Jornal, carbón y subsidio
A don Ramón Pardo ya le faltan 30 chicos al colegio. Y dentro de poco serán 50. Pero es normal: los niños de Zahínos están acostumbrados a empezar el curso en su pueblo y acabarlo cerca de los campos de fresas de Lepe (Huelva). O a quedarse en casa al cuidado de familiares mientras sus padres trabajan fuera. En un pueblo de jornaleros como éste, el éxodo forma parte de la vida cotidiana. Como el corcho, el ganado o el carbón de encina, que redondean los presupuestos familiares junto con los subsidios del desempleo agrario.Anclado en una zona de dehesa del suroeste de Badajoz, donde menudean los pueblos con pocos recursos, Zahínos se recuesta sobre la ladera que lo divide en dos barrios. Por ambos caminan los jornaleros.
"El 80% de los zahineros no tiene tierra en propiedad y eso les fuerza a ser braceros", explica el joven párroco, Juan Manuel Medina. "La gente no tiene trabajo ni tierras. Existen terrenos comunales, pero no se explotan bien. Hay muchísimo paro", asegura el alcalde socialista, Antonio Cordero. Gobierna una corporación tradicionalmente de izquierdas (siete concejales del PSOE y cuatro por las listas de IU) con un presupuesto de 360 millones anuales. "Da para poco. Los de la Junta de Extremadura nos dan muy buenas palabras, pero luego, nada. Y por falta de llorarles, no es", añade el regidor.
Así las cosas, entre marzo y septiembre, buena parte de los 3.190 habitantes del pueblo lo abandonan en busca de tajo. La recogida del espárrago y el tomate en la provincia de Badajoz y de la fresa en Huelva son los principales destinos de hombres y mujeres. A ellos se suman la corta de leña y la saca de corcho, casi exclusivamente masculinos. Amén de los jornales, hay que conseguir las peonadas suficientes (35) para obtener el subsidio agrario, unas 56.000 pesetas durante un máximo de nueve meses. El secretario del Ayuntamiento, Juan José Torrado, calcula que reciben el paro agrícola entre 650 y 700 personas, más de dos tercios de la población activa.
"Cuando se van los temporeros, los comerciantes lo notamos mucho", explica Isabel Toscano, una carnicera de 33 años. El cuaderno forma parte de sus útiles de trabajo: "Vendemos mucho de fiado. Cuando la gente cobra, cobramos nosotros". Esta mujer, una de los 30 tenderos de Zahínos, añade: "Se gasta lo imprescindible en alimentación y se compra lo del día. La gente intenta ahorrar todo lo que puede, porque siempre tiene la incertidumbre del futuro". Una fuente bancaria calcula que, entre subsidios y pensiones, llegan al pueblo entre 35 y 40 millones de pesetas mensuales.
Al cura y a don Ramón, director del colegio público a punto de jubilarse, les preocupan las consecuencias sociales del trabajo temporero. "Muchos niños crecen sin sus padres", coinciden. El sacerdote, que no se arredra por la escasez de feligreses (150 habituales), acaba de abordar el problema de los braceros en la hoja parroquial. En ella se denuncia, entre otras cosas, "la falta de trabajo en el pueblo, debido a su vez a la mala explotación y administración de los bienes existentes (...)". Añade que el sistema económico actual "potencia el subsidio en los pueblos antes que el trabajo propio del lugar". "Esto da lugar a lo que se llama 'la cultura del subsidio': dicen los niños en la escuela 'a mi me da igual estudiar, yo, cuando salga, voy a cobrar el paro".
La frase no escandaliza. Isabel, de 26 años, se arrepiente ("más que pelos tengo en la cabeza") de haber dejado el colegio a los 14 años para ir a ganar el jornal donde lo hubiera. Hoy, pendiente de marchar al espárrago y con parte de la familia en la fresa, ve como su historia se repite entre los más jóvenes, "porque falta un cambio de mentalidad".
"Los chicos, sobre todo los mayores, están desmotivados para estudiar. Muchos tienen la perspectiva de que dejar la escuela supone empezar a ganar dinero. Además, ven que hay maestros en el pueblo que no han encontrado trabajo en la docencia", sostiene don Ramón. De los 429 alumnos del centro que dirige (un centenar de ellos, párvulos), 123 han solicitado beca de libros. La biblioteca pública de la localidad (3.572 volúmenes) recibe unas 300 visitas mensuales.
El fracaso escolar es "altísimo", sobre todo en el primer ciclo de secundaria (12 a 14 años), que se imparte en la localidad, afirma el director. También lamenta una carencia material: aunque la Unión Europea anuncia el desarrollo masivo de Internet para lograr el pleno empleo y la Junta de Extremadura proyecta una red regional de Intranet... en el colegio de Zahínos no hay un solo ordenador para los chavales.
Los inconvenientes no acaban ahí. Los alumnos de los dos últimos años de la enseñanza obligatoria deben desplazarse hasta el instituto de Oliva de la Frontera, a 10 kilómetros. Disponen de transporte gratuito. Más difícil lo tienen los mayores que carezcan de coche para ir a hacer gestiones tan frecuentes como arreglar los papeles del paro o las subvenciones del ganado. Deben viajar, sin transporte público, hasta Jerez de los Caballeros (20 kilómetros).
Con todo, los viajes por culpa de la salud son lo que más critican los zahineros. "Si alguien se pone malo después de las tres de la tarde, ya no tiene médico, porque a esa hora se cierra el consultorio . Hay que ir a las urgencias del ambulatorio de Oliva de la Frontera, que tiene una ambulancia, o irse zumbando para Badajoz, a casi una hora de camino ", detalla María Dolores Gómez Vega, presidenta de la Asociación de Mujeres de Zahínos (130 socias). "También hay que desplazarse a la capital para someterse a una radiografía o a una ecografía", añade. Se puede ir en transporte público (dos servicios diarios).
"Tengo casi 1.000 firmas recogidas para que nos pongan médico durante más horas", apunta el alcalde, también quejoso de que exista una sola farmacia que abre seis horas y media diarias. Con todo, lo que más piden los zahineros es trabajo. Y si fuera cerca y seguro, mejor.
Expropiación y barbacoa
CH. N Zahínos
"Esta es una zona desfavorecida, pero la gente es muy trabajadora. En los últimos años se registra un 'boom' económico, que aún no se traduce en las estadísticas, gracias al aumento de la demanda del carbón de encina. Se usa cada vez más para las barbacoas". Miguel Guerrero, diplomado en Empresariales y juez de paz de Zahínos, hace este dictamen mientras atiende su granja avícola, otro sector en auge en un pueblo sin emigración ni inmigración.
Unos metros más abajo, Manuel Bizarro confirma el diagnóstico. "Si no fuera por el carbón, este pueblo estaría a dos velas", dice rodeado de cuatro millones de kilos de leña. Este hombre, carbonero desde que a los seis años dejó la escuela, logró industrializar su producción hace ocho. "Todavía tengo más letras que un legionario en el brazo, pero estoy orgulloso", dice. Obtiene un kilo de carbón por cada cuatro de leña y lo vende, envasado, a 44 pesetas. En Zahínos hay una decena de instalaciones similares a la de Bizarro. Pero la factura artesana se mantiene en los hornos de tierra, montículos oscuros junto al pueblo.
Según varias fuentes, el carbón y algunos jornales clandestinos contribuyen a aumentar la riqueza local, aunque formen parte de la economía sumergida.
Otro sustento lo ofrece la propiedad comunal de la tierra. La Sociedad Civil El Progreso de Labradores y Granjeros, de la que forman parte todos los varones mayores de 25 años nacidos y residentes en Zahínos, tiene 3.600 hectáreas en propiedad y 360 en arrendamiento. Los socios pueden llevar el ganado a esas tierras, previo pago de un canon. Cada año reciben una parcela que pueden sembrar y un lote de leña.
La sociedad es la principal empleadora local. En lo que va de año ha dado 3.000 peonadas, según su secretario, José Manuel García Valero. El futuro de la entidad, creada en 1902 y que tiene en el corcho su principal ingreso, es un tema candente: los estatutos caducan el año que viene. Habrá que decidir sobre su reforma.
Por otra parte, la expropiación de dos fincas de la duquesa de Alba por la Junta de Extremadura, que levantó una fuerte polémica en 1990, sigue pendiente del fallo del Tribunal Supremo. Mientras, en esas 2.555 hectáreas pasta el ganado comunal de 368 descendientes de los apareceros de los años 30.
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