Verdadero punto final
El presidente argentino, Néstor Kirchner, tiene el sentido de la oportunidad, del gesto, del momento. En el 28º aniversario del infausto golpe militar que llevó al poder a una Junta Militar de miserables ínfulas, se ha dirigido a las Fuerzas Armadas para exigir que "nunca más" atenten contra el orden constitucional. Al mismo tiempo, quiso pedir perdón a las víctimas de la dictadura -¿25.000, 30.000?- "por haber callado durante 20 años de democracia tantas atrocidades".
El colofón de todo ello es que el edificio de la Escuela Mecánica de la Armada, en la que se torturó hasta la muerte y siempre hasta la humillación a millares de ciudadanos argentinos, se va a convertir en un Museo de la Memoria. Lo que la democracia del país hermano nos está diciendo es que el perdón es posible, pero también que el olvido no deberá volver a presidir la vida del país. Los pueblos con memoria recuerdan sus errores para no repetirlos jamás, y condenarlos siempre.
Los actos de desagravio tuvieron una especial encarnación catártica en la ceremonia en la que, en presencia del presidente y de la plana mayor castrense, el comandante en jefe del Ejército, Roberto Bendini, descolgó de una pared del Colegio Militar los retratos de los generales golpistas Videla y Bignone, residuo imperdonable de tantas inercias y miedos, que habían sido directores de la institución. Cuatro generales pasaron a retiro voluntario por la audacia presidencial. Bien está que cedan un mando que no podían ejercer con honor.
La transición política argentina quiso cerrar las heridas de la dictadura con una ley que llamó del punto final, por la que una gran parte de verdugos fueron exonerados de su trágica culpa. Si eso pudo tener sentido en su momento, un presidente argentino es hoy el que ha puesto el verdadero punto final a la barbarie y al olvido diciendo nunca más.
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