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"Arafat ha vendido a los 13 de Belén"

Los familiares de los palestinos deportados a países de Europa denuncian su situación

Belén tardará en cicatrizar sus heridas. Diez días después de que finalizara la cuarta y última ofensiva israelí sobre la ciudad y que un complicado pacto pusiera fin a 39 días de asedio a la basílica de la Natividad, los familiares de los 13 deportados a Chipre denuncian la situación en que se encuentran los desterrados y acusan al presidente palestino, Yasir Arafat, de 'haberlos vendido' a Israel, en un acuerdo que ellos se niegan a aceptar y que aseguran que les fue 'impuesto'. Muchos temen que el alejamiento se prolongue durante dos o tres años, 'como mínimo'.

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'Ésta es su tierra. Ésta es su patria. Ésta es su ciudad. Tienen que volver aquí lo antes posible. Nuestra familia vive aquí desde hace más de 5.000 años. Las deportaciones son ilegales. Yasir Arafat los ha vendido a Israel', se lamentaban ayer los familiares de Ibrahim Musa Abayat, de 28 años, líder de las Brigadas de los Mártires de Al Aqsa en Belén, uno de los 13 deportados que ayer se encontraban todavía en Chipre esperando un destino definitivo en algún país de Europa.

Los lamentos de los Abayat, uno de los clanes más numerosos y compactos del sur de Cisjordania, compuesto por 15.000 personas, resuenan en el centro de una plaza vacía, la del Pesebre de Belén, frente a la basílica de la Natividad, bajo una carpa de lona blanca, en la que desde hace varios días se concentran los familiares de los expulsados a Chipre.

'Estaríamos de acuerdo si se tratara de un alejamiento provisional de dos o tres meses como máximo, pero nos tememos que sea para muchos años, dos o tres como mínimo', continúan los miembros de la familia Abayat, mientras recalcan que su clan ha pagado un precio muy alto, 'demasiado alto', en esta Intifada. No menos de treinta de sus miembros ha muerto bajo los disparos del Ejército israelí.

Un experto artillero

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Para los Abayat su lista de mártires la encabeza el primo Husein, la primera víctima de la guerra sucia, abatido por un misil disparado desde un helicóptero de combate israelí, en una operación que costó la vida a otros tres de sus familiares. Ahora le ha tocado el turno a Ibrahim Musa, panadero de profesión, soltero sin compromiso, al que los israelíes acusan de ser no sólo un líder de las Brigadas de Al Aqsa, sino también un experto artillero, responsable de la batería de morteros que periódicamente disparaba contra el asentamiento cercano de Gilo, a las puertas de Jerusalén.

'Sólo sabemos que es un resistente, un patriota, un combatiente', insisten los familiares de Abayat, mientras tratan de negar las supuestas implicaciones de Ibrahim en la muerte de tres israelíes o en la de un coronel del Shin Beth (los servicios secretos interiores de Israel) especialista en el reclutamiento de colaboradores palestinos contra el que disparó entre las sombras de un olivar después de haberlo engañado para que acudiera a la cita.

Pero los Abayat no son los únicos. Se quejan también de la situación los familiares de Yihad Jaara, los de Jaled Abu Nejmeh, los de Jalil Abdallah, los de Ahmad Hamamra, o los de Aziz Jubrane, así hasta un total de 13 deportados. Se lamentan en esta misma línea la mayor parte de los habitantes de Belén, que hace una semana optaron por recibir con frialdad y distancia al presidente Yasir Arafat en su primera visita a la ciudad tras el fin de su encierro en Ramala.

Los lamentos amenazan con ahogar la ciudad. Como si se resistieran a despertarse de la pesadilla, la mayoría de las tiendas permanecen cerradas y las calles prácticamente vacías. La población trata de sobrevivir por encima del miedo, rodeada día y noche por un cinturón de tropas y tanques israelíes. Los controles militares para entrar y salir de la zona son más estrictos que nunca. Jerusalén queda ahora a dos horas de Belén, cuando en realidad y sobre el mapa la distancia es apenas de una decena de kilómetros. La estrella de Navidad está aún secuestrada.

Tres de los palestinos deportados a Chipre, en su hotel de Larnaca, ayer.
Tres de los palestinos deportados a Chipre, en su hotel de Larnaca, ayer.AP

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