Otro plan pacato
El Gobierno se queda corto una vez más en sus proyectos para promover el incremento del gasto en investigación y desarrollo (I+D), uno de los motores básicos de un crecimiento económico a medio y largo plazo que sea sano y sólido. El nuevo Plan Nacional de Investigación, Desarrollo e Innovación 2004-2007, presentado el viernes, prevé destinar el 1,10% del PIB a I+D en 2004, el 1,22% en 2005 y llegar al 1,4% en 2007. Es un objetivo modestísimo si se tiene en cuenta que los grandes países europeos como Alemania y Francia destinaban ya a ese objetivo más del 2% de su PIB en 2001 y que la media de la UE en ese año se situaba en el 1,93%. España y Portugal fueron en ese ejercicio, y siguen siéndolo, los farolillos rojos de la Unión.
Pero, además, hay razones para el escepticismo. Incluso, siendo tan modestos, es dudoso que este plan alcance sus objetivos. El precedente es descorazonador: hace tres años el Gobierno presentó un plan destinado a que España alcanzara el 1,3% del PIB en gasto de I+D en 2003. El año está a punto de terminar y ni con el espectacular aumento de fondos para gastos militares se ha conseguido llegar al 1%. La contradicción entre el discurso oficial y la realidad es absoluta, y, cuando la oposición socialista lo subraya, el Gobierno se sale con declaraciones arrogantes.
El Ministerio de Ciencia y Tecnología es uno de los más profundos fracasos del periodo de Aznar. Tampoco ha cumplido el plan que pretendía dar un gran impulso a la utilización de las tecnologías de la información en hogares, escuelas y centros de trabajo. Para el porvenir de España, para que nuestro país no dependa sólo del ladrillo y la paella, es clave un esfuerzo en materia de I+D. Los países que a ello se aplican son los que de veras cuentan y contarán en el siglo XXI. El crecimiento económico español de estos años hubiera permitido acercar nuestra situación a la media de la Unión Europea, pero no ha sido así. La autosatisfacción gubernamental contrasta con la persistencia de ese espíritu de que inventen ellos. Sin una verdadera política científica y tecnológica, nuestro país seguirá siendo un segundón.
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