La chica más deseada del baile
"Si gana Obama, se oirán los gritos de alegría y las canciones desde el otro lado del Atlántico", declara Meryl Streep antes de recibir el Premio Donostia
Jonathan Demme dijo: "Dirigir a Meryl Streep es como hacer un documental. Nunca sabes qué puede pasar. Tiene una imaginación ilimitada". Y el director se quedó corto. La actriz, también conocida como "esa gran actriz", 14 veces nominada al Oscar, recogió ayer el Premio Donostia. Y se mostró imprevisible, sí. Incluso más de lo que había advertido el presidente del jurado del Festival de San Sebastián. En apenas una hora de encuentro con la prensa, Meryl Streep consiguió enamorar a la abarrotada sala. Los asistentes podían estar rendidos de antemano. Pero desconocían tanta brillantez, sentido del humor y facilidad para la carcajada propia y ajena.
Guapa, con unas gafas de montura negra, el pelo recogido, y vestida en tonos grises, Meryl Streep habló de sus sueños de niña -"yo siempre quise ser traductora en la ONU"-, de su "afortunada" falta de estrategia en su carrera, de su firme decisión de hacer sólo las cosas que merecen la pena y de su afán de "recopilar experiencias para devolverlas al mundo".
"Hoy, la industria del cine al fin está interesada en gente de mi edad"
Cree que una de sus armas secretas como intérprete, desde su primera vez (el filme Julia, en 1977) ha sido mantenerse al margen de la producción y por ello estar siempre a expensas de los guiones que recibe. "Soy como la chica que espera que la saquen a bailar". Y vaya si ha bailado. Con los más grandes. "Cuando me presento a la prensa, tengo que repasar mi currículo y pienso: 'Dios mío, qué desfile de mujeres interesantes". "Yo todavía no he acabado, cariño", contestó a una periodista, cuando se le planteó el final. "Cuando cumplí los 40 años le dije a mi marido que ya podíamos pensar en vivir fuera de Nueva York porque pensaba que estaba llegando la hora de jubilarme, pero creo que, en estos momentos, la industria cinematográfica, en la que abundan las mujeres, está al fin más interesada en gente de mi edad".
Madre de cuatro hijos y casada con el escultor Donald Gummer, en los planes de Meryl Streep no entra de momento convertirse en directora, aunque, con una gran sonrisa, ironizó: "La mayoría de los realizadores con los que he trabajado dirían que ya he dirigido antes, porque la verdad me gusta formar parte de todo el proceso creativo y expresar claramente mis ideas".
La intérprete, poseedora de dos Oscar -Kramer contra Kramer y La decisión de Sophie-, se considera, acaso sin empacho, una mujer afortunada, pese a que lamenta el marketing que rodea a las producciones cinematográficas actuales, así como la excesiva presión del tiempo y el dinero. "Recuerdo cuando rodamos Memorias de África. Estuvimos seis meses en Kenia y pudimos vivir y realizar lo que yo considero es una de las últimas películas épicas que se han rodado. Ya no se hacen rodajes así", se lamentó.
Poco amiga de callarse nada, no ocultó ayer preferencias políticas y soltó un alarido de satisfacción al pensar en alto que los demócratas puedan ganar las elecciones presidenciales de Estados Unidos. "Si gana Obama, se oirán los gritos de alegría y las canciones desde el otro lado del Atlántico". ¿Y si es McCain? "Buscaría piso en San Sebastián".
"Robert de Niro me insistía en que tenía que venir a San Sebastián. 'Tienes que ir, tienes que ir, te vas a encontrar a la mejor gente", dijo imitando divertida la voz del actor norteamericano. "Es verdad, nunca antes había encontrado tanta hospitalidad". Y entonces quedó claro que, una vez más, es la chica más deseada del baile.
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.