Desaparecidos en Argentina
Las actuaciones del juez Baltasar Garzón me resultan, en general, tan poco atractivas como las intenciones del autor del editorial Misión ciclópea, que el pasado 13 de septiembre publicó EL PAÍS sobre el proceso judicial abierto por los 297 desaparecidos españoles en Argentina, entre 1976 y 1983.El editorialista parece más interesado en pelearse con el juez que en destacar lo único que de original tiene esta actuación judicial: "Por primera vez la justicia española incoará un proceso por la violación de derechos humanos sufrida por ciudadanos españoles bajo una dictadura extranjera". Puesto en su empeño, el editorialista olvida que, hasta hoy, otros españoles represaliados no habían tenido esta posibilidad que ahora inaugura Garzón: ni los que fueron olvidados en Bu-chenwald o Dachau, por ejemplo, ni los que fueron asesinados por escuadrones paramilitares en Centroamérica, ni los que fueron internados en los gulagui soviéticos.No seré yo quien defienda la inquietante heterodoxia del juez, pero cuando el editorialísta se pregunta: "... ¿No es algo excesivo que un juez español plantee ahora, 20 años después, todo el proceso de la dictadura argentina?", a mí, lector habitual de su periódico, me hubiese gustado leer: ¿no es algo excesivo que durante 20 años ningún juez español se haya ocupado de la suerte corrida por 297 compatriotas desaparecidos a manos de los genocidas que gobernaron Argentina y que los sucesivos gobiernos se hayan limitado a unas inciertas gestiones diplomáticas de evidente ineficacia?
Quienes hemos perdido amigos y familiares a manos de la dictadura militar argentina no creemos que el juez Garzón pueda por sí solo resolver esta atrocidad, en cuyo ocultamiento está empeñada la indolencia de una parte de la sociedad argentina, la endeblez moral del Gobierno del presidente Menem y la inhibición de varios gobiernos occidentales. Y, sin embargo, estamos obligados a apoyarle y a pedirle a usted que, al menos en este caso, su periódico tambié le apoye. No será el mejor, pero eso es lo que hay.
A fin de cuentas ¿quién les iba a decir a los supervivientes de los campos nazis de exterminio que, años más tarde, verían sentarse en el banquillo a Adolf Eichmann, a Klaus Barbie y, más recientemente, a Bernard Priebke?- Carlos Iriarte
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