Los editores reclaman el precio fijo y que se cumplan las leyes de propiedad intelectual El congreso cierra en Buenos Aires con una llamada al fin de la censura y los aranceles
Los ex presidentes Belisario Betancur y Julio María Sanguinetti clausuraron ayer el 26° Congreso de la Unión Internacional de Editores. Los participantes han repasado el presente y han visto claro el futuro. Su conclusión es que las nuevas tecnologías están aquí y que hay que aprovecharlas para seguir editando con la mayor libertad. Frente a las tiranías de la censura, la piratería, los impuestos arancelarios y el poder de las grandes superficies, los editores esgrimen las herramientas clásicas de defensa de la creación: libre circulación, diversidad cultural, precio fijo y cumplimiento de los convenios de propiedad intelectual.
La delegación española regresa satisfecha. Ha sido la más numerosa (84 editores de 700) y una de las más activas, tanto en las mesas como en la presentación de las ponencias al documento final, que al término incluyó nueve resoluciones. La que pide mantener el precio fijo del libro allá donde funciona tiene un claro sello hispano. Aunque Estados Unidos no aplica esa norma, ha permitido que figure en el documento final, y con el añadido, aprobado por unanimidad, del respeto a la diversidad cultural y a la libertad de edición, que parece una concesión a las editoriales que publican en lenguas minoritarias. Complementarias a ésta son las conclusiones que exigen cumplir el Convenio de Florencia, para garantizar la libre circulación de los libros, y la llamada a luchar y condenar todo tipo de censura (sobre todo en Chile e Irán, dice la resolución final). La exigencia de privatizar la edición de libros de texto, una actividad que en algunos países en desarrollo es todavía monopolio del Estado, no entró finalmente en el texto. Sí lo hizo, finalmente, una resolución interna procedente de la mesa sobre capacitación profesional que presidió Francisco Pérez González: la UIE creará una comisión permanente para el entrenamiento de sus miembros. En cuanto a la propiedad intelectual, el congreso pide la adscripción de los gobiernos a las directrices de la WIPO y la OMPTI, organismos internacionales de protección de derechos, y la elaboración de leyes que garanticen los derechos morales del autor y los medios más eficaces para luchar contra el fraude. Se trata de habilitar marcos jurídicos estables para evitar que los piratas (de reprografía o en Internet) acaben impunemente con la autoría y el copyright y, de paso, con la creación.
Analfabetismo
A ese respecto, no triunfó finalmente una propuesta española que pedía que se actualizara y se ampliara el concepto de libro para dar cabida a los nuevos soportes, como el libro electrónico. Pero, como suele ser habitual, el congreso sí reiteró su llamamiento a los políticos para que fomenten la lectura y acaben con la lacra del analfabetismo: estos días se ha hablado de campañas de formación y aprendizaje, y entre las posibilidades para mejorar los niveles de lectores se ha sugerido la apertura de las bibliotecas de los institutos a los habitantes de los barrios durante los fines de semana. Finalmente, la resolución se limita a pedir a los gobiernos que aumenten los presupuestos de educación, aunque no hace mención a la inversión en Internet como vehículo educativo.
Mientras el presidente De la Rúa ha prometido que al final de su mandato no habrá ningún escolar argentino sin computadora, una ponencia de Emiliano Martínez (Santillana) había sugerido en el congreso que ese fomento informático en los colegios estuviera acompañado por el acceso a contenidos educativos de calidad. Por fin, la sugerencia no se elevó a resolución, y lo preocupante es que era una de las pocas referencias a la calidad que se habían oído estos días, durante un congreso que, como decía ayer Jorge Herralde, ha vivido "muy preocupado por la tecnología y el dinero, y muy poco por la calidad de los productos". Por cierto que el editor de Anagrama participó el martes en la abarrotada ponencia Editoriales independientes ante la globalización y recordó con ironía tiempos peores. Al ser preguntado por cuál debe ser la actitud de los gobiernos ante la edición, dijo: "Primero, fomentar la lectura; luego, limitarse a no cerrar editoriales". Eso es lo que esperan los editores, en su mayoría gente entregada con pasión a su trabajo, que han aprovechado el congreso y la Feria del Libro no para hacer lobby, sino para cerrar acuerdos de distribución y buscar títulos y valores. Son gente de editoriales medianas o pequeñas, como Marta Casares (Nerea), Enrique Folch (Paidós), Federico Ibáñez (Castalia), Poppy Grijalbo (Serres), Daniel Fernández (Edhasa), Ana Zendrera (Zendrera y Zariquey) y Josep Maria Boixareu (Marcombo), que hoy volverán a casa para tratar de seguir seduciendo a los lectores.
Belisario Betancur y Julio María Sanguinetti, dos ex presidentes comprometidos con la libre circulación de las ideas, clausuraron ayer el 26º Congreso de la Unión Internacional de Editores. El próximo se celebrará en Berlín dentro de cuatro años.
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