos sobre los que existe la normativa más completa en el etiquetado para informar al consumidor sobre la calidad, origen y la comercialización de lo que está adquiriendo, de acuerdo con la política de trazabilidad reglamentada por la Unión Europea. A diferencia de otros productos como el aceite o la miel, donde es posible su comercialización indicando solo que se trata de un producto comunitario, en el caso de los huevos las normas sobre etiquetado obligan a señalar el país de producción.
En los huevos envasados, la etiqueta debe ofrecer datos sobre la fecha, el día y el mes de su consumo preferente. No es obligatorio poner la fecha de puesta. Se debe indicar asimismo su clase, según peso: XL, los más grandes con 73 o más gramos; L, grandes de entre 63 y 73 gramos; M, medianos de entre 53 y 63 gramos y S o pequeños de menos de 53 gramos. La empresa que los haya embalado o comercializado debe indicar el código del centro de embalaje, la forma de cría de las gallinas (ecológicas, de campo, de gallinero o de jaula) y la categoría de su frescura.
Estas mismas informaciones se deben cumplir en la venta de huevos a granel. Un huevo se considera fresco siempre que se haya mantenido en las debidas condiciones sin cambios bruscos de temperatura y en el frigorífico después de la compra, hasta los 28 días después de su puesta.
Junto a la información de la etiqueta del envase, cada huevo lleva impreso su propio código. Los huevos ecológicos inician su código con un cero. Los producidos por gallinas criadas en campo abierto, con un uno. Las criadas en gallinero, en el suelo, con un dos y las criadas en jaula con un tres. A partir de ese número, figura la sigla del país productor, ES en el caso de España, y seguidamente el código de la provincia, el municipio y la identificación de la granja.
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