Moscú decreta el toque de queda en Chechenia para prevenir ataques suicidas de la guerrilla
Fuentes del Servicio Federal de Seguridad (FSB, heredero interno del KGB soviético) aseguraron ayer que poseen informaciones de que la guerrilla independentista de Chechenia va a lanzar hoy una nueva oleada de atentados suicidas como los que causaron al menos 33 muertos, 84 heridos y tres desaparecidos entre el domingo y el lunes. Rusia reforzó ayer las medidas de seguridad e implantó el toque de queda indefinidio en toda Chechenia, entre las 21.00 y las 7.00. En este periodo, las tropas tienen orden de disparar contra cualquier vehículo civil en movimiento.
El toque de queda ha estado en vigor en Chechenia durante la mayor parte de la guerra, que dura ya más de nueve meses, aunque fue suavizado cuando los jefes militares rusos declararon que la "fase militar del conflicto" había concluido. Las patrullas militares reforzarán, con orden de no andarse con contemplaciones, el control de los principales nudos de comunicación y las proximidades de acuartelamientos del Ejército, escuelas y hospitales.Por su parte, el principal señor de la guerra checheno, Shamil Basáyev, amenazaba con una gran ofensiva si, en el plazo de 72 horas, no son liberados las mujeres y niños supuestamente retenidos en los llamados campos de filtración, levantados por los rusos. El principal objetivo de esas acciones, prosiguió el jefe guerrillero, serían las tropas especiales del Ministerio del Interior, a las que culpó de "miles de monstruosos crímenes sádicos".
Tras la conmoción causada por los cinco ataques kamikaze contra otros tantos acuartelamientos rusos, ayer fue un día marcado por la autocrítica, especialmente respecto al atentado de Argún, a unos 15 kilómetros de Grozni. Allí se contabilizó el mayor número de víctimas mortales (23, según la versión oficial) por el impacto de un camión cargado de explosivos contra un edificio en el que residían soldados federales. El portavoz presidencial para Chechenia, Serguéi Yastrzhembski, aseguró que esa carnicería sólo puede explicarse porque no se adoptó una precaución elemental: colocar bloques de hormigón en los accesos para evitar la irrupción de vehículos.
El director del FSB, Nikolái Pátrushev, fue aún más lejos al apuntar con el dedo a la "negligencia" de los jefes militares sobre el terreno, quienes no tomaron las medidas adecuadas pese a las informaciones de los servicios secretos sobre la campaña de atentados que planeaban los rebeldes. En el mismo sentido se expresó el general Valeri Manílov, vicejefe del Estado Mayor y habitual portavoz ruso sobre el desarrollo de la "operación antiterrorista".
El mando militar ruso intentaba poner al mal tiempo buena cara e insistía en que la guerra, como tal, está ganada y los atentados suicidas son sólo los "estertores" de una guerrilla desesperada. Manílov insistía en que el enemigo "agoniza" y en que "prácticamente todo el territorio de Chechenia se encuentra bajo el control de las tropas federales". Pese a ello, la aviación bombardeó ayer diversos objetivos en las montañas del sur, un territorio escarpado en el que los rebeldes se mueven como pez en el agua.
Naturalmente, desde el otro lado de la difusa y laberíntica línea del frente, la situación se presentaba con tintes opuestos. La página en Internet de los independentistas chechenos (www.kavkaz.org) aseguraba ayer que los ataques suicidas causaron al menos 490 muertos entre las tropas rusas, y constituyen el inicio de una ofensiva generalizada, con una vanguardia de 500 hombres dispuestos a inmolarse para hacer la vida imposible a los "invasores" y obligarles a retirarse.
La cadena de televisión privada rusa NTV, la única que ofrece una cobertura de la guerra cercana a la objetividad, aseguraba ayer que el territorio checheno hierve de rumores de que los boievikí preparan operaciones de envergadura contra la segunda ciudad de Chechenia, Gudermés, e incluso contra la capital, Grozni. Con ello se evoca el humillante recuerdo de la ofensiva rebelde de 1996, que supuso la reconquista de la ciudad y abrió paso a una vergonzante retirada rusa.
Da la impresión de que la capacidad de respuesta de los rebeldes está ahora mucho más quebrantada que hace cuatro años, y se duda de que, tras el fuerte castigo sufrido en los últimos meses, conserven los efectivos y el armamento imprescindibles para lanzar una operación de esa envergadura. Además, el derrotismo está lejos de haber madurado aún en las tropas federales, y en el Kremlin ya no hay un Borís Yeltsin débil y enfermo, sino un Vladímir Putin joven, enérgico, con amplio respaldo popular y que debe su elección como presidente precisamente a la dureza con la que dirigió la guerra.
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