Geraldine Chaplin: «Uso zapatos llamativos para evitar que se fijen en mis arrugas»
Tiene un armario repleto de magníficos trajes heredados de su familia, pero la actriz confiesa que prefiere el desenfado de las camisetas estampadas y la comodidad de unas playeras.
Es hija de un mito del cine, Charles Chaplin, y nieta de un premio Nobel, el dramaturgo Eugene O’Neill. Con eso debería bastar, pero Geraldine Chaplin ha construido su propia biografía. Antes de triunfar como actriz, fue modelo y bailarina. Ahora se enfrenta al reto de interpretar a un hombre en el thriller Tres 60, de Alejandro Ezkurdia.
¿Cómo resultó adoptar un papel masculino?
Yo diría que fue muy cómodo y muy divertido. Conste que hasta los zapatos eran de hombre.
¿Qué se pone Juan Cristóbal, el personaje?
Va siempre con un traje elegante y buenas camisas. En el cuello lleva un pañuelo, porque le han hecho una traqueotomía. Es un personaje oscuro, siniestro, malvado.
Y cuando se aleja de los focos, ¿cómo se viste usted?
Muy mal. Soy muy vieja y me compro la ropa en tiendas de adolescentes. Uso bermudas, camisas chillonas… Y siempre llevo zapatos llamativos. Pero eso tiene un porqué.
Cuente.
Es para evitar que me miren la cara y vean que soy un pellejo. La gente dice: «Geraldine, qué zapatos tan raros llevas»… y se olvidan de mis arrugas.
¿Qué tipo de calzado prefiere?
Siempre llevo playeras. Me gustan los tacones, pero no puedo con ellos. Me he impuesto usarlos 20 minutos dos veces por semana, porque para rodar tengo que llevarlos y debo acostumbrarme.
Playeras, camisetas, bermudas… ¡no me diga que no le interesa la moda!
¡Claro que sí! De hecho, estoy ilusionadísima porque interpreto a Coco Chanel en un corto de Karl Lagerfeld. Hago de Chanel a los 70 años. Me encanta la moda de los 50. ¡Es tan favorecedora!
Se ha vestido para muchas películas. Recuerde alguna anécdota de estilismo.
Cuando rodamos Doctor Zhivago iba a ponerme un traje gris con un sombrero de piel, pero a David Lean no le gustó. Lo cambiaron por otro de armiño blanco, y seguía sin agradarle. A mí me parecían los dos maravillosos, pero él gritaba: «¡Por favor, esta chica viene de París; tiene que llevar algo especial!».
¿Y cómo se resolvió el asunto?
Ordenó que me hiciesen un traje y un sombrero de piel rosa, ¿se imagina? El equipo casi se desmaya: era perfecto. David Lean sabía de vestuario más que el jefe de vestuario. Bueno, sabía más que nadie de todo.
¿Qué otros personajes recuerda por su indumentaria?
El que hacía en Nashville, de Robert Altman. Y el de Los modernos, donde interpretaba a una excéntrica coleccionista de arte en los años 20. Me encantan los personajes ricos.
Con su historia familiar, en su armario habrá verdaderas joyas.
Pues sí. Heredé cosas fabulosas de mi madre, Oona O’Neill: un Chanel de terciopelo negro de los años 50 y un Balenciaga. También tenía un Valentino de leopardo.
¿Tenía?
¡Mi hija me lo robó! La verdad es que a ella le sienta mucho mejor. Cuando viene a casa la animo a que se lleve lo que quiera. También heredé dos Fortuny que he donado al Museo del Traje.
¿Y de su padre? ¿Tiene algo?
¡Sí! Una chaqueta hecha con una tela que mi madre compró en Irlanda. Y una de esmoquin traída de Japón en 1932. Me la he puesto en algún estreno, y la llevaba mi hijo cuando todos los Chaplin asistimos a la apertura del festival de Cannes en 1990.
¿Con qué se ha encontrado más favorecida?
Con un traje verde con el forro rojo de Sybilla. Me lo he puesto muchísimo, porque me encanta y me queda bien. No me importa nada repetir un modelo cuando me gusta.
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