_
_
_
_
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

De La Mancha a las estrellas

Ángel S. Harguindey

Son las cosas de la vida. Hay ocasiones en las que los cuentos y los sueños se hacen realidad. Este es uno de ellos con la ventaja que pertenece al de aquellos que no sólo acaban bien sino que, además, apenas ofrecen detalles crueles a los que tan aficionados han sido y son los que los escriben: ni lobos que se comen a las abuelas, ni hermanastras que maltratan a la protagonista, ni niños que se pierden por el bosque o les abandona la madre para irse a Argentina, ni brujas que envenenan manzanas...Un día, un inquieto y humilde joven de la España profunda llega a la gran ciudad. Viene con ansia de aprender y disfrutar de todo: cine, libros, música, teatro, risas, disparates... Todo es nuevo, deslumbrante, y lo asimila con una facilidad pasmosa. Intuye lo que quiere y le emociona, y sabe perfectamente lo que detesta. Busca un nuevo mundo que le ayude a olvidar el que deja atrás.

Más información
Almodóvar redescubre sus orígenes manchegos en su nueva película
El realizador recibió emocionado la ovación de tres mil personas

El joven es pobre pero honrado. Trabaja para sobrevivir. Horas monótonas en una oficina de barrio que, afortunadamente, no castran su vitalidad. Y el sencillo muchacho comienza a recorrer con talento y seguridad su periodo de aprendizaje urbano. Un divertido e intenso viaje iniciático que algún día alguien contará: Las Costus, los Pegamoides, Paty Diphusa, Poch, MacNamara, Slobber, Casal, los Garriris, Alaska, Purita, Chu-Min-Ho... Recordados así parecen personajes de una novela de Barry Gifford pero la gran mayoría existieron en la gran ciudad, en un tiempo y en unas circunstancias muy precisas. La patearon de arriba abajo, la conformaron, la sufrieron y usufructuaron con pasión de vampiros. Un excelente caldo de cultivo en el que los años y unas peculiares reglas no escritas fueron seleccionando el material en bruto para ofrecer finalmente tres o cuatro joyas.

Con tenacidad, amigos y desparpajo nuestro hombre rueda una serie de cortos y su primer largometraje. Sigue sobreviviendo con su trabajo monótono en la oficina, periférica pero cada vez controla más la ciudad. Está apunto de nacer una estrella.

Unos años más tarde -no muchos- aquel joven de la España profunda se ha convertido en el realizador cinematográfico vivo más popular y carismático del país. Sus películas se distribuyen en todo el mundo. Los estrenos son acontecimientos sociales, multitudinarios y brillantes. Su capacidad seductora cubre todo el espectro imaginable, desde la choza al palacio, de Nueva York a Calzada de Calatrava, de Sepu a Gaultier. Es el cuento de la lechera sin que el cántaro se derrame, es decir, lo que todos hemos soñado ser y casi nadie sabe cómo conseguirlo.

Lo sorprendente de esta historia es que ese recorrido desde La Mancha a las estrellas lo ha hecho sin renunciar a nada. Sigue obsesionado por el ser humano, por lo que le enaltece y le humilla, por lo que le proporciona placer y dolor, y cada vez lo observa y lo cuenta con más sabiduría, es decir, con mayor comprensión y tolerancia hacia sus múltiples imperfecciones. Ha vivido lo suficiente como para comprender y aprender de lo brillante, lo mediocre y lo sórdido de la existencia.

Ayer ha vuelto a estrenar una nueva película, La flor de mi secreto, y lo hizo con una expectación infrecuente en el cine español: televisiones, fotógrafos, prensa internacional, miles de espectadores... Ha logrado la cima. Es la estrella absoluta, mucho más que sus actrices y actores, más que la propia película y eso se admira o se maldice. En todo caso es el único que no admite la indiferencia. Y lo ha hecho como se deben hacer las cosas: contando lo que le apetece contar, aquello que le fascina y le agobia, mostrándose a sí mismo sin tapujos.

Después vendrán los análisis, los elogios o denuestos, las referencias cinematográficas, literarias o musicales, los discursos sobre los sentimientos, el melodrama, los colores o los orígenes, lo que se quiera. Pero todo eso vendrá después porque -quiérase o no- Pedro Almodóvar ha conseguido con su inteligencia, con su intuición y sus envidiables reflejos mentales lo impensable: ser él mismo el espectáculo.

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
Recíbelo

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_