La revolución más importante registrada en México desde que la desencadenada en 1910 estableciera las bases del nuevo Estado arrancó con el pacto suscrito entre el ganador de las históricas presidenciales del domingo, Vicente Fox, y el presidente Ernesto Zedillo para asegurar la gobernabilidad de México, un armónico relevo de poderes y una investidura sin problemas el 1 de diciembre. El estadista que derribó el sistema político establecido hace 71 años, bendecido ya por Wall Street y la Bolsa mexicana, se manifestó contrario a desencadenar una cacería de brujas.
El pacto de estabilidad, aplaudido como crucial por empresarios y banqueros, que exigen una continuidad en el rumbo económico, no significó borrón y cuenta nueva porque el presidente electo, Vicente Fox, se manifestó interesado en la investigación de las estafas y enriquecimientos ilegales a la sombra del rescate bancario de 1995, que obligó al desembolso de 85.000 millones de dólares
El presidente electo, Vicente Fox, no piensa dar ninguna facilidad a los miembros de ETA domiciliados en México, a los que llamó delincuentes.
La prevista eclosión en el seno del Partido Revolucionario Institucional (PRI) comenzó con las renuncias de su presidenta, Dulce María Sauri, y del secretario general, Esteban Moctezuma, fulminados por una derrota que ya ha causado otros alejamientos, sacudidas internas y encontronazos entre los reformistas y la vieja guardia, que atribuye a los primeros el fracaso del domingo. El presidente, Ernesto Zedillo, se reunió con la dirección del partido, jefes parlamentarios y varios gobernadores para comunicarles que las rencillas internas deben subordinarse a la colaboración en la transición nacional.