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LA CUMBRE DE BERLÍN

La tensión entre Schröder y Chirac por el capítulo agrícola refleja la crisis abierta en el eje franco-alemán

Pilar Bonet

Tras los equilibrios para encajar el capítulo agrícola de la Agenda 2000, que Francia replanteó cuando parecía cerrado ya, se adivinaban ayer las tensiones que se han acumulado entre la Administración francesa de Jacques Chirac y Lionel Jospin y la Administración alemana de Gerhard Schröder.Detrás de la incomprensión mutua, que se alterna con intentos bienintencionados de recuperar la armonía perdida, está la psicología del canciller alemán, menos pendiente de los rituales del pasado que su predecesor Helmut Kohl, la nueva conciencia de sí misma de Alemania y, por parte de Francia, una sensibilidad herida y hasta un sentimiento de haber sido traicionada.

En vísperas de la cumbre de Berlín, medios cercanos a la cancillería federal se mostraban enormemente irritados con los franceses y otro tanto ocurría en medios diplomáticos franceses en Bonn. "Es raro que se vaya a una cumbre con estas divergencias", señalaban las fuentes, según las cuales Schröder había cedido mucho ante Chirac al renunciar a la cofinanciación de la política agrícola. Según la lógica alemana, Francia, en lugar de contentarse con lo conseguido, presionó para conseguir más y eso fue lo que los alemanes han vivido como algo injusto. Los franceses, por su parte, han acusado a los alemanes de haberles querido aislar. París desconfía de Schröder y de su Gobierno y se lo hace saber al canciller.

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La presencia en la cancillería federal de la antigua intérprete de Mitterand, Brigitte Sauzay, que hoy es consejera de Schröder para temas franceses, no parece haber contribuido a arreglar las cosas y, según medios franceses, El Elíseo la recibe con cierta frialdad y su influencia no se traduce en los temas claves de la política europea.

Algunos lamentan la ausencia en Bonn de Joaquim Bitterlich, que fue la mano derecha de Kohl en política europea, y que hoy es embajador de Alemania en la OTAN. Bitterlich, que procede de la región fronteriza de Sarre y que está casado con una francesa, tenía una sensibilidad y unas relaciones privilegiadas con la clase política francesa y su figura no ha sido sustituida, señalaban medios relacionados con la política exterior alemana. Michael Steiner, el diplomático especialista en los Balcanes que reemplazó a Bitterlich, tiene otro tipo de sensibilidad y su fuerte es el Este de Europa y los países poscomunistas europeos. Para tratar de superar el mal sabor de boca que dejó la reunión mantenida por Schröder, Chirac y Jospin el viernes pasado en París, el canciller alemán y el presidente francés se reunieron el martes por la noche en el restaurante berlinés Der letzten Instanz (La última instancia), que data del siglo XVI. Por lo visto, el codillo que se comieron no les inspiró para acabar pronto con el capítulo agrícola.

Anoche, la presidencia alemana trataba de integrar las distintas posiciones que se expresaron para ahorrar el exceso de gasto que el acuerdo actual supone en el capítulo de los gastos agrícolas. Las propuestas eran todas reiterativas, y habían salido de una forma u otra en anteriores discusiones, señalaba una fuente del Consejo Europeo. Francia insistía en que el paquete agrícola no se había reabierto, sino que se trataba sólo de "complementarlo". Fuentes gubernamentales alemanas comentaban positivamente que, por lo menos. los franceses insistían en "ahorrar, ahorrar y ahorrar".

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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