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La Iglesia argentina pide perdón por su implicación en la represión militar

La Iglesia católica de Argentina pidió ayer perdón por la implicación de algunos de sus miembros en la represión y la violencia que ensangrentaron el país durante la última dictadura militar, entre 1976 y 1983. "Imploramos perdón a Dios por los crímenes cometidos entonces, especialmente por aquellos en los que se vieron envueltos hijos de la Iglesia, ya estuvieran en las filas de las guerrillas revolucionarias, en el aparato del Estado o en los cuerpos de seguridad", destaca el documento Caminando hacia el tercer milenio, publicado por la Conferencia Episcopal Argentina.El arzobispo de Buenos Aires, el cardenal Antonio Quarracino, dio lectura al documento, aprobado por los prelados argentinos tras seis días de discusiones en un centro de retiro. "Sentimos profundamente no haber podido mitigar el dolor-producido por un drama tan grande", afirman los obispos en su primera declaración autocrítica en 20 años, al tiempo que piden perdón "para todos aquellos que, desviándose de las enseñanzas de Jesucristo, instigaron la violencia de la guerrilla o la inmoral represión".

Las organizaciones de defensa de los derechos humanos han criticado hasta ahora a la Iglesia por no haber condenado con rotundidad las torturas y asesinatos cometidos durante la dictadura militar, a pesar de que existen fundadas acusaciones sobre la implicación de sacerdotes en la guerra sucia.

Esta declaración de la Iglesia se suma a la ola de reconocimiento (te responsabilidad en las violaciones de los derechos humanos que el año pasado se extendió entre los mandos de las Fuerzas Armadas. Esta expresión de culpa, que no tiene precedentes en América Latina, se inició en la confesión ante las cámaras de televisión de Adolfo Scilingo, un ex oficial de la Armada que explicó con detalle cómo muchos detenidos fueron arrojados al mar desde aviones para hacerlos desaparecer. Las revelaciones de Scilingo destacan el papel desempeñado por los capellanes castrenses, que consolaron a los oficiales que organizaron estos vuelos de la muerte o dieron consejos a los mandos militares sobre la forma en la que había que tratar a los detenidos.

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