Secretos de la vid

Lo que más sorprende al viajero que visita los campos donde se planta la vid son las diferentes formas que éstas adquieren. La vid se compone de dos partes: la enterrada, también llamada portainjerto, barbados o vid americana, por corresponder a especies que resisten el ataque de la filoxera -parásito que ataca las raíces de la vid-, sobre la cual se injertan nuestras variedades productivas y de calidad. Los portainjertos más usados en nuestro entorno son la riedter-110, la ruggeri y la 41-B de millardet entre otras.

La parte aérea es la que vemos al pasear entre viñedos y su infinidad de clases (tempranillo, merlot, garnacha,...) pertenecen a la especie vitis vinifera. Su forma de plantación es lo que varía entre viñedos y regiones. Es lo que se llama "sistema de conducción del viñedo" y lo conforman el número de cepas plantadas por hectárea, el marco de plantación, que es la distancia que guardan entre sí las cepas, la altura del tronco y el tipo de poda.

La conducción del viñedo busca el equilibrio de la planta adaptándose al terreno para lograr la máxima calidad, aunque algunos confundan el término y lo que busquen sea la mayor cantidad.

Históricamente, en Rioja el número de cepas plantadas por hectárea se situaba en torno a las 3.000. Últimamente está subiendo, aunque sin llegar a las 4.500 cepas por hectárea que se plantan en ciertas zonas de Francia. El marco de plantación que antiguamente se usaba era el llamado marco real de dos por dos metros entre cepas. Ahora, para poder trabajar mecánicamente en las viñas, se están alejando las hileras hasta 2,9 metros y juntando las cepas dentro de cada fila a 1,10 metros.

En cuanto a la poda, su objetivo es reducir el número de yemas, y por tanto de racimos, a la vez que se conforma el aspecto de la cepa. El hombre ha empleado históricamente la poda en vaso, en la que la vid forma un arbusto bajo el que los racimos se protegen del excesivo calor y la altura del tronco llega a alcanzar 50 centímetros. Esta poda en vaso tan común en Rioja está perdiendo protagonismo hacia nuevas formas de conducción del viñedo apoyadas en espalderas.

La conducción más empleada suele ser la Gugot doble, que conforman dos brazos a partir de los cuales crecerán los brotes que soporten los futuros racimos, seleccionando en la poda los nuevos sarmientos para el próximo año. En los últimos tiempos, han surgido formas revolucionarias de conducción del viñedo que más parecen obras maestras de la arquitectura, como la Scott Henry, en que la mitad de los brotes se conducen hacia arriba y la otra mitad hacia abajo, dando lugar a mayores producciones y alcanzando buenos niveles de maduración, o la Doble Cortina de Geneva, un sistema de conducción en cordón con la madera dividida horizontalmente, del cual cuelgan los brotes hacia abajo.

Sistemas de conducción todos válidos, pero que el viticultor-elaborador debe imponer tras analizar el terreno, el clima y tener claro a qué segmento del vino se dirige, al de cantidad o al de calidad.