La indiferencia gana las elecciones
Los europeos eligen a sus representantes en el Parlamento con la abstención más alta de la historia
Votos de castigo contra los partidos en el poder en Francia, Alemania, Italia y Portugal
Sólo el 44,2 % de los electores de la Unión Europea ejerció su derecho al voto
El reparto de poder entre los 732 eurodiputados del nuevo Parlamento no cambia sustancialmente con respecto al saliente. Las proyecciones ofrecidas por el presidente de la Eurocámara, Pat Cox, daban al Partido Popular Europeo 269 escaños (233 en los comicios de 1999, cuando el Parlamento contaba con 626 sitios), lo que le permitirá seguir siendo el grupo mayoritario, seguido de Partido Socialista Europa con 199 (180). Los liberales continuarán como tercera fuerza con 66 (50), seguidos de los verdes con 39 (48).
Los euroescépticos del EDD lograron 18 (16), mientras los nacionalistas de derechas del UEN se quedaron con 26 representantes (30 en 1999). Los catalogados como Otros eran 76, de donde podían salir sensibles refuerzos para los euroescépticos.
Los datos de abstención en estos comicios europeos superaron todas las expectativas, pues con un 44,2%, la participación se precipitó cinco puntos por debajo de la registrada en las elecciones de 1999, cuando por primera vez no se alcanzó el 50% en unas euroelecciones. Como un jarro de agua fría cayó el dato de que sólo el 26% de los electores de los diez nuevos países de la Unión Europea habían considerado necesario acudir a las urnas. Apenas Chipre y Malta rompieron el maridaje de los nuevos comunitarios con el desinterés electoral. En Eslovenia, de reconocida filia por la UE, la junta electoral central tuvo que reconocer a media mañana que nunca desde la independencia de 1991 había habido tan escasa participación en una consulta electoral. Eslovaquia batió a todos en apatía, con el 20% de participación, seguida muy de cerca por Polonia, el mayor país de los nuevos, que se quedó en el 20,7%.
Las justificaciones de los ciudadanos para no acudir a la cita iban desde el desconocimiento de la función de la Eurocámara, expresada incluso por vecinos de Bruselas, una de las sedes de la Cámara, hasta al hastío ante la clase política manifestado por ciudadanos de los países del este y centro de Europa.
Como era de esperar, la incuestionable vertiente doméstica de la consulta, pese a su intención europea, se tradujo en un voto de castigo a los partidos gobernantes, como ya adelantaron los británicos el jueves con Tony Blair. Ayer se supo que el UKIP, partido que aboga por la salida del Reino Unido de la Unión, había registrado un significativo aumento e iba a estar fuertemente representado en la Cámara de Estrasburgo.
El Partido Socialdemócrata del canciller Gerhard Schröder sufrió un severo correctivo electoral a manos de un electorado que se resiste a sus reformas y no ve una salida clara a la crisis económica y al paro. La consecuencia inmediata es que la oposición democristiana logra 49 de los 99 euroescaños alemanes, el doble que los socialdemócratas, y refuerza al grupo popular europeo, que seguirá siendo el más numeroso de la Eurocámara. Los liberales germanos, también en la oposición, vuelven al Parlamento Europeo por primera vez desde 1989 como partido independiente y con siete escaños en vigor al grupo liberal, el tercero en liza en la Asamblea europea.
Los electores franceses reiteraron su desafección con el Gobierno de Jacques Chirac, expresada por primera vez en las regionales de marzo. En Austria, el partido extremista de Jörg Haider perdió tres de cada cuatro de sus antiguos electores y cedió cuatro de sus cinco eurodiputados. En Dinamarca los votantes sancionaron al Gobierno conservador en beneficios de los socialdemócratas y sorprendieron al dejar al borde de la extinción a los euroescépticos, que sólo tendrán una voz en la Eurocámara, de acuerdo a las primeras proyecciones.
La idea del ajuste de cuentas con el Gobierno sirvió a la causa euroescéptica en la República Checa. Sólo el 29% de los checos acudió a las urnas (frente al 55% en el referéndum de adhesión a la UE del año pasado), en perfecta armonía con el promedio de la región, para sancionar al Ejecutivo y abrazar a los Demócratas Civicos del presidente Václav Klaus, quien mantiene que una cosa es Europa, que él defiende, y otra la UE, que presenta como un monstruo intervencionista manejado por burócratas anónimos.
La Unión Europea vista como una amenaza para la soberanía nacional unida a la abstención debía dar alas a los partidos euroescépticos. Los datos de Polonia no se conocerán hasta hoy, pero todo apuntaba a un espléndido resultado para el populista Andrzej Lepper, cabeza del partido Autodefensa, que se ha lanzado a la yugular del establishment político acusándole de vender los intereses nacionales a cambio de entrar en la UE, propuesta recibida con eco favorable por una población que soporta un 20% de paro y no ve perspectivas inmediatas de mejora.
En una atmósfera de incuestionable decepción por la escasa participación y el ascenso de los anti sistema, el presidente de la Eurocámara, Pat Cox, intentó ofrecer un ángulo positivo, al contabilizar que no más del 15% de los escaños serán ocupados por euroscépticos y extrema derecha. "Pero sólo el 15%", subrayó, después de indicar que entre el 85% y el 90% corresponderán a políticos que creen en las instituciones europeas. Para Cox, la abstención en el Este fue fruto de la movilización registrada para sacar el sí a los referendos de adhesión; pero no ocultó su preocupación: "Me inquietan los resultados obtenidos, no son muy satisfactorios. Los jefes de Gobierno tienen que hacer un gran esfuerzo de responsabilidad para vender el europeísmo".
Los jefes de los distintos grupos parlamentarios no compartieron tales criterios y todos expresaron su preocupación por los resultados y llamaron a un debate en profundidad en toda Europa para explicar a los ciudadanos lo que significa la Unión Europea.
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