Sueños reparadores
Durante los últimos 40 años, el tiempo de sueño medio de población ha disminuido entre una y dos horas. La proporción de adultos que duermen menos de siete horas se ha duplicado desde los años sesenta, aumentando del 16% al 37%. Los investigadores se plantean ahora si es posible que esta disminución de sueño tenga alguna relación con la epidemia de obesidad que nos invade. Se han realizado dos estudios sobre este tema. En uno de ellos han observado el comportamiento de 12 individuos tras dos días de privación de sueño y otros dos de aumento del tiempo de sueño. Los resultados demostraron que durante el periodo de privación de sueño disminuyeron los niveles de leptina -una hormona liberada por el tejido adiposo que reduce el apetito- y aumentaron los de ghrelina -un potente estimulante del apetito liberado por el estómago-. Estos cambios aumentan la sensación de hambre, y posiblemente pueden inducir, cuando se producen de forma continuada, un aumento del peso corporal.
Dieta, ejercicio y dormir bien.
En el otro estudio han participado más de 1.000 voluntarios. Además de los correspondientes análisis de sangre, se les realizó un estudio del sueño. Se descubrió que las personas que dormían menos de ocho horas tenían un mayor grado de obesidad, y que este aumento de peso era proporcional a la disminución del tiempo de sueño. Además, el dormir poco se asociaba a niveles de leptina más bajos y de ghrelina más elevados. Una duración del sueño inferior a 7,7 horas es el punto de corte para que se produjera un aumento de la grasa corporal en los voluntarios. Por el momento no se ha estudiado cómo afectaría a la ingesta la españolísima siesta.
A pesar de lo llamativo de los resultados, son necesarios estudios en grandes grupos para determinar si dichos cambios afectan a toda la población. Si esto se confirmase, los nutricionistas deberíamos recomendar dormir lo suficiente, además de seguir una dieta adecuada y realizar una actividad física acorde con la edad del paciente, ya que dormir más de 7,7 horas contribuiría a mantener en forma a los adultos y a evitar la obesidad.
Listos y altos. Parece demostrado que dormir bien y suficiente es saludable. No sólo para estar más despierto y tener un mejor funcionamiento cerebral. También porque tiene un importante papel en el balance energético, como parecen demostrar los dos estudios anteriores. Otras investigaciones realizadas en animales recogen que la escasez de comida o el ayuno aumentan el tiempo de sueño. Y al contrario: la privación total de sueño genera un incremento de la ingesta, que se denomina hiperfagia. Ahora se sabe, además, que durante el sueño aumentan los picos de secreción de la hormona del crecimiento.
Pilar Riobó es jefa asociada de endocrinología y nutrición de la Fundación Jiménez Díaz de Madrid.
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