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Columna
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La dualidad del pensamiento

José María Ridao

Los ensayos de Giovanni Sartori sobre la influencia de los medios de comunicación en la vida social, y en particular en los procesos de representación democrática, se han convertido en una referencia inexcusable a la hora de analizar los riesgos que conlleva el desproporcionado prestigio de la imagen. Escritos con la deliberada intención de suscitar polémica, quizá como un intento de reivindicar el valor de la razón y sus instrumentos frente a la emoción que invoca el vasto universo audiovisual de nuestros días, trabajos como Homo videns, la sociedad teledirigida, le han proporcionado un reconocimiento y un prestigio que desbordan, con mucho, el círculo académico del que procede. Para Sartori y, a partir de él, para buena parte de los autores consagrados a las ciencias sociales, no sólo la educación o la política han sido alteradas por la omnipresencia de la televisión, sino también la manera en que el individuo se relaciona con el mundo. La formación de conceptos se ve sustituida por la pasiva percepción de imágenes efímeras e inconexas, a las que, por otra parte, se dota de una incontestable autoridad y con las que resulta imposible establecer ninguna interacción, ningún diálogo.

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Sartori, el lúcido teórico de la democracia

En los últimos años, las reflexiones de Sartori se han dirigido preferentemente hacia el ámbito de la inmigración y la subsiguiente necesidad de que las instituciones democráticas gestionen sociedades cada vez más populosas y más heterogéneas. Como en el caso de sus trabajos sobre la influencia de la imagen, el propósito de polemizar, de estimular la controversia, ha sido expreso. Pero, a diferencia de lo ocurrido con sus obras anteriores, La sociedad multicultural y La tierra explota no han logrado un acuerdo mayoritario. Para sus partidarios, Sartori ha tenido el valor de expresar ideas consideradas tabú; ha sido un "intelectual valiente", no tanto en el sentido de contestar las actitudes del poder frente a los inmigrantes, como en el de decir sobre ellos lo que muchos europeos piensan pero no se atreven a manifestar. Para sus críticos, en cambio, Sartori ha partido de una crítica acertada al multiculturalismo, a sus políticas de reconocimiento, para acabar sucumbiendo a ellas. Así, cuando sostiene en La sociedad multicultural que "el cómo de la integración depende del quién del integrado" no estaría haciendo otra cosa que proponer unas políticas de reconocimiento diferentes a las que defienden los multiculturalistas, pero, al fin y al cabo, unas políticas de reconocimiento.

Contemplando el conjunto de su evolución intelectual, podría decirse que Giovanni Sartori ha colocado al pensamiento político europeo ante una disyuntiva sin resolver desde, al menos, los tiempos de Tocqueville. Las observaciones del autor de La democracia en América resultaron decisivas para construir y profundizar los regímenes democráticos que existen en el Viejo Continente; escribiendo sobre el colonialismo francés demostró, sin embargo, que establecía límites muy precisos para el reconocimiento de libertades y derechos individuales. Los trabajos de Sartori sobre la inmigración y los inmigrantes, posteriores a su extraordinaria aportación sobre los riesgos del sistema democrático en contacto con el universo audiovisual, han suscitado la duda de si Sartori ha pretendido cancelar o reafirmar, suavizándola, esa misma dualidad.

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