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El inclasificable ornitorrinco

Si tuviera que, precipitadamente, elegir una sola frase que en algo definiera a Umberto Eco elegiría aquella cita que el escritor y profesor italiano reproduce de un autor del siglo XVIII, Boscoe Pertwee: "Hace tiempo estaba indeciso, pero ahora ya no estoy tan seguro". Y si necesitara de alguna etiqueta filosófica para definirlo recurriría al escolástico modus ponens. Moderación, ha repetido, es estar dentro del modus, dentro de un límite. Comenzó brillantemente con Obra abierta, señalando la infinidad de lecturas posibles; mucho tiempo después escribió Los límites de la interpretación.Frente a la estólida pasividad de los destinatarios de los medios de comunicación vio Umberto Eco en los activos procedimientos de descodificación un modo diferente de recibir los mensajes. Ahora bien, si Jack el Destripador afirma que ha hecho lo que ha hecho tras la lectura de la Biblia, sabemos que no es una adecuada interpretación, sino un abusivo uso del texto.

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"Este Pontífice es un corrupto", pronunciado por un anticlerical con respecto a AlejandroVI puede tener un sentido diferente si la profiere un prelado tradicionalista con respecto a Juan XXIII: es el texto, dirá, el que contrata las reglas. Si la lógica define al soltero "como varón adulto no casado", la propuesta contractual de Eco consiste en que definir como solteros a los eunucos o a Tarzán (por lo menos en la novela en la que no se encuentra con Jane) es una broma o una metáfora. Si, por tanto, no podemos definir de modo preciso un soltero, al menos sabemos que no lo es el padre de cinco hijos felizmente casado (y que convive).

Es Eco, ante todo, un gran taxónomo. Por eso, últimamente se ha ocupado del Ser (hablo del Ser sólo en tanto que me parece que lo que es pone límites a nuestra libertad de palabra). Y por eso se ocupa del ornitorrinco, animal muy extraño que parece eludir cualquier clasificación (el ornitorrinco se parecía a un castor, a un pato, a un topo, y no a un gato, a un elefante o a un avestruz). Y por eso le gustan tanto aquellas palabras de Horacio: "Hay una medida en todas las cosas, hay, en suma, confines precisos / más allá de los cuales no puede existir lo recto". Ya no caben, pues, derivas desconstruccionistas ni interpretaciones infinitas (el infinito es lo que no tiene modus). Sólo cabe la lectura.

Eco, extraordinario lector, ha hecho de la enciclopedia, la biblioteca y la lectura sus metáforas preferidas. No hace mucho comparó la biblioteca de Don Quijote, un lugar del que se sale para enfrentarse con el mundo, con la borgesiana biblioteca de Babel, de la que no se puede salir, pero que nos permite deambular de un libro a otro. El verdadero héroe de la biblioteca de Babel ha dicho: "No es la biblioteca misma, sino el lector, nuevo Don Quijote, móvil, aventurero, incansablemente inventivo, alquímicamente combinatorio, capaz de dominar los molinos de viento...".

Jorge Lozano, miembro del jurado del Premio Príncipe de Asturias, ha sido discípulo de Umberto Eco.

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