Oona Chaplin: “Le conté a James Cameron que vivía en una cabaña en los árboles y que estaba iniciando un proyecto de permacultura con una amiga”
La actriz regresa al cine con ‘Avatar: Fuego y ceniza’, encarnando a una líder tan indómita como su carrera


Lo que terminó por unir a Oona Chaplin (Madrid, 39 años) y a James Cameron fue algo muy distinto al brillo de los estrenos, las alfombras rojas o la maquinaria que rodea a una superproducción como Avatar. O quizá no tanto, si se tiene en cuenta el mensaje inequívocamente ecologista de la saga más taquillera de la historia del cine. “Hablamos como 40 minutos sobre la tierra”, recuerda la actriz española por videollamada. “Le conté que vivía en una cabaña en los árboles y que estaba iniciando un proyecto de permacultura con una amiga. Hablamos de alfalfa, del potasio del suelo, de cultivos orgánicos y biodinámicos… Él está muy metido en todo eso”. Unos meses después, el papel por el que se había dejado la vida durante el proceso de casting —la temible líder de la tribu que desafía al clan protagonista en Avatar: Fuego y ceniza— era suyo. Difícil incluso para uno de los cineastas más admirados del mundo no dejarse seducir por la combinación de talento, determinación y magnetismo de una actriz que, tras triunfar en Juego de tronos, eligió apartarse del ruido para dedicarse a su búsqueda personal —es madre de una niña de dos años— e intelectual. Ahora regresa con la serenidad de quien ha vivido otras vidas, y heredado otras tantas, dispuesta a encarnar a una villana que haga historia.

Pregunta. Hace unos años que no da entrevistas en medios españoles, así que le hemos perdido un poco la pista. ¿Cómo está?
Respuesta. Muy bien. He tenido una hija y he estado en modo madre total; paso todos los días con ella. Vivimos en el campo, en una comunidad que hemos creado con amigos. Hay muchos niños corriendo por ahí y tenemos pollos, gallinas… Teníamos corderos, pero un puma se los comió [ríe]. Mi vida ahora es como un cuento de hadas. Me siento en paz y lista para volver a trabajar después de tres años. Qué lujo que mi regreso sea Avatar.
P. Déjeme preguntarle también por su madre, Geraldine, tan querida en nuestra industria.
R. Está bien. Desde la época de la covid se volvió más tranquila, más interna. Un día dijo que ya no quería trabajar más, aunque con mi madre nunca se sabe. Es impredecible y única. Ahora está cuidándose, caminando, junto a mi padre y en paz.
P. Hablemos de Avatar: Fuego y ceniza. ¿Cómo se une alguien a una producción tan gigantesca como esta?
R. Fue uno de los momentos más grandes de mi vida. Era 2017 y acababa de estar en Cuba con amigos, construyendo una cabaña en los árboles, en la selva. Recuerdo que pensaba: “Esto es lo que quiero hacer desde ahora: vivir en el campo, sola, me da igual todo lo demás”. Pero surgió la oportunidad de conocer a la directora de casting de Avatar y pensé que sería una buena excusa para salir de la cabaña [ríe]. Me identifiqué con mi personaje porque entonces estaba muy conectada con las injusticias del mundo, sentía mucha rabia. Conocí a James Cameron y, aunque intimida, desprende una pasión contagiosa. Es un héroe, un genio que me hizo sentirme capaz y apoyada. Me dije: “Aquí no hay vergüenza ni segundas oportunidades. Lo doy todo y que sea lo que tenga que ser”.
P. Tras dos películas que están entre las más taquilleras de la historia, ¿sentía que se subía a un tren ya en marcha?
R. Exacto. Fue muy fácil entrar en una dinámica ya establecida. Había una forma de trabajar muy sólida, un ambiente de apoyo, cariño y cuidado. La historia, los artistas, el equipo… Todo tenía una calidad increíble. Es otro nivel: miles de personas, genios en lo suyo, dándolo todo cada día. Es realmente impresionante.

P. En ese plató enorme, con cientos de cámaras y registros de cada movimiento, ¿cuál es el mayor reto para una actriz?
R. La experiencia cambia por completo porque tu cuerpo es registrado desde todos los ángulos, estás en un primer plano constante. Ninguna de las preocupaciones habituales del rodaje —la luz, el pelo, el plano— importa. Solo existe el actor, su imaginación y la verdad del momento. No había sentido esa libertad desde el teatro. James es un maestro y usa su poder de forma muy generosa: te dice “estás en el patio, juega, crea”. Lo más difícil fue convencerme de que podía habitar a esa bestia de mujer y convencer al público de que tenía dentro de mí la fuerza para ser una líder.
P. Interpreta a Varang, la antagonista del filme. Es una joven reina para su tribu, pero también un personaje marcado por el trauma.
R. Varang es el ejemplo perfecto de que la gente que siente dolor causa dolor. Su pueblo sufrió una gran devastación, se sintieron abandonados, y ella supo canalizar esa desesperanza y convertirla en combustible. Son casi invencibles porque el dolor, cuando se siente de verdad, es un sentimiento muy potente. Eso también se refleja en el mundo de hoy. Hay víctimas muy enfadadas que han convertido su furia legítima en algo destructivo; hay víctimas que están causando daño por no haber sanado su propio dolor. Yo soy más tranquila, más de pedir perdón, así que tuve que encender ese fuego dentro de mí.
P. ¿Se ha quedado con algo de esa fuerza del personaje?
R. Me ha cambiado. Ahora siento que puedo ocupar más espacio, dentro y fuera de mí. Curiosamente, eso también es un acto de generosidad: cuando tú te sientes cómoda, los demás también se sienten cómodos. Me ha enseñado el poder de la convicción. Ella, aunque esté torcida, sabe quién es, no tiene dudas. Esa certeza me ha inspirado y la estoy practicando en mi mente y en mi espíritu. Estoy creciendo hacia ese lugar.
P. Hace años decía que lo único que quería era “un poco menos de caos en el mundo”. ¿Sigue anhelando eso?
R. He dejado de querer menos caos, porque el caos está vivo y está pasando por algo. Toda la conmoción que vemos —este nivel de discordia, de confusión, de gente que no se escucha— es completamente necesaria para el momento presente. Está pasando en todo el mundo, y por algo. Así que estoy aprendiendo a escuchar y a hacerme responsable de lo que sí depende de mí: mis emociones, mis opiniones, mis gestos… Me ayuda a dejar de culpar a los demás por cualquier cosa.

P. James Cameron tiene fama de ser un cineasta muy exigente. ¿Cómo vivió rodar bajo esa intensidad?
R. Como un lujo. James ama profundamente el mundo que ha creado, y se nota. Sabe hacer el trabajo de todo el mundo en el set mejor que cualquiera, menos el de los actores y los cocineros [ríe]. Es como Prince, que sabía tocar todos los instrumentos. Solo tengo admiración por él. Cuando se puso duro conmigo lo hizo de la mejor manera, ayudándome tanto en mi vida como en mi profesión. En ningún momento me faltó al respeto, fue más bien un “¡Ponte las pilas, vamos!”. Siempre con cariño, respeto y carisma.
P. Siempre ha dicho que no sabía si quería ser actriz cuando fuera mayor. ¿Lo sabe ya?
R. Sí, quiero ser actriz porque me gusta contar historias. Siempre he tenido un conflicto interno con el merecimiento… Este trabajo es un lujo y, por venir de una familia como la mía, con mi madre y mi abuelo, a veces sentía que no me lo merecía. Desde que soy madre me he dado cuenta de que nadie se merece nada, que el “merecer” es solo una fantasía que nos creamos. Me liberé cuando entendí que lo único que podemos hacer es agradecer las oportunidades y hacerlo lo mejor posible. Contar historias que eleven a la gente, como Avatar, me encanta. También las pequeñas y rutinarias: con mi hija hago actuaciones en casa cada día.
P. No suele dejarse ver en galas o alfombras rojas…
R. Nunca han formado parte de mi mundo. Vivo en una granja, en comunidad, y dedico gran parte de mi tiempo a que esa convivencia funcione. Además, durante los últimos 15 años he dedicado mucha energía a estudiar a los pueblos indígenas, aprendiendo su forma de ver y entender la realidad. Eso ocupa mucho espacio en mi vida. No le tengo miedo al otro mundo, pero no lo disfruto tanto como otra gente. Disfruto de este rinconcito del universo.
P. Es hija y nieta de leyendas, pero también en su familia hay refugiados y exiliados. ¿Cómo se concilian esas realidades?
R. Creo que por eso soy un poco nómada. No tengo raíces en un solo sitio. Nací en España, me sale la zeta, me gusta el flamenco y el chorizo, pero no soy española. Tampoco chilena o rumana… Soy todas esas piezas que se han desperdigado por el mundo. Ahora vivo en California, de donde echaron a mi abuelo en su momento. No me siento en casa en ninguna parte y me siento en casa en todas. Ahora quiero echar raíces, conectar con un lugar. Aprender cómo se mueve el viento a lo largo del año y reconocer los cantos de los pájaros.
P. En esas ganas de echar raíces, ¿está la posibilidad de volver a trabajar en España?
R. Me encantaría volver a trabajar allí. Es muy importante para mí que mi hija viva en España y hable español. Hacer un proyecto allí sería una forma de que pudiera vivir su cultura, pero al final voy donde me quieran y donde las historias fluyan con el río de mi vida. Es verdad que me han perdido del radar de muchos países, pero me encontré en mi vida. Estuve dos años haciendo Avatar y desaparecí dentro de Pandora; luego vino la pandemia, conocí a mi marido, comenzamos a buscar una tierra…
P. ¿Y hay algún gesto español que le siga saliendo sin querer, aunque viva en California?
R. Una de las primeras cosas que le he enseñado a decir a mi hija es “ajo y agua”. No sabe lo que significa, y trato de decirlo poco porque no es muy fino, pero me salen esas expresiones castizas. Hace poco heredé unos libros de cocina gallega y quiero estudiarlos porque aprendí a cocinar a los 22, cuando ya me había ido del país. Lo que más echo de menos de España es la cultura de comer, de beber, de sentarse a la mesa. Me fascina esa cultura alrededor de la comida y quiero recuperarla en mi vida.
P. Ha pasado de Juego de tronos al cine independiente, de Black Mirror a Avatar… ¿Su carrera la guía el instinto o hay una brújula clara?
R. Mi guía es el corazón. El corazón siempre es el que decide, y en el momento sé si algo es para mí o no. Me gusta la variedad como actriz, poder explorar las diferentes realidades del ser humano.
P. ¿Guarda algún recuerdo de su abuelo, Charles Chaplin? ¿Algo que siga llevando consigo?
R. Tengo un abrigo suyo. No te voy a decir de qué está hecho porque es un poco ilegal… Era suyo, de su armario personal. No me lo pongo casi nunca, pero de vez en cuando lo saco y pienso que no pasa nada por usarlo.
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