El juez Marquevich califica de «mera opinión» la petición fiscal de libertad para Videla
El ex dictador argentino ex general Jorge Rafael Videla, preso en la cárcel de Caseros desde el pasado 9 de junio por orden del juez Roberto Marquevich, que investiga cinco causas de apropiación de menores hijos de desaparecidos, recibió ayer un balón de oxígeno con el dictamen de la fiscal federal de San Isidro, Rita Molina, quien sostiene que el antiguo jefe de la Junta Militar ya fue juzgado por los hechos que se le imputan, por lo que debe ser puesto en libertad. Marquevich consideró ayer el dictamen de la fiscalía como «sólo una opinión» y aseguró que se siente «con total libertad para decidir».
La fiscal entregó el dictamen al juez Marquevich, a quien cuestiona por su decisión de encarcelar al ex presidente Videla y considerarlo la cabeza de un plan diseñado por el Ejército para la sustracción de hijos de desaparecidos. Mañana, el juez Marquevich tiene previsto tomar declaración a la parte querellante -las Abuelas de Plaza de Mayo- y entre el jueves y viernes de la semana próxima resolverá sobre la situación procesal del ex general Videla, es decir, si dicta auto de prisión o decreta la libertad al ex dictador. Fuentes jurídicas estiman que el dictamen de la fiscal Molina es un revés para el juez Marquevich.La Asociación Abuelas de Plaza de Mayo, constituida en 1977, lleva más de 20 años buscando a los hijos de sus hijos. Hasta la fecha ha presentado 269 denuncias documentadas -la cifra real de menores sustraídos puede llegar a 500- y ha dado con el paradero de 59 niños desaparecidos. Treinta y tres fueron restituidos a sus familiares biológicos, 13 viven con familias que los adoptaron legalmente, ocho fueron asesinados por los militares y el resto son casos abiertos. «Nuestro trabajo es muy silencioso. De búsqueda, investigación, suministro de información al juez, análisis de sangre... Cuando los chicos vuelven con su familia de origen, nosotras desaparecemos del mapa», dice la abuela Alba Lanzillotto.
Muchos de los chicos que recuperaron su identidad gracias a las abuelas colaboran con la organización y forman parte de su gran familia. Como María José Lavalle, nacida en cautiverio y localizada en 1987, que lo resume con pocas palabras: «Quiero mucho a estas abuelas. Son reobstinadas. Su actitud de no bajar los brazos me ha servido mucho. Las siento como un ejemplo».
Alba Lanzillotto es en realidad una abuela-tía. Sus dos hermanas fueron secuestradas junto a sus hijos por los militares. «A María Cristina la mataron con la picana. Abandonaron a sus dos hijos, de uno y dos años, en un barrio de Rosario en noviembre de 1976. Una señora que escuchó el llanto de los bebés los adoptó». La otra hermana, Ana María, desapareció en el mismo operativo que el líder guerrillero Mario Roberto Santucho. «Estaba embarazada. La llevaron a Campo de Mayo y allí dio a luz. Tenemos el testigo de una ciudadana norteamericana que estuvo detenida en aquella guarnición militar». Alba Lanzillotto tiene la terrible sospecha de que aquel bebé es Carolina, la chica que vive en Paraguay y que fue sustraída por el médico militar Norberto Bianco.
Mariana es una chica que trabaja con las Abuelas y busca a su hermano. Y no parará hasta conocer su paradero. «Esto no se va a terminar hasta que sepamos qué pasó con todos y cada uno de los desparecidos. Esto es una deuda que tiene la sociedad argentina. Siguen pasando cosas como ahora la detención de Videla, otro día se descubre un cementerio clandestino... Es como la historia de los nazis, que 50 años después Priebke ha sido encarcelado. Tenemos esperanza».
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